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Los profesores de Geografía e Historia ya no pueden explicar a sus alumnos y alumnas el sentido histórico de la Topografía de la ciudad. Cuando era joven leí con fruición los volúmenes que Julio Porres Martín-Cleto escribió sobre la Historia de las calles de Toledo, como posteriormente hice con la actualizada reedición de la obra. Como profesor, paseé con los alumnos y alumnas por la ciudad explicando el uso de barrios y arrabales, la tipología de las casas, palacios, iglesias y palacios, recorrí sus calles y plazas indicando las características de cada una de ellas mientras que las fachadas nos iban hablando sobre la diferencia de siglos y estilos, adarves fosilizados, existencia de 'corrales', mesones y modestas tiendas gremiales.
La Cuesta de Belén -oficialmente Toledo de Ohio-, comenzaba por la zona dedicada al textil junto a la calle Ancha, pasando, para terminar con el gremio de plateros en la calle de la Plata, atisbando el Mesón del Lino desde la plazuela de Clérigos Menores que ocupara el gremio de drogueros, atravesando la salida del corral dedicado al hierro -Calle cadenas-, la plazuela de la Ropería y callejón de Sombrerería o la vecina calle de Cordonerías. Aún señalaba los ejemplos que en los comercios quedaban de estas actividades: tejidos, sombreros o pasamanería, joyerías o ferreterías, droguerías o boticas. Negocios que habían pasado de padres a hijos y que aún mantenían el aire bullicioso que siglos y siglos de actividad les habían impregnado, renovando únicamente escaparates o mobiliario. También daba sentido la vida urbana a la existencia de la imagen de la Virgen de Belén, la placa dedicada a la visita de los representantes de la ciudad de Toledo de Ohio o la existencia de la mudéjar torre de electricidad que habla de empresas locales dedicadas a la industria, como lo era hasta hace poco el edificio que albergaba el Banco de Toledo.
Vean la imagen, ha cerrado la farmacia que arropaba a uno de tantos rincones de sabor toledano, donde la droguería vecina servía para explicar a las nuevas generaciones el uso popular de la palabra droga como principio curativo, la existencia de la 'rebotica' como lugar para elaborar las recetas que el galeno en un lenguaje de iniciados señalaba al boticario para que mezclara “según arte” los activos con ayuda del mancebo ayudante, a la vez que servía para establecer sabrosas tertulias literarias o políticas.
Probablemente se instalará una franquicia, aunque, a juzgar por el vecino local, que funcionó hasta su derribo como Fundüc, Mesón u Hotel de Lino desde el siglo XIV, y posteriormente fue ocupado por una entidad bancaria, quedará sin uso. Y los pisos superiores donde habitaba el farmacéutico no sabemos si se habilitará como vivienda o, lo que nos tememos, para apartamentos turísticos.
Y es que no hay vecinos, no hay enfermos que curar. La calle, como las aledañas, es una sucesión de casas abandonadas o casi vacías, ocupadas esporádicamente por saludables turistas que ocupan apartamentos turísticos. El farmacéutico habrá oído que una manzana entera -once inmuebles- nunca van a ser ocupados por vecinos sino que se dedicarán a “crear riqueza”, es decir, fruto de una inversión de una cadena hotelera que modificará viejas estructuras urbanas para crear un establecimiento que va a ser ocupado por turistas que, eso sí, forzarán a decenas de empleados a subir al casco histórico todos los días a trabajar.
No importará la ausencia de esta farmacia, ni de la vecina droguería especializada en pintura, ni la única ferretería que apenas sobrevive reproduciendo llaves que probablemente cierren definitivamente sus puertas. Los escasos vecinos, turistas o trabajadores pedirán por internet aquellos productos que deseen y en 24 horas se les servirá desde grandes plataformas. A este paso ni las tiendas de recuerdos sobrevivirán. A la vuelta del viaje el turista, cómodamente desde su domicilio, escogerá aquél objeto que mejor le evoque el recuerdo de la visita ¿O será virtual?.
¿Se dan cuenta de la importancia que tiene este establecimiento? Todo un emblema de la historia de nuestra ciudad. Y del presente.
Los profesores de Geografía e Historia ya no pueden explicar a sus alumnos y alumnas el sentido histórico de la Topografía de la ciudad. Cuando era joven leí con fruición los volúmenes que Julio Porres Martín-Cleto escribió sobre la Historia de las calles de Toledo, como posteriormente hice con la actualizada reedición de la obra. Como profesor, paseé con los alumnos y alumnas por la ciudad explicando el uso de barrios y arrabales, la tipología de las casas, palacios, iglesias y palacios, recorrí sus calles y plazas indicando las características de cada una de ellas mientras que las fachadas nos iban hablando sobre la diferencia de siglos y estilos, adarves fosilizados, existencia de 'corrales', mesones y modestas tiendas gremiales.
La Cuesta de Belén -oficialmente Toledo de Ohio-, comenzaba por la zona dedicada al textil junto a la calle Ancha, pasando, para terminar con el gremio de plateros en la calle de la Plata, atisbando el Mesón del Lino desde la plazuela de Clérigos Menores que ocupara el gremio de drogueros, atravesando la salida del corral dedicado al hierro -Calle cadenas-, la plazuela de la Ropería y callejón de Sombrerería o la vecina calle de Cordonerías. Aún señalaba los ejemplos que en los comercios quedaban de estas actividades: tejidos, sombreros o pasamanería, joyerías o ferreterías, droguerías o boticas. Negocios que habían pasado de padres a hijos y que aún mantenían el aire bullicioso que siglos y siglos de actividad les habían impregnado, renovando únicamente escaparates o mobiliario. También daba sentido la vida urbana a la existencia de la imagen de la Virgen de Belén, la placa dedicada a la visita de los representantes de la ciudad de Toledo de Ohio o la existencia de la mudéjar torre de electricidad que habla de empresas locales dedicadas a la industria, como lo era hasta hace poco el edificio que albergaba el Banco de Toledo.