“Cuando salgo al tatami es como conseguir expresar todo eso que hay en mi interior sin tener que hablar”. Sandra Sánchez (1981, Talavera de la Reina) recuerda que su relación con el mundo del kárate comenzó a los 4 años “por envidia” de su hermano Paco. “Siempre pensaba que todo lo que hacía él yo también podía hacerlo, me empeñé en que me apuntaran, aunque mis padres pensaron que me aburriría en seguida”, relataba la talaverana, que cambió en su infancia el baile por los katas. Ha ganado todos los campeonatos posibles, y ahora también ha tocado el cielo en los Juegos Olímpicos de Tokio tras colgarse la medalla de oro.
No ha sido un camino fácil pero el trabajo y la constancia con la que la definen le ha permitido alcanzar la gloria en la primera ocasión en la que el kárate es olímpico. Precisamente en Japón, cuna de este deporte, y frente a su principal rival: Kiyou Shimizu, número dos del mundo. Allí, en Nippon Budokan, el santuario de las artes marciales, Sánchez ha mostrado una vez más el esfuerzo que impregna su karategi con el kata Chatanyara Kushanku, el mismo que realizó su rival y con el que ha rozado la perfección.
Su perenne sonrisa no delata las dificultades que ha atravesado en un camino que le ha llevado a convertirse en la mejor karateka de la historia. Entre ellas, la decisión que adoptó para cuidar de su madre después de que le hubieran diagnosticado cáncer. Volvió a su ciudad, dejando el Centro de Alto Rendimiento en el que residía para formarse como deportista de élite y que posteriormente le cerró las puertas.
Durante un tiempo, el deporte que tanto ama pasó a un segundo plano ya que la Federación Española de Karate dejó de contar con ella para las competiciones internacionales. Se licenció en Ciencias del Deporte por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y se marchó una temporada a Australia para aprender inglés. Allí conoció a Jesús del Moral, su marido y seleccionador nacional de katas, y a quien precisamente hoy le ha ‘regalado’ una medalla olímpica el día en que se cumple el quinto aniversario de su matrimonio.
“Yo sabía que necesitaba subir el listón de mi nivel físico y técnico, con un entrenamiento específico, era un requisito imprescindible. La única persona que podía llevarlo a cabo era él, aquel prestigioso profesor que todos idolatraban. Una y otra vez recibía sus negativas para entrenar hasta que por fin me dio la posibilidad de acceder a su gimnasio”, explicaba Sandra sobre Jesús.
Así, comenzaron los éxitos en el año 2015. Desde entonces, la talaverana se ha proclamado seis veces campeona de Europa, dos del mundo y ha sido ganadora en cinco veces del circuito mundial. En 2019, al recibir el Premio Nacional del Deporte, tenía claro su objetivo: “Evidentemente, pensar en unos Juegos es sonreír. Y estar allí con el karategi puesto y luchando por una medalla… es mi reto y mi objetivo y además quiero estar luchando por la medalla más importante, la de oro”. Dicho y hecho.