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Hoy, tras una visita a Consuegra (Consabura romana), vamos a hacer un apuntes sobre los 'detalles' en la gestión de nuestro patrimonio cultural.
Consuegra es una población que recibe cada vez más visitas turísticas, cuenta con un nutrido equipo de profesionales que los atienden y varios puntos de interés que hacen de esta localidad toledana uno de los destinos individualizados de nuestra región, al menos para pasar una jornada.
Varios son los focos de atención para el visitante: la crestería con los molinos (Bolero, Mambrino, Sancho, Mochilas, Vista Alegre, Cardeño, Alcancia, Chispas, Caballero del Verde Gabán, Rucio, Espartero y Clavileño) a los que hizo universalmente famosos Cervantes, el castillo de la Muela y su pasado romano.
Pero, también, tiene algún elemento que desmerece el conjunto. El magnífico paisaje de la llanura manchega se ve alterado por todas partes por construcciones y elementos de carácter industrial, agropecuario y de urbanización espontánea que disturban la mirada del infinito horizonte que se divisa desde la crestería del Calderico.
En segundo lugar, el propio caserío de la localidad. La destrucción que supuso la inundación de 1891 no justifica el tratamiento que se le da a la edificatoria en la localidad, algo por cierto muy común en toda la Mancha. La construcción tradicional se ha visto sustituida por edificios de todo tipo de materiales, estilos y volúmenes, alterando así el paisaje urbano y desmereciendo lo que pudo ser un espacio más placentero para pasear por sus plazas y calles.
A eso sumamos que hay elementos arquitectónicos que son dignos de mostrarse y que se mantienen ocultos porque se encuentran dentro de las manzanas del caserío. Nos referimos al ábside mudéjar de la que fue Santa María La Mayor, del siglo XIII, declarada BIC, o la Torre y las dependencias que subsisten de lo que fue el palacio del Gran Prior y Casa de la Tercia, hoy establecimiento privado.
También sumamos aquellos inmuebles que permanecen cerrados o fuera del foco turístico, como las Iglesias de San Juan Bautista, la de Santa María la Mayor, antiguo convento de Franciscanos, y la capilla, con una fachada que mezcla el barroco final y el neoclasicismo de la Iglesia del Santísimo Cristo de la Vera Cruz. O los conventos de San José, de Carmelitas y el que fue de Bernardas, hoy dependencias sociales.
Si el museo arqueológico se muestra dignamente en dependencias municipales, hay otros elementos que nos llaman la atención en el tratamiento del patrimonio cultural declarado. Es el caso de las antenas de radio o telefonía que culminan el castillo de La Muela o, más llamativo si cabe, es el estado en que se halla la presa romana, situada a apenas 5 kilómetros de la localidad, a la que se accede, no sin cierta dificultad por falta de una indicación adecuada, y el visitante se encuentra que está sin un tratamiento adecuado y desprotegida: no hay un paseo lateral que facilite su contemplación y los arados prácticamente llegan al borde de lo que es la presas más grande del imperio romano de occidente, como informan las cartelas, de más de 600 metros de longitud, un monumento declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Convenía pues una adecuación del entorno y su protección mediante una delimitación clara del espacio, además de poder visitar los únicos restos del acueducto que llevaba el agua a la población.
Si los restos romanos del circo no se aprecian por haberlo tapado el crecimiento urbano, más hiriente es, si cabe, el estado en que se encuentran los 'estanques romanos' de “Las Pozas”, situadas en la carretera de Valdespino, a unos tres kilómetros del núcleo urbano. Un sistema hidráulico que utilizamos para bañarnos en verano y que hoy, merced a la bajada del nivel freático, se está deteriorando.
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