“España ha perdido una oportunidad al recuperar la división de las dos memorias en los discursos”

Carmen Bachiller

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¿Quién no ha visitado un Museo dedicado a las técnicas de tortura de la Inquisición Española? ¿Quizá un espacio dedicado a la brujería o un cementerio con tumbas de ‘ilustres’? También cada vez hay una mayor oferta para visitar lugares relacionados con la guerra civil española como vienen haciendo otros países con la Primera y Segunda Guerra Mundial, incluyendo rutas por campos de concentración.

Es el llamado ‘turismo oscuro’ que incluye un amplio abanico de temáticas que han evolucionado desde los originarios conceptos de ‘turismo mórbido’ o ‘tanaturismo’.

De hecho, hoy puede referirse a lugares de guerra, campos de concentración o estar vinculado a desastres naturales, sucesos paranormales, a lo fúnebre o a las pandemias. Son lugares o patrimonio con una gran carga traumática que, en algunos casos, reciben miles de visitas cada año.

Sobre la marca ‘turismo oscuro’ (Dark Tourism, en inglés) se va a hablar entre el 4 y el 6 de marzo en unas jornadas organizadas por la Asociación para la Interpretación del Patrimonio (AIP).

“No ha sido algo premeditado”, señala Óscar Navajas, miembro de AIP, pero debido a las circunstancias las jornadas incluyen un panel en el que se abordará las emociones en estos tiempos de pandemia en los que, explica “Wuhan empieza a ser visitado por los turistas”.

El objetivo es, según este profesor ayudante doctor de la Universidad de Alcalá que imparte clases de Patrimonio en el Grado de Turismo del campus de Guadalajara, “reflexionar y aportar metodologías que permitan trasladar a la sociedad mensajes que ”permitan concienciar y aportar valores“ a la sociedad.

Navajas lleva desde el año 2006 trabajando en la interpretación y la valorización del patrimonio de la guerra civil española. Es una de las fuentes de las que hoy bebe el ‘turismo oscuro’ en nuestro país.

Este tipo de ocio ha experimentado un auténtico auge en España. Antes ya lo había hecho en países anglosajones o francófonos y también en América Latina donde se ha fomentado el llamado ‘Turismo de Memoria’.

“En España, las iniciativas pasan sobre todo por el turismo asociado a lo terrorífico o al turismo de cementerios, pero poco a poco se ha ido extendiendo al turismo de memoria traumática: conflictos bélicos o sociales y en particular la dictadura”, explica Navajas.

Pero, ¿qué atrae a los turistas a visitar estos espacios? Las motivaciones son muchas y variadas porque depende del lugar o de la propia identidad de los visitantes. El mero morbo sí, pero también las ganas de saber qué paso, el buceo histórico o el afán de recuperar la memoria de nuestros ancestros.

“A veces es un acto ritual. No solo para que no se pierda la memoria, sino para que no vuelva a pasar”.

No en vano, recuerda Navajas, “en muchos casos todavía hay supervivientes o sus familias que buscan no perder el legado familiar. Me refiero a clásicos como la Primera o la Segunda Guerra Mundial a los que acuden las sucesivas generaciones para recordar a sus antepasados”. De hecho, a estas alturas, el ‘turismo de guerra’ ya está vinculado, dice este experto, a conflictos más actuales como la ‘Guerra de los Balcanes’ (Croacia) o en Afganistán.

¿Dónde está la frontera ética y moral de la puesta valor de patrimonios y espacios con carga traumática o macabra? “Yo lo disocio a partir del tiempo histórico. Hay hechos tremendamente latentes en la mente de la población actual como las catástrofes. El dilema ético y moral está más presente”, explica.

En España, comenta, “la valorización del patrimonio de la guerra civil que ha levantado nuevas relecturas y algunas espinas porque está muy latente, pero nadie cuestiona ya sin embargo visitar algún lugar de la Primera Guerra Mundial. Lo vemos de otra forma. O no cuestionamos un Museo de la Inquisición. Es un baremo de gradación de lo macabro”.

Y en este sentido, abunda sobre la guerra civil española, “las emociones o la memoria colectiva están muy vivas y además estamos viendo cómo todavía es parte de los discursos políticos”.

“Hay que dejar hablar a todas las voces, que todas las memorias cuenten su versión”

¿Cómo mostrar o contar al público determinados acontecimientos? Ya hay metodología, pero el profesor reconoce como “complejo” saber cuál es la más indicada o si funcionará.

 La ‘Hot Interpretation’ o ‘Interpretación caliente’ es la más habitual y “apela a lo cognitivo y sobre todo a lo emocional. A los aspectos de la memoria y de las vivencias”.

 Sin embargo, hay otras metodologías como por ejemplo usar diferentes voces que vayan más allá del mero discurso de la Historia. “Por un lado, está el discurso de los profesionales que da relevancia y rigor científico a los hechos. Por otro, en bienes y espacios con memoria traumática todavía presente es muy importante narrar desde el punto de vista de todas las memorias de la colectividad. Tenemos ejemplos en todo el mundo”.

