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La inevitable peatonalización del Casco Histórico de Toledo

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Me cuenta mi amigo Víctor que en Almagro el debate en torno a la peatonalización se acabó el día que en la plaza Mayor un tractor mató a un niño. Es verdad que ahora nos parece inconcebible que hubiera un momento en que esta maravillosa plaza estuviera llena de coches y no de niñas correteando y madres tomando cañas. Cuando paso por la calle Preciados en Madrid me ocurre lo mismo.

Como sabemos, en la mayor parte de los procesos de peatonalización sucede que algunos de los que con los años serán sus máximos beneficiarios se ponen del lado del ruido y la contaminación y hacen todo lo posible porque los coches y los camiones sigan circulando a dos metros del escaparate de sus comercios. Es verdad que luego cuando ven el aumento exponencial de sus beneficios la cosa empieza a cambiar… Por lo que sea, a la gente que va paseando con tranquilidad le da por comprar con más frecuencia que al que va subido en un coche a 50 kilómetros por hora.

Como existen multitud de razones para peatonalizar un espacio, desde la lucha contra el cambio climático hasta que mi vecina que varía cada semana el menú de sus gatos callejeros no muera atropellada, me centraré en mi ombligo. Entendido ombligo, eso sí, como aquello que más me interesa y afecta. El egoísmo de un padre modernito no tiene límites y querer que sus hijos puedan ir solos al colegio del barrio sin que les pase por encima un 4×4 buscando aparcamiento es solo un ejemplo más.

Es verdad que en los últimos años (o décadas) en el Casco Histórico de Toledo se han quitado coches de algunas plazas en la que su presencia no aportaba gran cosa. La plaza del Ayuntamiento de Toledo y Cristina Iglesias, la plaza del Salvador o la plaza de San Agustín no tenían nada que envidiar a Desguaces La Torre. Por estos años también comenzó a aparecer nuestro amigo el pivote retráctil.

Con efectos positivos en algunas calles y puede que no tanto en otras. Me explico. Aunque según los datos que tenemos esta medida ha supuesto una bajada del número total de vehículos, en ocasiones parece que la puesta en marcha de ejes de peatonalización satura más todavía los ejes habilitados para la circulación (caminar por la calle Alfileritos o por Bajada del Barco a veces es muy complicado).

El caso es que, a mi juicio, o apostamos por una peatonalización integral donde únicamente puedan acceder vecinas y vecinos, servicios esenciales y repartos, o no conseguiremos que la dinámica cambie de manera clara y respirable. Que el Casco sea realmente ese paraíso en la tierra que algunos defendemos. Ese sitio donde las niñas y los niños jueguen sin preocuparse más de las motos que de su amigo, y podamos disfrutar de la vida, de la ciudad y del apareamiento de las palomas.

De cómo los vehículos a motor están deteriorando el Patrimonio monumental (en casos como el Palacio Episcopal desde dentro, incluso) o de la escasa valentía de algunos equipos de gobierno, ya hablamos en otro momento. Hoy simplemente quiero animar a la ciudadanía del Casco a que lo convirtamos en el nuevo Berlín ;-). Por ejemplo.

Me cuenta mi amigo Víctor que en Almagro el debate en torno a la peatonalización se acabó el día que en la plaza Mayor un tractor mató a un niño. Es verdad que ahora nos parece inconcebible que hubiera un momento en que esta maravillosa plaza estuviera llena de coches y no de niñas correteando y madres tomando cañas. Cuando paso por la calle Preciados en Madrid me ocurre lo mismo.

Como sabemos, en la mayor parte de los procesos de peatonalización sucede que algunos de los que con los años serán sus máximos beneficiarios se ponen del lado del ruido y la contaminación y hacen todo lo posible porque los coches y los camiones sigan circulando a dos metros del escaparate de sus comercios. Es verdad que luego cuando ven el aumento exponencial de sus beneficios la cosa empieza a cambiar… Por lo que sea, a la gente que va paseando con tranquilidad le da por comprar con más frecuencia que al que va subido en un coche a 50 kilómetros por hora.