La “filosofía del trabajo” es una de las especialidades de Jorge Moruno, sociólogo y experto en transformaciones de los mercados de trabajo. Es decir, intentar comprender el sentido social del tiempo en el que vivimos y cómo afecta a nuestro modelo de convivencia. Desde su punto de vista, nos encontramos ante un sistema, el capitalista y neoliberal, en el que las personas nos hemos convertido en “mercancía” y al mismo tiempo en “empresas de nosotros mismos”. Es la base de una precariedad a la que también se ha referido, sobre todo en el ámbito juvenil, el economista Jorge Uxó. Ambos han participado en un acto sobre empleo en el espacio Urbana 6 de Toledo junto a la consejera del Plan de Garantías Ciudadanas de Castilla-La Mancha, Inmaculada Herranz, y el concejal de Juventud del Ayuntamiento, Diego Mejías.
En su análisis, Jorge Moruno explica a eldiarioclm.es que las sociedades salidas de la Segunda Guerra Mundial estaban construidas alrededor de un empleo, entendido como “forma histórica de trabajo no simplemente remunerado, sino que también implica una serie de ingresos estables y de capacidad de acceso al consumo”. Ahora, con las nuevas figuras de “falsos autónomos y trabajadores pobres”, afirma, ya no puede hablarse de ese concepto de ‘empleo’ porque el circuito laboral ha entrado en crisis como ya lo hizo en los años 70.
Sostiene que el trabajo ha dejado de ser garantía de derechos para una vida digna, tanto por los bajos salarios como por la intermitencia y temporalidad de los contratos. “Hay seis millones de personas en España que, conforme al cómputo general de lo que trabajan en un año, no pueden conseguir unos ingresos mínimos para una vida digna”, subraya.
La situación ha provocado la ruptura con las teorías liberables de la “economía de la oferta, del goteo”, según la cual cuanto más se maximizan los beneficios privados, más repercutirá en la sociedad. “Esa hipótesis ya no nos vale; estamos en una economía del sacrificio en la cual somos individuos que tenemos que maximizar nuestras capacidades y nos tenemos que concebir como accionistas de nuestra fuerza de trabajo, dependiendo de cómo se nos valore en el mercado. Todo ello en una lógica donde ya no hay seguridades colectivas y donde tú eres artífice de tu éxito y al mismo tiempo tienes que hacerte responsable de tus fracasos, y si no lo logras, es porque no lo has deseado con la suficiente motivación. Es el discurso del ‘management’ y del ‘búscate la vida’, una liberalización llevada al extremo para concebirnos como empresas de nosotros mismos”, argumenta.
Un panorama laboral “sin garantías ni cobertura”
Para Jorge Moruno se trata indudablemente de un retroceso a las sociedades industriales del siglo XIX, cuando existía la idea de que “no había que extender la cobertura social a los ‘pobres pálidos’ porque si no, se desincentivaba el trabajo”. Actualmente, la ausencia de garantías de vida digna “se ha producido a mayor velocidad” con experiencias como la economía colaborativa en plataformas tecnológicas: “Si a eso le quitas toda la retórica, lo que hay detrás de esos agentes libres y neoliberales, es un panorama más de ese siglo XIX , sin garantías ni cobertura”.
Considera además que hace tiempo que dejó de ser una situación coyuntural, con un sistema cada vez más cronificado en el caso de los jóvenes y las mujeres -“construirte una vida en torno a la seguridad de un empleo es algo que se está desmoronando, más especialmente entre jóvenes y mujeres”- y además globalmente extendido. “El endeudamiento generalizado de la sociedad, sumado a los bajos salarios, es un cepo que cercena y socava las condiciones de cualquier concepción democrática. Nos convertimos en mercancías, y si no nos vendemos, seremos obsoletas, nos quedaremos fuera del circuito laboral”.
La pregunta, añade el sociólogo, es si es posible generar cierto margen de libertad e igualdad no siempre con mecanismos que sean el trabajo remunerado. Destaca que cada vez se produce más riqueza con menos necesidad de tiempo humano empleado en producirla, pero “¿quién se beneficia de ello?”. “Engorda la acumulación de capital en pocas manos en vez de usarlo para democratizar el tiempo librado, aumentar el tiempo de no trabajo, arrancarle el tiempo a la fábrica”. Y para Jorge Moruno, “no podemos ser libres si tenemos que vivir en un chantaje continuo, hay que hacerlo por vías distintas que no sean el trabajo, mediante la garantía de la vivienda, de la cultura, de unos ingresos al margen de tener o no remuneración. Ahí está el margen de libertad para poder negarte a un trabajo precario y no estar tan sujeto a la coacción”.
“No va a quedar otra que construir unos criterios de ciudadanía que salgan del imaginario del pleno empleo. Se ha demostrado que aunque aumenten las afiliaciones no aumenta la calidad de vida. Se verá con el tiempo que es el único modelo posible. Los derechos se sostienen sobre la fuerza que los impulsa, y si la sociedad cada vez demanda más, como está ocurriendo con el feminismo y el ecologismo, podemos transformar ese modelo”.
La precariedad, “más allá de las tasas” de paro juvenil
Por su parte, Jorge Uxó se ha centrado en el empleo juvenil, pero para ir “más allá de las tasas” y constatar su precariedad con factores como la temporalidad y la fuerte rotación entre contratos de duración cada vez más pequeña, “una situación crónica que no deja de alargarse”. La consecuencia primera de todo ello, destaca, es la dificultad para emanciparse. El porcentaje de jóvenes que sigue viviendo con sus padres ha crecido desde la crisis y eso conlleva al retraso en la formación de hogares y en la natalidad en aquellos que quieren tener hijos y no pueden. A todo ello ha unido la perspectiva de género y la necesidad de abundar en el reparto de los cuidados, el tiempo de trabajo y la conciliación.
Coincide con Moruno en que no se trata de un escenario coyuntural. “Solo hay que ver el número de contratos que encadena un joven a lo largo de un año para poder estar empleado: entre cinco y ocho contratos, y eso para conseguir después un contrato indefinido, cuando el 40% de ellos ni siquiera llega un año de duración”.
Son circunstancias, afirma el economista, que se derivan de la reforma laboral de 2012 y que tienen que ver con una estrategia de políticas para mejorar la competitividad “fomentando la precariedad”. “Dentro de esto, hay un fraude masivo de las figuras de contratación laboral que ha llevado a un enquistamiento de la situación. Y la solución no tiene que ver con subvenciones, sino con modificar la perspectiva, entender que la contratación temporal no es una medida de entrada al mercado de trabajo y no debe normalizarse”.
Respecto al hecho de que junto con las actuales tasas de paro juvenil también se esté produciendo un envejecimiento de la población, Uxó se pregunta cómo es posible que se planteen medidas de recorte del estado de bienestar a través de las pensiones mientras que, a la vez, “a una parte de la población, como los jóvenes, les ponemos todas las dificultades posibles”. Es un “círculo vicioso”, concluye, del que solo se puede salir modificando la reforma laboral pero también con nuevas políticas en innovación, en empleos de calidad, en transición energética, en formación, en infraestructuras sociales y en dependencia.