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Trabajo social y salud

Amparo Castell Sepúlveda

Trabajadora social del SESCAM —

La salud es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano, sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social y como tal se considera en numerosos tratados internacionales y en las constituciones de países de todo el mundo. También es una condición necesaria para que las personas puedan desarrollar una vida activa y productiva, así como para su plena integración en la sociedad.

Sin embargo, es un hecho que existen importantes desigualdades de salud entre países, entre regiones de un mismo país e incluso entre las personas de una misma Zona Básica de Salud.

Las desigualdades sociales en salud son aquellas diferencias injustas y evitables entre grupos de población, definidos social, económica, demográfica o geográficamente, y aparecen en las personas como el resultado de las distintas oportunidades y recursos relacionados con la salud en función de la clase social, sexo, edad, etnia o territorio.

La evidencia científica ha demostrado la importancia de los estilos de vida en la salud de la población y ha confirmado que el contexto social donde desarrollan su vida desempeña un papel fundamental en la etiología y evolución de cualquier enfermedad, entendiendo como determinantes sociales de la salud las circunstancias en que las personas nacen, se desarrollan, envejecen y mueren, así como los sistemas establecidos para combatir la enfermedad, lo que a su vez depende de un marco más amplio de políticas económicas y sociales y de diferentes normativas. De hecho cuando un sistema sanitario pone el énfasis en la asistencia clínica, dejando de lado la atención social, los problemas de salud no se resuelven completamente y, se corre el riesgo de que los recursos sanitarios se utilicen de forma inadecuada.

El desempleo, los problemas económicos, el consumo de drogas, el alcoholismo, la falta de soporte social y las crisis personales y familiares, dan lugar a hiperfrecuentación en las consultas de los centros de salud, incluso en algunas ocasiones son la causa de numerosos ingresos hospitalarios.

Los cambios demográficos y científicos has afectado de forma importante a la dinámica de funcionamiento de los sistemas de salud, destacando el envejecimiento progresivo de la población, la modificación de los estilos de vida, y el aumento de la supervivencia de muchas patologías. Para garantizar el derecho a la salud, es prioritario disponer de un sistema de salud con un enfoque integral que incorpore de forma real la perspectiva biopsicosocial a través de equipos multidisciplinares de atención, compuestos por profesionales de medicina, enfermería y trabajo social, aportando este último su visión social, que completa el diagnóstico integral del individuo.

“El sistema sanitario no puede desatenderse de la realidad social”

El sistema sanitario es responsable de la atención y cuidados de la salud, tanto de los individuos como de los colectivos o grupos sociales de un territorio, aunque a nivel individual la implicación del paciente va en aumento y es imprescindible. No obstante el sistema sanitario, moralmente, no puede desentenderse de la realidad social de las personas que atiende y que presentan a la vez problemas sanitarios y sociales. El Servicio de Trabajo Social, aportando su rol profesional, abarca dichas  magnitudes.

Los trabajadores sociales en salud se pueden definir como una técnica de intervención dentro del campo de la salud y el ámbito social, que promueve el desarrollo de las habilidades personales y actúa sobre el entorno para incidir en los factores que se relacionan con estilos de vida. Como profesionales inmersos en el sistema sanitario, participan de esta tarea (asistencial y preventiva), se ocupan de los aspectos psicosociales del individuo, a través del estudio, diagnóstico y tratamiento de los factores sociales que concurren en el mantenimiento de la salud y en la aparición de la enfermedad de las personas, los grupos y las comunidades, colaborando en potenciar el carácter social de la medicina.

En el plano individual y familiar, aportan alternativas o soluciones a las dificultades/problemas sociales que sufren con la aparición y el desarrollo de la enfermedad, con el objetivo de evitar los desajustes socio-familiares que se producen como consecuencia de la perdida de salud, estableciendo un sistema de participación de los pacientes y/o familiares en la atención individual y la toma de decisiones terapéuticas.

Lo “social” implica todo aquello que está en relación con la sociedad en su conjunto y todos los problemas ligados a la organización de la sociedad, problemas que son de naturaleza física, biológica, psicológica y cultural. Por esta razón, la salud-enfermedad no pueden ser analizadas fuera del entorno global en el cual vive la población y el individuo: la salud y/o enfermedad no son simples casos clínicos aislados, son siempre casos sociales cuyo origen radica en la estructura social.

Todo individuo, y por lo tanto su salud, tiene dimensiones biológicas, psicológicas y sociales. La persona no está aislada, es un todo integrado en constantes interacción con su medio.

“Seguramente nunca nadie (ni profesionales, ni gestores, ni la Administración), ha cuantificado el valor añadido que el trabajo social aporta a la calidad de vida de los ciudadanos” (Porcel, 2008, página 36).

La salud es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano, sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social y como tal se considera en numerosos tratados internacionales y en las constituciones de países de todo el mundo. También es una condición necesaria para que las personas puedan desarrollar una vida activa y productiva, así como para su plena integración en la sociedad.

Sin embargo, es un hecho que existen importantes desigualdades de salud entre países, entre regiones de un mismo país e incluso entre las personas de una misma Zona Básica de Salud.