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“En Portugal emigran una media de 330 personas al día, lo que supone unas 10.000 al mes. Este éxodo, mayor que el producido durante la época colonial y la dictadura, es insostenible para un país de 10 millones de habitantes. Y no sólo se exilian los jóvenes: también hay personas de 50 ó 60 años, la mayoría de ellas sin formación, forzadas a abandonar el país para encontrar un empleo. Pero la competencia en los lugares de destino es alta, y ya hay portugueses durmiendo en las calles de Viena y Londres”, afirma Cristina Semblano, economista y miembro del Bloco de Esquerda, en su intervención en el debate 'La nouvelle émigration et la précarité en Europe', que se celebró el pasado sábado en la Fête de l’Humanité de París. Allí, miembros de varios partidos de izquierdas del sur de Europa denunciaron el exilio de miles de ciudadanos europeos a causa de la crisis y la política económica de la Unión Europea.
Alejo Beltrán, coordinador de Izquierda Unida-Francia, es un claro ejemplo de esta nueva emigración: él tuvo que dejar España hace cuatro años para buscar trabajo como fisioterapeuta en Francia. Los salarios y la duración de los contratos que tenía en nuestro país eran demasiado precarios como para poder gozar de estabilidad económica, lo que se debe, según él, a “un sistema económico que no funciona, así como a las medidas adoptadas por la Unión Europea desde hace años, que sólo velan por los intereses del capital y no de las personas”.
La emigración, no obstante, no garantiza hoy en día una buena situación económica. Los portugueses desamparados de Austria e Inglaterra no representan un caso tan excepcional entre los exiliados. En este sentido, el portavoz del partido alemán Die Linke describió las duras condiciones en las que viven muchos migrantes en Alemania, como el caso de “doce trabajadores que dormían por turnos en una habitación de ocho metros cuadrados y que cobraban cincuenta céntimos por hora trabajada en un matadero”, algo propiciado por el hecho de que en el país no exista salario mínimo establecido. Las estadísticas también son significativas: en Alemania hay 7’5 millones de “minijobs” con salarios máximos de 450 euros mensuales, y el 45% de los inmigrantes jubilados viven por debajo del umbral de la pobreza.
Necesidad de solidaridad y movilización de las bases
La crisis económica y el exilio han revivido en Europa conceptos que hasta hace poco parecían anticuados, como la solidaridad. Para Emmanuel, de la agrupación griega Syriza, “en estos momentos es imprescindible mantener una red solidaria para las personas en dificultad, sean migrantes o no”, y cita como ejemplo “las estructuras que existían antes de la crisis de la deuda para atender a los inmigrantes extracomunitarios, y que ahora ayudan a ciudadanos europeos”. “Es muy importante —subraya— que la solidaridad sea para todos porque, de lo contrario, no es solidaridad”.
Pero además de la solidaridad también será necesario un cambio político para mejorar la situación. Por este cambio abogaron todos los participantes en el debate, entre ellos dos militantes de Podemos-París, Maider y Manuel, quienes inciden en la importancia de “movilizar a la gente y responder a las demandas desatendidas por los principales partidos”. Para Maider, emigrante española en la capital francesa, “es inaceptable que el Estado español invierta 200.000 euros en formar a un médico para que este luego tenga que exiliarse”, y apela a la “implicación de todos los ciudadanos para expulsar a la casta que actualmente está en el poder”.
Por su parte María Almena, del movimiento ciudadano Marea Granate, que aglutina a españoles exiliados por todo el mundo, resalta “el potencial de las plataformas ciudadanas para movilizar a las personas y servir de nexo de unión con los partidos políticos, como ha ocurrido en la campaña de Marea Granate por el voto de los exiliados españoles en las últimas elecciones europeas”.