En opinión de Óscar Navajas cuando hablamos de interpretar acontecimientos o lugares traumáticos para ser contados al visitante “hay que dejar hablar a todas las voces, que todas las memorias cuenten su versión, aunque nos puedan parecer errónea, errática o dolorosa. Es el gran trabajo pedagógico y complejo”.

Es precisamente la cuestión a debate en un país, España, “con dos memorias”. Por eso, dice, “el hecho de que una memoria escuche -no digo que acepte- la posición del otro, es lo más complejo. Eso requiere no solo una valorización del patrimonio sino educación. Los especialistas venimos trabajado con la idea de una Educación para la Paz, respecto a valores más que lo bélico”, recuerda.

¿Es ese punto de vista interesante para aplicar a un hipotético Museo de la Memoria nacional en España?, preguntamos. El profesor recuerda que “hay unas cuantas generaciones que ya hemos trabajado en esa distancia histórica para tratar temas traumáticos como la guerra civil con la idea de incorporar más voces”.

Sin embargo, reconoce que “la objetividad es una utopía porque la memoria individual y colectiva es subjetiva per se. Los hechos son los que son y a lo largo de los años muchas memorias han sido silenciadas. Algunas de ellas por la lógica del tiempo se han perdido”.

Su esperanza es que no vuelva a ocurrir “y que las nuevas generaciones que ya tienen el tiempo histórico suficiente puedan hacer sus propias interpretaciones”.

A la hora de valorizar un determinado espacio o patrimonio con carga traumática o macabra surge también la duda sobre el límite ético y moral. ¿Es todo visitable? ¿Cuál debe ser el mensaje? El profesor alude a ejemplos actuales que están asociados a películas o series televisivas. “Hay escenarios de la serie ‘Narcos’ que son visitados, pero si hablas con los ciudadanos colombianos dicen que no es agradable para ellos que se haga”.

Afrontar preguntas incómodas o dolorosas en estos lugares tampoco es sencillo. “Es complicado porque no sabemos qué quiere escuchar el visitante, qué estereotipos tiene marcados…Todo depende de la idiosincrasia del grupo”.

Los museos como “ejemplo de la cohesión que necesitamos en España”

En España hay casos muy marcados de este tipo de turismo. Uno de los referentes es el Museo de la Paz de Gernika o el Museo del Exilio en Catalunya. “Son quizá ejemplos de la cohesión que necesitamos en España. Hay recursos potentes en España, pero nuestras propias fronteras autonómicas hacen que no conozcamos al otro”.

España cuenta hoy con una Ley de Memoria Histórica y está en vías de poner en marcha una nueva que menciona “de soslayo” estas cuestiones.

“Todavía hay bastante en lo que trabajar, pero es complejo al aunar parámetros de conservación patrimonial, financiación pública o privada, de seguridad. Acaban siendo símbolos. Mayor polémica que el Valle de los Caídos no existe porque todavía falta mucho por debatir sobre lo que la sociedad quiere hacer”.

Las nuevas generaciones quieren conocer lo que pasó sin estereotipos, pero en los últimos años se ha vuelto a fomentar la división en los discursos. Hemos tenido una oportunidad, pero comienza a ser otra vez complejo

Navajas cree que “las nuevas generaciones quieren conocer lo que pasó sin estereotipos, pero en los últimos años se ha vuelto a fomentar la división en los discursos. Intento ser positivo, creo que hemos tenido una oportunidad, pero comienza a ser otra vez complejo poder recuperar este patrimonio con garantías museográficas y hablando abiertamente de los temas aunque no sea de forma neutral”. 

Turismo oscuro en Castilla-La Mancha

Si hablamos de Turismo Oscuro en Castilla-La Mancha, conocemos iniciativas como las visitas al cementerio municipal que puso en marcha el Ayuntamiento de Guadalajara en 2017, un Museo de las Brujas de la Alcarria en el Monasterio de Monsalud (Guadalajara) que no llegó a fraguar,  los espacios dedicados a la Inquisición, las rutas por el Toledo más siniestro, las visitas que se organizaron en el cementerio de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) por sus 150 años, los refugios antiaéreos de la guerra civil y otros elementos como lugares para la visita, como el que está bajo la plaza del Altozano de Albacete o las visitas guiadas a un túnel de Cuenca que también sirvió de resguardo a los bombardeos.

Los ejemplos son variados. Vinculados a la guerra civil en la provincia de Guadalajara hay pueblos como Masegoso dentro de las llamadas ‘regiones devastadas’ tras la contienda, que quedaron completamente destruidos y que fueron nuevamente levantados a través del denominado Servicio Nacional de Regiones Devastadas creado en 1938. Junto a este municipio otros como Aleas, Hita, Montarrón o Alarilla, tienen arquitectura típica de postguerra.

Pero no todo es visitable ni se contempla como un recurso turístico por parte de las instituciones públicas. “Es cierto que el turismo vinculado a la guerra civil ha estado vinculado a asociaciones más que a la Administración pública”, reconoce. Veremos si toma o no más protagonismo en la región.