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El 19 de diciembre de 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 66/170 en la que declaraba el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña, con el objeto de reconocer los derechos de las niñas y los problemas extraordinarios a los que las niñas se enfrentan en todo el mundo.
Entre la población mundial, hay mil cien millones de niñas. Las de nuestro entorno, por lo general, tienen unas condiciones de vida con todas las necesidades cubiertas, tanto afectivas como materiales. Pero, desgraciadamente, ésta no es la situación de millones de niñas por todo el mundo. Hay muchas que ayudan en casa, trabajan junto a sus familias y cuidan de sus familiares mayores y menores. Algunas, las más afortunadas, van al colegio y tienen tiempo para jugar con sus amigas y amigos. Su progreso no es solo bueno para ellas, lo es para toda la sociedad. Las niñas están para cambiar el mundo y la actual generación debe poder hacerlo en mejores condiciones que las anteriores.
Todos, niños y niñas, tendrán que enfrentarse a un nuevo mundo cambiante, con las herramientas que la sociedad les proporcione, aunque no todos partirán con las mismas ventajas.
Solo dos tercios de los países en desarrollo han logrado que las mujeres accedan a la escuela en las mismas condiciones que los hombres en educación primaria, muchas niñas sufren aún prácticas terribles como la ablación, otras son obligadas a casarse muy jóvenes y en general se las discrimina en el acceso a cualquier beneficio social cuando en la familia hay hijos varones.
Para entender estas dolorosas diferencias únicamente tenemos que mirar algunas cifras: Treinta y un millones de niñas que están en edad de cursar estudios de primaria se encuentran en el mundo sin escolarizar, un 13% más que niños. Se calcula que diecisiete millones de esas niñas nunca podrán asistir a un colegio.
Treinta millones de niñas corren el riesgo de sufrir la práctica de la mutilación genital en los próximos 10 años.
Cada siete segundos, una niña menor de 15 años es obligada a casarse en algún lugar del mundo.
En 2016, de los veintiún millones de víctimas de trabajo forzoso en todo el mundo, tres cuartas partes son niñas, sobre todo en situaciones de explotación sexual forzada.
El sesenta por ciento de los mil millones de jóvenes que entrarán en el mercado laboral en la próxima década son mujeres, ellas serán todavía más vulnerables que sus compañeros ante trabajos no estructurados, mal pagados y frecuentemente sometidas a abusos y explotación laboral.
El origen de la violencia de género no es otro que esta discriminación que desde siempre vienen sufriendo las mujeres al asignársele históricamente en las leyes distintos derechos y funciones que los reservados a los hombres, y en general subordinados a los de estos.
La lucha contra esta violencia debe hacerse con medios coercitivos y punitivos, pero también preventivos. Es desde la educación y la socialización conjunta de niños y niñas en ambientes de igualdad desde donde de forma más efectiva se lucha no sólo contra la violencia de género actual, sino contra la violencia futura. Una coeducación efectiva y eficiente, desde las edades más tempranas. Cuanto antes mejor.
Las niñas deben ser educadas para distinguir las situaciones de desigualdad y discriminación, para usar las herramientas a su disposición contra la violencia que pueda ejercerse sobre ellas, y también tiene que tener por objetivo empoderarlas para ser autónomas, para ser capaces de superar situaciones de violencia, en el caso que llegaran a producirse.
Solo será posible eliminar la violencia de género a través de la construcción de una sociedad más igualitaria e inclusiva desde los primeros años de vida, en la que el género no limite ni las capacidades, ni el talento, ni las aspiraciones de ninguno de sus miembros.
El empoderamiento de las niñas y la inversión en ellas son fundamentales para el crecimiento económico, el logro de todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, incluida la erradicación de la pobreza y la pobreza extrema. La participación significativa de las niñas en los asuntos que les afectan, son clave para romper el ciclo de discriminación y violencia y para promover y proteger el goce pleno y efectivo de sus derechos humanos. Este empoderamiento debe incluir su participación activa en los procesos de toma de decisiones de las comunidades, regiones y estados.
Quiero aprovechar este Día Internacional de la Niña para animar a todos los agentes involucrados, de una manera u otra en educación, asistencia, colaboración internacional o cualquier otro ámbito implicado en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a que sigan trabajando, a que continúen mejorando las cifras. Aunque queda mucho por hacer, no debemos olvidar los logros obtenidos: como que en los últimos 15 años se haya incrementado la escolarización de las niñas hasta niveles históricos y en algunos lugares del mundo ya el número de niñas que terminan la escolarización obligatoria duplique al de niños. Las mujeres con mayor educación accederán a mejores empleos y beneficios sanitarios, mejorando de este modo ellas mismas y sus hijos. Detrás de cada número hay muchas vidas que se han transformado.
Las niñas están para cambiar el mundo. Las niñas de hoy serán las trabajadoras, madres, empresarias, médicas, profesoras, juezas, policías, jefas de familia y líderes políticos de mañana. Invertir en su potencial actual garantiza un futuro próspero y equitativo, en el que la mitad de los socios de la humanidad participe de ella en condiciones de igualdad y no violencia.
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