Han sido “pasos gigantes” los que se han dado en mejorar la situación de las mujeres rurales, reflexiona la consejera de Igualdad castellanomanchega, Blanca Fernández. Pero, ¿han sido suficientes? En el Día Internacional de las Mujeres Rurales, una jornada de reivindicación impulsada por las Naciones Unidas, la reflexión es que no, que queda todavía mucho por hacer. La amenaza de la despoblación, la desigualdad generalizada de la sociedad y la lacra de la violencia machista son las preocupaciones principales de los colectivos y las instituciones trabajando con perspectiva de género. Más aún en un contexto de postpandemia, explican de asociaciones como AFAMMER, que llevan décadas trabajando en el sector rural.
La consejera de Igualdad lo tiene claro. “El diagnóstico ya está hecho al respecto, tiene que ver no sólo con la igualdad, sino con la despoblación. Son los dos ejes transversales con los que trabajamos desde el Gobierno y que confluyen en las mujeres rurales”, explica a este medio. El reto: luchar contra la “masculinización” y también contra el envejecimiento de los municipios. “Si un municipio se masculiniza y envejece, muere”. “Las mujeres son necesarias para mantener la población, tenemos que mirar por sus necesidades, y por eso aprobamos el Estatuto”, señala la consejera. Este punto es indiscutible: todos los colectivos coinciden en que la despoblación es la principal amenaza para las mujeres rurales. Pero no la única.
Fernández también recuerda que la Ley contra la Despoblación de Castilla-La Mancha tiene el “bisturí con perspectiva de género” porque “francamente” no puede ser de otra manera. Los primeros resultados que se observan, señala, ya son muy interesantes. Por ejemplo, ya hay 29 mujeres que dirigen cooperativas en la región. “Antes este número o era testimonial o no existía”, resalta. Organizaciones como Cooperativas agroalimentarias y UPA ya tienen un 40% de mujeres en sus cargos de dirección. Son “saltos gigantes”, insiste, en el que las cooperativas de la región son líderes en estos avances a nivel nacional. “De a poco las medidas van dando sus frutos, son un marco que ya se ha conseguido y debemos seguir en su camino”, señala la consejera.
Sector primario y sostenibilidad
Organizaciones como FADEMUR, AFAMMER o AMFAR no dudan en reconocer estos avances a los que apunta el Gobierno regional. Sin embargo, con más cautela. “El sector primario es algo fundamental para toda la sociedad. Por eso tenemos que seguir trabajando en la defensa de un trabajo digno, que vaya de la mano de la sostenibilidad ambiental y la igualdad. Este es el reto fundamental”, asegura Lola Martín, coordinadora de FADEMUR Castilla-La Mancha. Y esto, señala, también depende de las mujeres. “El sector sin nosotras no sobrevive”, zanja. Por eso, el trabajo va enfocado en el mismo objetivo, principalmente que no desaparezcan los pueblos, pero siempre con un especial interés en mejorar la situación de empleo femenino, en la conciliación, en definitiva, en la igualdad.
“Queremos que las mujeres se queden en los pueblos, lo necesitamos. Pero que sea en igualdad de oportunidades, que puedan tomar decisiones libremente y que si quieren quedarse es que sea con las mismas condiciones de las que pueden gozar en el medio urbano”, explica Martín. Para ello, hay retos adicionales, como el de la digitalización. “Ninguna de nosotras puede quedarse atrás en este tema, es algo súper importante para proyectos personales, económicos y empresariales. Es algo fundamental”, resalta. Y, evidentemente, sin dejar de promocionar las titularidades compartidas, cuya figura, reconoce, no siempre se conoce.
Lola Merino, presidenta de la Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural (AMFAR), también habla de este desconocimiento. La también diputada por el PP en la región, por la provincia de Ciudad Real, recuerda que las previsiones de 2011 no se han cumplido ni a nivel regional ni a nivel nacional. Ahora mismo en la región, señala, hay unas 250 explotaciones de titularidad compartidas. “Son pocas, debería haber más, porque la norma es buena, pero no se conoce. Antes, el trabajo de la mujer se entendía como extensión de sus labores como ama de casa, pero ahora ya se reconoce su prestación social y sus derechos en los beneficios de la explotación y de acceso a las ayudas. La ley es buena, pero no se conoce”, insiste. Además, lamenta que las ayudas para incorporarse a esta titularidad son “las justas”. Por eso, señala que se debe actuar de manera “más urgente y más rápida”.
Martín, de FADEMUR, explica que tras conseguirse la titularidad compartida no se acabaron los problemas. “Nos encontramos con más. Porque no se conoce esta figura y tenemos que seguir machacando, para que se conozcan las obligaciones y los derechos que supone acceder a la titularidad compartida y que las mujeres se reconozcan como profesionales. El problema es que no vemos a las mujeres”, señala. Para ello, es fundamental, explica, continuar impulsando ayudas que favorezcan la incorporación femenina en el sector primario. “Las leyes necesitan presupuesto. Y tenemos que desmitificar que las mujeres se incorporan sólo por las ayudas. Pero no es así, siempre hemos estado ahí, la mayor parte de quienes se acogen están formadas en competencias relacionadas con el sector primario y hay que aprovecharlo. Tenemos que estar en todos los ámbitos de decisión”, señala.
Violencia de género
Desde AMFAR también llaman la atención hacia la violencia de género y cómo se vive en un contexto rural, de una manera mucho más “invisibilizada” que en el urbano, afirma Merino. “Está mucho más invisibilizada que en las ciudades. La violencia de género al final es la máxima discriminación. En 2021 las cifras demuestran que el 42% de las víctimas de violencia de género vivían en municipios de menos de 20.000 habitantes. Y los recursos son más escasos, por lo que hay más temor a la denuncia, y las mujeres sufren la violencia de una manera mucho más callada. Tenemos que trabajar más en esta línea”.
Desde FADEMUR, Martín habla de datos “escalofriantes” de violencia machista. “Es mucho más acusada en el medio rural y necesitamos continuar con la prevención y la identificación de estas formas de violencia tan normalizadas en sociedades que suelen ser más cerradas y patriarcales”, asegura Lola. Por ejemplo, apunta a los gritos o a las faltas de respeto que se pueden ver también entre personas más jóvenes. “Es fundamental trabajar en su detección y prevención. Sino, seguirán asesinando a mujeres y es una vergüenza que sigue ocurriendo. Merino lamenta que las políticas con perspectiva de género se hayan hecho ”desde los despachos“. ”Para saber potenciar nuestra riqueza hay que poner los pies en el pueblo y hablar con las mujeres y los jóvenes, que son la garantía de futuro“.
¿Y qué pasa con las mujeres mayores?
Yolanda Martínez es la Coordinadora para el Reto Demográfico de AFAMMER en la provincia de Cuenca, y explica que su trabajo está principalmente enfocado en el colectivo de las mujeres mayores con las que actualmente trabaja en la vuelta de la vida social tras la pandemia. “Es importante que recuperemos el contacto social, las actividades de la prepandemia, que se reactive el contacto social y la incorporación a las actividades”, señala. Se trata de las actividades que realizan principalmente las asociaciones de amas de casa en las localidades más pequeñas de la región. Pero desde AFAMMER también ponen el enfoque en las mujeres que aún forman parte de la población activa, para que se mantengan al día en aptitudes y competencias para el emprendimiento o la digitalización. “Los programas para promover el empleo son la única manera en la que las mujeres sigan viviendo asentadas en el pueblo y que estos sobrevivan. De ellas depende la continuidad del territorio”, concluye Martínez.