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Las bibliotecas: red de libros, red de sueños

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Hace más de cien años, cuando la Generación del 98 buscaba ilustrar cada rincón de nuestro país, sus miembros cargaban mulas con libros y los llevaban a lugares a los que sus habitantes no tenían la posibilidad de acercarse a una biblioteca o, mucho menos, a una librería (comercios que en la época se encontraban únicamente en capitales de provincia con bastante población). Ellos y sus mulas fueron bibliotecas ambulantes, en ocasiones —quizás la mayoría de las veces—, prestando libros a fondo perdido. Por suerte, la sociedad se dio cuenta de que una biblioteca no era únicamente un lugar que albergaba libros, sino un foco cultural y educativo a la carta.

El Gobierno de Castilla-La Mancha lo sabe y se siente orgulloso de su red de bibliotecas, pues contamos con más de 400. Somos la Comunidad Autónoma con más espacios destinados a la lectura y al préstamo de libros por densidad de habitantes de España, y la segunda en número total de ellos. Pero las bibliotecas se convierten en paredes que almacenan libros si no se gestionan con cerebro. Y las bibliotecas castellanomanchegas lo están. Tenemos unos efectivos preparados para las labores que se suponen a una biblioteca, pero también para las funciones que en los últimos años han ido revelándose como herramientas de animación a la lectura, ya sean mediante talleres de todo tipo, clubes de lectura, cuentacuentos, ‘bookcrossing’, cineclubes, blogs de recomendaciones, certámenes de creación o ilustración, etc. Y lo más llamativo, que las bibliotecas forman una red, una verdadera red como la que forman las neuronas de un cerebro: la información se comparte, fluye y se multiplica, haciendo de la red de bibliotecas una de las bibliotecas más grandes que nuestro país haya podido soñar. Y todavía le quedan innovaciones que ni siquiera las hemos imaginado, pero que en la cabeza de nuestras bibliotecarias y nuestros bibliotecarios ya se están barruntando.

Hoy, 24 de octubre, celebramos el Día Internacional de las Bibliotecas en nuestro país. Multitud de ellas ofrecerán hoy actividades a sus personas usuarias registradas y a las no registradas, porque las bibliotecas no solo son democráticas, sino que están abiertas a todas aquellas personas que sientan un día o miles de días curiosidad por los libros, la lectura, el saber y el descubrir. Queridos lectores, queridas lectoras, posibles lectores y posibles lectoras, sabed que en cualquier biblioteca, ya sea castellanomanchega o no, sois bienvenidos.

Y termino con una cita de Juan Sánchez, quien fue director de nuestra Biblioteca regional y gran defensor de la biblioteca pública y de la animación de la lectura, extraída de su ensayo ‘Elogio de la biblioteca pública’ y que me parece bastante pertinente: “Si los usuarios no dan vida con su presencia, la biblioteca será como un cementerio, un mausoleo, un refugio de silencio y de conservadurismo”.

Hace más de cien años, cuando la Generación del 98 buscaba ilustrar cada rincón de nuestro país, sus miembros cargaban mulas con libros y los llevaban a lugares a los que sus habitantes no tenían la posibilidad de acercarse a una biblioteca o, mucho menos, a una librería (comercios que en la época se encontraban únicamente en capitales de provincia con bastante población). Ellos y sus mulas fueron bibliotecas ambulantes, en ocasiones —quizás la mayoría de las veces—, prestando libros a fondo perdido. Por suerte, la sociedad se dio cuenta de que una biblioteca no era únicamente un lugar que albergaba libros, sino un foco cultural y educativo a la carta.

El Gobierno de Castilla-La Mancha lo sabe y se siente orgulloso de su red de bibliotecas, pues contamos con más de 400. Somos la Comunidad Autónoma con más espacios destinados a la lectura y al préstamo de libros por densidad de habitantes de España, y la segunda en número total de ellos. Pero las bibliotecas se convierten en paredes que almacenan libros si no se gestionan con cerebro. Y las bibliotecas castellanomanchegas lo están. Tenemos unos efectivos preparados para las labores que se suponen a una biblioteca, pero también para las funciones que en los últimos años han ido revelándose como herramientas de animación a la lectura, ya sean mediante talleres de todo tipo, clubes de lectura, cuentacuentos, ‘bookcrossing’, cineclubes, blogs de recomendaciones, certámenes de creación o ilustración, etc. Y lo más llamativo, que las bibliotecas forman una red, una verdadera red como la que forman las neuronas de un cerebro: la información se comparte, fluye y se multiplica, haciendo de la red de bibliotecas una de las bibliotecas más grandes que nuestro país haya podido soñar. Y todavía le quedan innovaciones que ni siquiera las hemos imaginado, pero que en la cabeza de nuestras bibliotecarias y nuestros bibliotecarios ya se están barruntando.