Pedagogía contra la xenofobia y el racismo
El fenómeno de la emigración suele conllevar un incremento del racismo y la xenofobia. Paradójicamente, el inmigrante extracomunitario es mirado con recelo en los países del sur de Europa, igual que el portugués o el español comienza a ser mal visto allá donde va a buscar trabajo. De ahí el auge electoral de partidos xenófobos como Amanecer Dorado en Grecia o el Frente Nacional de Le Pen en Francia. Para contrarrestar esta tendencia, Manuel insiste en la “necesidad de hacer pedagogía democrática sobre la emigración y crear una red de ayuda tanto para los emigrantes europeos como para los que llegan desde fuera de Europa, de modo que se respeten los derechos de todos”.
Para Emmanuel, de Syriza, es necesario acabar con la tendencia impuesta por la clase dominante de “dividir y clasificar a los ciudadanos según su lugar de origen”, ya que “el capitalismo necesita separar a los trabajadores y enfrentarlos entre sí para que no se rebelen contra las condiciones impuestas”.
A nivel comunitario, el portavoz de Die Linke aboga por la “apertura de las fronteras europeas y la supresión de la agencia Frontex”, y defiende el establecimiento de una “política humana con derechos iguales para todos y una Seguridad Social para todos”.
Lucha conjunta de países y deuda ilegítima
Según Sandro de Cecco, del partido italiano Refondazione Comunista, la movilización ciudadana y política no podrá hacer cambiar la situación actual si no se produce de forma coordinada y a escala supranacional. Para De Cecco, “es necesario establecer una unión entre los partidos de izquierdas de Europa, principalmente del sur, para poder ejercer suficiente influencia en la Unión Europea, pues los países pueden hacer poco por sí solos”.
En este sentido incide Alejo Beltrán, para quien “es necesario organizar un contrapoder en el que estén los partidos de izquierda europeos”, que asimismo “cuenten con las bases, porque el capital no nos dejará hacer nada si llegamos al poder y no tenemos con nosotros el apoyo de la ciudadanía”.
La deuda constituye, asimismo, un asunto clave para el cambio político. De hecho, el comienzo de la transformación puede venir, según varios de los ponentes, por “reconsiderar la deuda”, que, en palabras de Fabio Amato, Secretario del Partido de la Izquierda Europea, “se utiliza como arma ideológica para explotar a los trabajadores pese a que la austeridad no ha hecho más que aumentar la deuda de los países”. Si bien es cierto que hay diversidad de opiniones al respecto, Cristina Semblano, Miguel, Emmanuel y Alejo Beltrán lo tienen claro. Para ellos, se debería “anular una parte sustancial de la deuda, aquella que es ilegítima”.
“En Portugal emigran una media de 330 personas al día, lo que supone unas 10.000 al mes. Este éxodo, mayor que el producido durante la época colonial y la dictadura, es insostenible para un país de 10 millones de habitantes. Y no sólo se exilian los jóvenes: también hay personas de 50 ó 60 años, la mayoría de ellas sin formación, forzadas a abandonar el país para encontrar un empleo. Pero la competencia en los lugares de destino es alta, y ya hay portugueses durmiendo en las calles de Viena y Londres”, afirma Cristina Semblano, economista y miembro del Bloco de Esquerda, en su intervención en el debate 'La nouvelle émigration et la précarité en Europe', que se celebró el pasado sábado en la Fête de l’Humanité de París. Allí, miembros de varios partidos de izquierdas del sur de Europa denunciaron el exilio de miles de ciudadanos europeos a causa de la crisis y la política económica de la Unión Europea.
Alejo Beltrán, coordinador de Izquierda Unida-Francia, es un claro ejemplo de esta nueva emigración: él tuvo que dejar España hace cuatro años para buscar trabajo como fisioterapeuta en Francia. Los salarios y la duración de los contratos que tenía en nuestro país eran demasiado precarios como para poder gozar de estabilidad económica, lo que se debe, según él, a “un sistema económico que no funciona, así como a las medidas adoptadas por la Unión Europea desde hace años, que sólo velan por los intereses del capital y no de las personas”.