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Siempre -y todo lo que viene a continuación es una reflexión personal, cargada de conocimientos por mis estudios y formación- me he planteado cuál era el final de mi intervención, y cuál el principio de autonomía de las personas con las que trabajaba. Dónde terminaba mi decisión y mi intervención en crear el cambio, y dónde la autonomía de las persona con la que trabajaba.
Esta reflexión aparentemente simple me hace cuestionar muchos de los planteamientos éticos de los profesionales que a menudo rodean mi trabajo, y que diariamente se enfrentan a situaciones, o nos enfrentamos a situaciones de una complejidad extrema, en cuanto a las decisiones a tomar, y si estas están dentro de un código ético, y están dentro de la deontología de nuestro trabajo, y si pragmáticamente son acercadas.
Entre los principios en los que basamos el trabajo social nos encontramos respeto a la dignidad de las personas, a su autonomía, la promoción del bienestar social y la justicia social, sin olvidar el feminismo o enfoque de género. (Al final aparecen los principios éticos del Trabajo Social, declaración de la organización mundial del Trabajo Social).
Y si a todo esto le añadimos un plano ya necesario en nuestra sociedad, que es el de la diversidad cultural, complejizamos mas la intervención. Pues tenemos que darnos cuenta que en España ya no existe una cultura con valores y principios parecidos, sino que nos enfrentamos a un crisol de culturas, valores, creencias, etc. Nos enfrentamos a la gran complejidad, y a la vez riqueza, de trabajar con muchas nacionalidades y muchas culturas diferentes.
Como hablar de dignidad en el trato de las personas, cuando hay situaciones donde algunos profesionales del trabajo social actuamos como padres y madres de las personas a las que atendemos, y nos encontramos diciendo como han de actuar, en un plano de superioridad, y en muchas ocasiones hasta “regañando” sus conductas, o afeando sus decisiones. Si esto lo ponemos en algunos programas concretos, podemos llevarnos las manos a la cabeza sobre la intromisión innecesaria en las formas de vivir de las personas, y que no corresponden a la intervención en sí, y sí a una concepción de cómo deben vivir las personas, desde una posición etnocentrista del profesional. (Aculturación).
Dejemos de lado aquí la protección de datos o el consentimiento informado, o hasta dónde debemos de llegar en la obtención de datos y registro de los mismos. Decía un profesor hace tiempo, de una formación en Terapias: “Los trabajadores sociales lo primero que hacéis en una atención es registrar datos, sin preocuparos de por qué la persona ha llegado allí”.
En el plano de la Autonomía Personal, muy vinculado a la dignidad, la capacidad de toma de decisiones sobre su presente y futuro, su capacidad de poder elegir entre diferentes opciones, a veces se ve un poco obstruida por la acción de los servicios sociales, que no son otra cosa que las personas que los piensan, o las personas que los gestionan (solo debemos acercarnos a una intervención en gestión de la vivienda, y qué valores ponemos en alza). Ahora bien, si entendemos por Autonomía Personal sancionar a quienes no cumplen con los cánones que nos hemos marcado desde nuestra sociedad, y más aun, quien piense que una persona que viene de otro país, debe sí o sí adoptar la cultura o los hábitos del país de llegada, de un plumazo estamos rompiendo años y años de consenso en cuanto a nuestros principios.
Promoción del Bienestar Social es un término muy amplio, y que pocas veces buscamos entender de dónde viene, o qué significa, y sin ahondar mucho, es una concepción de que debemos trabajar en pro de lo mejor para la sociedad, aunque eso no sea lo mejor para algunas personas. Y quizás un ejemplo es más gráfico. Cuando trabajaba con personas sin hogar, a veces me tocaba decidir entre dejar entrar a dormir en el albergue a una persona con grandes signos de embriaguez, que nada más entrar ya comenzaba su bronca hacia todo, o en su caso hacerle abandonar el centro. La decisión, para mí siempre compleja, era anticiparme a su comportamiento, el cual pudiera ser que se durmiera y no diera “problemas”, o que empezara a discutir y enfrentarse al resto de personas que iban a dormir allí esa noche. Bajo los protocolos y bajo lo que denominábamos normas (que no es otra forma de exclusión más) se trataba de decidir en una noche que pudiéramos llegar a menos 2 grados, si dejar a una persona dormir en la calle, aún teniendo espacio libre en un recurso, y lo justificábamos con su situación de exclusión, que era para la que nos pagaban, para ofrecer ayuda. Al final prima el bien común sobre la individualidad.
Justicia Social es un término quizás más controvertido en esto de los principios del trabajo social, pues deja muy al libre arbitrio de la persona que atiendo, qué es lo que se considera como Justicia y qué se considera como Social, y lo peor aún, cuándo deben ir juntas. Ponemos en muchos casos que la Justicia Social no es la justicia legal, y lo ponemos en un plano de la Moral Humana, entendiendo o pensando que la moral humana es inherente a la persona, y es fruto de su razón, y pensamos que es universal. Y no es más que otro constructo social cultural. La moral viene de los sentimientos, y no de la razón (David Hume)
Sin quererme alargarme más, debemos pensar en servicios sociales desde una perspectiva menos “etnocentrista”, trabajar la diversidad cultural, y quizás incorporar a los diseños de las políticas sociales a expertos antropólogos, para tener una visión más holística de la persona. Pensar que nuestros principios son constructos sociales, y que deben tener su interpretación, y que ninguna cultura está más desarrollada que otra, aunque su tecnología sea diferente.
Nuestra acción debe estar bajo el paraguas de los Derechos Humanos Universales, pero a partir de aquí, debemos trabajar con mayor tolerancia hacia las personas, y más en aquellos contextos culturales muy diferentes.
Declaración Global de los Principios Éticos del Trabajo Social
Reconocimiento de la Dignidad Inherente al Ser Humano.
- Promoción de los Derechos Humanos.
- Promoción de la Justicia Social.
- Promoción del derecho a la autodeterminación.
- Promoción del derecho a la participación.
- Respeto por la confidencialidad y la privacidad de las personas.
- Tratar a las personas como un todo.
Siempre -y todo lo que viene a continuación es una reflexión personal, cargada de conocimientos por mis estudios y formación- me he planteado cuál era el final de mi intervención, y cuál el principio de autonomía de las personas con las que trabajaba. Dónde terminaba mi decisión y mi intervención en crear el cambio, y dónde la autonomía de las persona con la que trabajaba.
Esta reflexión aparentemente simple me hace cuestionar muchos de los planteamientos éticos de los profesionales que a menudo rodean mi trabajo, y que diariamente se enfrentan a situaciones, o nos enfrentamos a situaciones de una complejidad extrema, en cuanto a las decisiones a tomar, y si estas están dentro de un código ético, y están dentro de la deontología de nuestro trabajo, y si pragmáticamente son acercadas.