La Asociación de los Municipios Ribereños ha tachado la petición de un nuevo trasvase, mientras los embalses no llegan ni al 10% de su capacidad total, como algo achacable a la “avaricia” y a una “inhumana carencia de vergüenza y decencia”. Trazan un paralelo entre los regantes del Segura y la “cigarra del cuento”, afirman que llevan “décadas aprovechándose de las reservas hídricas del Tajo sin prepararse para el crudo invierno”.
Y ahora que “les acucia el hambre, después de saquear la despensa de la hormiga, llaman a su puerta pretendiendo comerse hasta su cadáver”. “Hace falta tener mucha cara y muy poca vergüenza para apelar a la solidaridad cuando llevamos treinta y ocho años con el mismo cuento, pero sobre todo hace falta ser miserable para mentir descaradamente diciendo que nuestras reservas están al cuarenta por ciento”, afirma el presidente de los municipios ribereños, Francisco Pérez Torrecilla.
Desde el colectivo recuerdan que pese a las lluvias, el nivel de agua de los embalses no ha subido, sino que ha bajado y Entrepeñas tiene 76,26 hm3 y Buendía 158,14. Por eso, señalan, restar otros 50 hectómetros cubicos supondría “apurar hasta los lodos” y una “auténtica locura”. “Señores, el agua sale de Entrepeñas y Buendía, que están secos, no llega de Segovia, Pamplona, Coruña, Gales o Tabarnia”, afirma Pérez Torrecilla.
“Si se arruinan no es nuestra culpa, llevamos décadas sosteniendo su industria a costa de nuestra propia supervivencia; nosotros sí que estamos arruinados y el Gobierno nos ignora”, asevera el alcalde. El edil advierte de que si van a morir “millones de árboles frutales” los regantes deberían “preguntarse qué hacen plantados allí, en pleno desierto”.
“El tesoro se agotó, no hay agua y en estos más de treinta y ocho años de Trasvase no solo no han buscado ninguna solución alternativa sino que encima han hecho más grande el problema añadiendo hectáreas y hectáreas ilegales de cultivo”, afirma Pérez Torrecilla. Desde el colectivo aseguran que, incluso, cada vez son más las voces desde Levante que alertan de la “sinrazón”. “Se está subvencionando un negocio privado, que se ha vuelto insostenible por la propia avaricia de sus beneficiarios”, concluyen.