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Los 'cocos' o los 'comeniños' no solo asustan, también ayudan a mantener vivas las tradiciones

Mascaritas y el tío Aliguí, en Salmerón (Guadalajara)

Francisca Bravo Miranda

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Botargas, hadas o el hombre del saco. Duendes, fantasmas, o incluso, ¡sirenas! Son solo algunos de los seres mitológicos que pueblan el imaginario castellanomanchego, historias contadas de generación en generación que moldean la manera en la que se observa y se vive la realidad.

Pero la mitología que se mantiene viva en cada uno de los pueblos es mucho más que una historia, y así lo defiende el diseñador, comunicador y experto en desarrollo rural, Marcel Félix de San Andrés Sánchez (Villanueva de San Carlos, 1957) en Cocos, fantasmas y otros mitos de Castilla-La Mancha (Océano Atlántico Editores, 2024). El libro es un extenso compendio basado no solo descripción de estos entes que pueblan el imaginario colectivo, sino también en entrevistas y testimonios que confieren a la mitología un lado humano.

Los seres de fantasía 'nacen' por boca de las personas reales muchas generaciones atrás, explica Marcel, que trabaja en el medio rural castellanomanchego desde 1995. Entonces, su labor para recopilar el rico legado de la ensoñación popular comenzó en la comarca del Parque Nacional de Cabañeros, entre Toledo y Ciudad Real. “Fue el primer contacto que tuve con esta parte de la cultura y decidí integrarlo en mi trabajo de desarrollo rural”.

Tras 20 años trabajando como técnico de desarrollo rural, ha descubierto que en todos los rincones de Castilla-La Mancha existe su mito propio. O una tradición. O una leyenda. “Es lo que les diferencia”, asegura el autor, que también explica que es parte de probablemente la última generación “que se ha sentado al lado de su abuela junto a una chimenea a escuchar historias”.

“Al igual que todas las zonas rurales tienen un paraje natural que merece la pena, un río, una cueva, muchos de ellos tienen un mito, una leyenda, una tradición que los diferencia”. Los 'cocos', que pueden adoptar distintas formas, no son figuras pensadas para asustar, sino que tienen detrás “connotaciones educativas” y también sirven para mantener vivas las tradiciones.

Existen ejemplos muy curiosos, como uno que me contó el alcalde de Abenójar. Su madre le hablaba de las procesiones de ángeles, que iban a venir si se acostaba sin cenar. Claro, el hambre luego no te deja dormir

“La labor, el objetivo fundamental que tenían nuestros mayores a la hora de utilizar los cocos no era tanto asustarnos, sino educarnos y prevenir”, explica el autor. Por ejemplo, esos cocos que hacen que nos vayamos temprano a casa, que no nos acerquemos a un río o a una cueva. La riqueza de los mitos y tradiciones mutan, dependiendo de la zona, en una mano negra, en un duende... En pueblos como Buendía (Cuenca) o Piedrabuena (Ciudad Real) el escritor también ha encontrado ejemplos de sirenas, que también realizan las funciones de cocos o comeniños.

“Existen ejemplos muy curiosos, como uno que me contó el alcalde de Abenójar. Su madre le hablaba de las procesiones de ángeles, que iban a venir si se acostaba sin cenar. Claro, el hambre luego no te deja dormir”, explica Marcel.

“La mitología de Castilla-La Mancha es una de las más ricas y potentes de España”, asegura el experto. Pero también es una de las más desconocidas, puntualiza. Este universo imaginario se ha ido enriqueciendo gracias a la influencia de todas las mitologías regionales. Al ser un territorio de paso, Castilla-La Mancha bebe de mitos y tradiciones que llegan de todos los puntos del país. “No podemos olvidar que la trashumancia ha sido un importante motor de intercambio cultural entre las gentes del norte y del centro”.

Pastores leoneses, sorianos, zamoranos, incluso gallegos o asturianos llegaron hasta lo que hoy es Castilla-La Mancha, relata el autor, compartiendo sus propios mitos y seres mágicos, que se han mezclado con las historias que llegan, incluso, desde época prerromana. “Tenemos una historia de asentamientos que han dejado una riqueza mitológica importantísima”, destaca el autor.

Castilla-La Mancha de ultratumba

Las tradiciones castellanomanchegas también llegan hasta el más allá. “Al igual que en Galicia tienen la Santa Compaña, aquí también hay procesiones de muertos, y muchos elementos relacionados con la ultratumba”, explica el autor, como son los majanos de difuntos, piedras utilizadas para proteger los terrenos de la posible influencia de un alma. Con el tiempo, se creaban metros de altura de protección contra espíritus.

Los pueblos también celebraban el día de los 'santos finaos'. “Mientras el resto del mundo celebra Halloween, aquí lo que ha sido realmente importante ha sido el día de los santos difuntos, los santos 'finaos', en el que las casas se iluminaban con velas y palomillas, un cuenco pequeño con aceite y una mecha que duraba encendido exactamente un día”, explica el experto.

La palomilla era una manera de orientar a los antepasados, a los difuntos que iban a la casa para que supieran por dónde tenían que moverse y también para que pudieran irse. “Por mucho que quieras a tus antepasados, no quieres que se queden permanentemente en tu casa”, reflexiona. Y aunque antes se hablaba de las ánimas benditas y los fantasmas, hoy se habla más bien de la chica de la curva o el uso de las ouijas. “Pero todos son personajes igualmente válidos, que pueblan nuestro rico mundo de ultratumba”, asevera Marcel.

“El curanderismo es tan antiguo como la humanidad”

Las brujas y las curanderas son dos personajes que surgen en el imaginario colectivo, relacionados con el uso de las plantas para curarse. “El curanderismo es tan antiguo como la humanidad”, explica el autor. Según la investigación que ha llevado a cabo, en la región se mantienen aún unas personas dedicadas a la curandería en la región. “Hay gente que siente padecer el mal de ojo y prefiere ir a una curandera antes que recurrir a la medicina tradicional”, afirma.

Marcel señala el claro caso de la localidad de Daimiel, que se autoproclama como el pueblo de las brujas y explota este atractivo de diferentes maneras. “Es una estrategia turística muy interesante, porque se han convertido oficial y públicamente en el pueblo de las brujas. Pero realmente es el pueblo de las curanderas”, asegura.

Según sus investigaciones, la localidad manchega era famosa entre los siglos XVI y XVIII por la cantidad de curanderos y curanderas, que servían como un polo de atracción de personas “de toda la región”. “Está incluso documentado que algunos miembros de la Familia Real hicieron uso de algunas de las curanderas o curanderos famosos de Daimiel”, resalta.

Pero con la curandería entra también la Inquisición. “Si alguien denunciaba a una curandera por bruja, la Inquisición la juzgaba y la condenaba. Existen en Daimiel unos 13 expedientes sobre brujería, pero realmente ejercían la curandería”, destaca.

Pero el uso de estos mitos y leyendas como un reclamo turístico es algo que el autor también defiende y reivindica, porque resulta una “buena forma” de conservar y garantizar estos recursos históricos e inmateriales. Sin el apoyo de este tipo de medidas, o de trabajos de investigación o recopilación, como el que presenta en su último libro, advierte, “la sabiduría popular que es herencia de miles y miles de años correría el serio riesgo de desaparecer”.

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