De restauraciones o reinvenciones

Es verdad que los acontecimientos cada vez sufren mayor aceleración. Serán los tiempos. La capacidad de acción de las instituciones, junto con los avances técnicos y la disponibilidad de medios de comunicación cada vez más inmediatos y con una dimensión multiplicadora mayor, hace que las intervenciones, las noticias y los debates se atropellen unas a otras sin apenas darnos tiempo a reaccionar, reflexionar o siquiera asimilarlo.  

Este nuevo estado de cosas da cabida a nuevas formas de gestionar el patrimonio cultural y a nuevos perfiles de entre los profesionales que se dedican a ello enriqueciendo no solo el trabajo arqueológico, sino, sobre todo, la dimensión social y cultural que debe tener toda actuación que, por mandato constitucional, se realiza en beneficio de la comunidad.

Pero también tiene efectos perniciosos. Hay arqueólogos que buscan, necesitan, mantener la atención sobre su trabajo y, siendo legítimo y preciso divulgar las intervenciones que se realizan, sienten la necesidad de aportar aquello que los periodistas, necesitados de titulares, ofrecen como “nuevos descubrimientos” o “elementos inéditos”, a veces basándose solo en indicios o hipótesis. De esta forma también se publican artículos o se dan conferencias sobre una “posibilidad” o una nueva teoría que, a los ojos del gran público, supone efectivamente la revelación de una novedad que ha logrado captar la atención.

Algo de positivo tiene, ya que así posibilita el interés por épocas lejanas, culturas poco conocidas o lugares que probablemente se conviertan en destino turístico, cuando no sirvan de excusa para que lo recreen novelistas, cineastas o empresas que tienen la historia o el patrimonio como reclamo a sus negocios. 

Al mismo tiempo, esta dinámica divulgadora es un acicate para que los arqueólogos, instituciones o empresas publiquen los resultados de las investigaciones. A veces empujados por la opinión pública o por asociaciones culturales que quieren completar aquello que atisban con las novedades expuestas.

El problema es cuando de lo puramente intangible o recreación virtual se pasa a la práctica de la intervención, ya sea restauradora o de adecuación de un bien patrimonial a su uso, ya sea de carácter institucional, empresarial, social o cultural. 

Nos fijaremos en varias intervenciones que, en la ciudad de Toledo, nos han llamado poderosamente la atención en estos últimos tiempos: el Salón rico de los Trastámara en el Corral de Don Diego o la mezquita de Tornerías, aunque ejemplos ya vimos en la mezquita del Cristo de la Luz y en otros monumentos de conjunto histórico. De la mezquita de Tornerías ya hablamos de su fachada a la plaza del Solarejo, alertados por el diseño, materiales y texturas que se utilizaban para captar la atención del paseante hacia la entrada al monumento.

Las llamadas de atención por parte del arquitecto director del proyecto no han parado ahí, ahora vemos que, hacia la calle de Tornerías, o Pescaderías, se han rellenado los vanos con unos arcos de medio punto realizados con ladrillo en rosca con cimbra, añadiendo más confusión a la lectura de un monumento que, por lo que sabemos, tiene una estructura compleja por la reutilización que se ha realizado a través de distintas épocas y culturas, que han ido superponiendo diversos elementos arquitectónicos que hoy le conforma. Nos preguntamos qué criterios se han utilizado para la utilización de estos elementos que se han incorporado a esta emblemática fachada. 

La solución dada al exterior del Salón Rico del Corral de Don Diego, restos del palacio de los Trastámara, es más compleja, ya que el elemento arquitectónico queda aislado de un contorno que ya de por sí ha sufrido bastantes alteraciones a lo largo de los últimos años. Su adecuación como nuevo viario urbano y a la vez lugar con prestaciones de servicios económicos sociales y culturales es un reto para el Consorcio de la Ciudad de Toledo que, sin duda, logrará disimular los entuertos anteriores y enriquecer ese entorno urbano hasta ahora degradado. Paradójicamente aquí sí, probablemente alguien crea que se ha echado una mano a que la “realidad virtual” sea más verosímil.