La historia del Museo Ruiz de Luna de Talavera de la Reina empieza antes de que hubiese siquiera un edificio para albergar la colección privada que conforma el “buque insignia” de la cultura talaverana y del homenaje a su arte más simbólico: la cerámica. Rafael Gacía Serrano fue el primer director que tuvo el museo, cuando finalmente contó con un edificio. Corría el año 1996. “Una serie de circunstancias hizo que la colección no tuviese un edificio propio y que estuviese todo guardado en el edificio del antiguo Banco de España”.
Funcionaba así el museo pero sin la parte expositiva, dando acceso a investigadores y cuidando la colección. “El resto de las funciones, de catalogación y conservación sí que se cumplía. Se planteó durante muchos años la necesidad de contar un edificio propio, pero hubo muchísimos problemas. Se buscaron edificios, hasta que después de mucho tiempo el Ayuntamiento cedió lo que había sido la antigua escuela de San Agustín que, a su vez era un antiguo convento de agustinos desde el siglo XVII y que se desamortizó en el siglo XIX”, relata García. El edificio llevaba muchos años abandonado, pero el Ministerio de Cultura finalmente encargó el correspondiente proyecto que debió ser, de nuevo, retrasado, al descubrir restos arqueológicos. El arquitecto a cargo también sufrió un infarto en el proceso, recuerda Rafael.
“Serie de desgracias”
A pesar de esta “serie de desgracias” que retrasaron el proyecto una y otra vez, se logró terminar el edificio para que albergase la colección del ceramista Juan Ruiz de Luna, que cedió su colección particular al Ayuntamiento de Talavera tras su muerte. “Fueron años y años de lucha para poder instalar las colecciones”, recuerda Rafael García. Pero había un tesón generalizado para poder contar con un museo de estas características, porque era una “reivindicación constante” en toda la ciudad.
“Queríamos que la colección fuese accesible al público y poder mostrar otras actividades culturales al público”, recuerda García. Las desgracias no terminaron al tener por fin el edificio preparado para ser inaugurado. El 14 de febrero de 1996, la fecha propuesta, fue asesinado Francisco Tomás y Valiente en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid. Los responsables: ETA. “Lógicamente se suspendieron los actos oficiales previstos. Habían venido muchos familiares de Ruiz de Luna, de muchas partes de España. Así que decidimos que no hubiese acto solemne y el museo se abrió sin celebración. Yo intenté que se retomase la inauguración, pero no tuve resultados”, recuerda Rafael.
Sin embargo, está agradecido de que el centro siga abierto “desde entonces hasta hoy”. “Nuestra idea era conseguir que todo el edificio formase parte del museo, porque es un espacio muy interesante”, recalca. Estos espacios servirían para los elementos de la cerámica que necesitasen espacios más amplios, porque algunos directamente no cabían. Pedro Ponce de León fue el encargado de la restauración, con cargo al Estado, algo que permitió sacar piezas “muy espectaculares” para que fuesen visibles para el público. “Siento nostalgia del museo, pero me alegra poder verlo y disfrutar tras muchos años de lucha. A veces el tiempo nos hace ver que las instalaciones envejecen y estaría bien que aumentase las colecciones, porque hay tipos de producción talaverana que no estén bien representados en el Museo. Las administraciones deberían ser sensibles y ser conscientes de que no es una colección cerrada, que siempre va a ir creciendo”, recalca el antiguo director del centro.
La historia de este centro tan simbólico en Talavera de la Reina no sería la misma si no fuera por el esfuerzo que ha llevado a cabo desde hace más de 25 años por la Asociación de Amigos del Museo Ruiz de Luna. Luis Francisco Peñalver es el presidente del colectivo hace unos cinco años, pero asegura que se trata de un trabajo en equipo y conjunto, “en el que somos amigos y nos conocemos”. La función de la Asociación, recalca, es complementar las acciones institucionales del museo, para seguir dinamizando la cultura desde este espacio a través de exposiciones, conferencias, publicaciones de catálogos y las llamadas 'piezas del mes'.
“Se trata de prestar cualquier tipo de apoyo a la dinámica de funcionamiento del museo. Es un espacio que está en un entorno declarado como bien histórico, como es el casco de la ciudad, y es un buque insignia y el epicentro de la cerámica”, recalca Peñalver. La asociación siempre ha funcionado como un grupo de personas interesadas en la cultura y trabajando parqa que ésta sea más accesible para todo el público. “Pertenecemos a ella por el amor y el gusto por la cerámica, por la estética y lo que representa para nosotros la exposición de estos elementos en el museo. Es una sensación de compromiso que tenemos con la ciudad, no una posición puramente artística, sino también un compromiso social que se debe mantener dentro de la ciudad y no al margen”, reflexiona.
Debido a la pandemia, y como ha ocurrido en tantos otros sectores, las actividades de la asociación han quedado limitadas o aplazadas. Pero actualmente trabajan en presentar las 'piezas del mes', que ya comenzaron en marzo dedicada a la mujer, y seguir trabajando en las exposiciones temporales y los medios virtuales para presentar conferencias. “Lo que queremos es estar vivos y mantener la vitalidad del museo”, concluye.
Belén Flores es desde 2019 la gerente del Museo. “Es un referente cerámico a nivel nacional e internacional, debido a la importancia de la colección que alberga. Se ha convertido en nuestro buque insignia, con una colección desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Alberga no sólo la colección de Ruiz de Luna, sino de otros ceramistas de la ciudad, y su importancia es nacional”, afirma. Flores resalta especialmente el papel de la Asociación de Amigos, que han permitido celebrar exposiciones temporales. “Hay que agradecer su labor realizada desde la creación, ya que trabajan desde 1994”, recalca. “Ellos han sido el alma mater de la institución, han sido los que han realizado las exposiciones, la celebración de la Noche de los Museos, el trabajo que se ha realizado es muy relevante”, recalca.
Y es esta la labor que se quiere seguir ahora desde la dirección del museo, asegura, independiente de las limitaciones que se puedan seguir manteniendo debido a la pandemia. “Queremos difundir el trabajo que llevan a cabo los ceramistas, porque sin ellos la cerámica talaverana no podría continuar y el museo quedaría como algo anecdótico”, afirma. En este sentido, recuerda que la cerámica, como proceso artesanal sufre una “grave crisis” en todo el mundo, por lo que hitos como el reconocimiento de la UNESCO de esta artesanía como Patrimonio inmaterial de la Humanidad han sido un “revulsivo” para el sector.
“Queremos contribuir a difundir esta labor y las técnicas de ceramistas talaveranos, porque la cerámica también es moderna y experimenta otras formas de hacer y de representación, más adaptadas a las nuevas modas y al gusto actual”, asevera. Esto, a pesar de seguir “a expensas” de lo que ocurra con la pandemia. “Pero las ganas de trabajar son muchas y ya hemos planteado diversas exposiciones temporales a lo largo del año. La intención es aumentar también la exposición permanente, difundirla, y poder volver a los talleres didácticos, a celebrar el Día de los Museos y celebrar las Santas Alfareras”, asegura Flores.
Un museo que, a pesar de la pandemia, sigue vivo en espíritu. “Siempre hay un motivo para visitar el Museo Ruiz de Luna”, concluye.