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Ausencia del Corpus

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Más que nunca se notará por los toledanos la ausencia de las tradiciones este año. El pasado año lo aceptábamos como un profiláctico obligado, traumatizados por la epidemia que nos asola. Hoy, los olvidadizos seres humanos nos hemos lanzado a una loca carrera de recuperar el tiempo perdido buscando en cada brizna, cada atisbo de libertad, un remedo de fiesta por aquellas que se nos han negado durante más de un año.

Tanto es así que el cabildo de la catedral, en un alarde de imaginación saca la Custodia un poco, solo unos metros, para dar a toledanos y visitantes una señal inequívoca de que el fin de la epidemia se acerca. No entendemos tanto el dispendio, no sabemos si por parte de la corporación municipal o de la Junta Pro-Corpus al levantar “arcos triunfales” por donde no se espera pase la custodia, arreglos que se podrían haber centrado en la plaza del Ayuntamiento.

Sírvanos este periodo de ayuno festivo para recapacitar sobre lo que queremos hacer con nuestras tradiciones, con algo que organizadores y participantes pueden pensar que es una celebración religiosa, que los más lo celebran como un mero gozo estético y que para algunos se convierte en un mero reclamo para hacer caja.

Juan Miguel Ferrer declaraba hace pocos días, en la presentación de un trabajo de investigación sobre un repertorio de villancicos de Francisco Juncá que la Iglesia Primada ha enriquecido a lo largo de la historia el arte en torno a la liturgia y la eucaristía. Ábrase por tanto el cabildo catedralicio a incorporar arte contemporáneo a sus colecciones, actualizar el ornato que solemniza la salida de la custodia a las calles toledanas. El encargo de una misa de Corpus, una cantata o un villancico podría ser el inicio de esa senda a la modernidad que debería andar, tarde o temprano, la iglesia toledana.

Otro tanto vale para instituciones seculares que poco o nada se implican en una  fiesta que transciende lo puramente religioso. La Universidad de Toledo -cuyos miembros si se apresuran a sumarse al cortejo-, y los miembros del Círculo de Arte, deberían, más allá del adorno de sus tramos procesionales -cosa que el Círculo de Arte no hace pese a estar su sede en la carrera-, aportar al siglo XXI una actualización de sus producciones artísticas, bien en el campo de la creación, o en de la erección de arquitecturas efímeras por la Escuela de Arquitectura.

Precisamente la incorporación de nuevos elementos y significados a la fiesta es lo que distingue al Corpus toledano de los otros declarados Bien de Interés Cultural en Castilla-La Mancha. Los de Camuñas, Elche de la Sierra, Lagartera, Porzuna o  Valverde de los Arroyos, ya que éstos últimos lo son por lo que tienen de valor etnográfico o artístico, pero están fosilizados en su propia esencia, mientras que el toledano, que está declarado Fiesta de Interés Internacional, tiene una magnitud, riqueza y vigencia que, precisamente, es merecedor no sólo de ser declarado Bien de Interés Cultural, sino también tener una dimensión de reconocimiento internacional considerándolo Patrimonio de la Humanidad, y para ello debe de reinventarse constantemente.

Más que nunca se notará por los toledanos la ausencia de las tradiciones este año. El pasado año lo aceptábamos como un profiláctico obligado, traumatizados por la epidemia que nos asola. Hoy, los olvidadizos seres humanos nos hemos lanzado a una loca carrera de recuperar el tiempo perdido buscando en cada brizna, cada atisbo de libertad, un remedo de fiesta por aquellas que se nos han negado durante más de un año.

Tanto es así que el cabildo de la catedral, en un alarde de imaginación saca la Custodia un poco, solo unos metros, para dar a toledanos y visitantes una señal inequívoca de que el fin de la epidemia se acerca. No entendemos tanto el dispendio, no sabemos si por parte de la corporación municipal o de la Junta Pro-Corpus al levantar “arcos triunfales” por donde no se espera pase la custodia, arreglos que se podrían haber centrado en la plaza del Ayuntamiento.