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Medio siglo de la Puerta de Hierros, único legado del intento de privatizar la Feria de Albacete en 1970

En el inicio de los años 70 del pasado siglo, en el final del franquismo, el Ayuntamiento de Albacete estudió una propuesta para la privatización de la Feria. Esta iniciativa provino de Amigos de Albacete Sociedad Anónima, que planteó la remodelación integral del Recinto Ferial, un edificio cuyas raíces se remontan a 1783, y considerado Bien de Interés Cultural (BIC). Al frente del proyecto se colocaron Salvador López Llobet, empresario que impulsó el barrio albaceteño de Villacerrada y la urbanización Aguasol, y Tomás Cuevas Villamañán, abogado, procurador, escritor y gerente de la Plaza de Toros de Albacete. 

Ambos confiaron su idea al prestigioso arquitecto Manuel Carrilero de la Torre: la conversión del vetusto y deteriorado palacio ferial albacetense en un Parque para Ferias y Exposiciones, actuando sobre más de 78.500 metros cuadrados. Lo que comenzó como un anteproyecto y luego se convirtió en un proyecto, se dividió en varias fases por su elevado coste, de las cuales finalmente sólo se ejecutó una mínima parte. Entre estas, destaca la Puerta de Hierros, que en 2024 ha cumplido medio siglo de vida.

“No puede haber inversión si no existe rentabilidad”, justificaba en ese momento la sociedad impulsora de esta revolución ferial, que propuso al Ayuntamiento una concesión administrativa de hasta 50 años para rentabilizar el desembolso económico. El importe de esta inversión fue variando a lo largo de los años, desde su presentación en 1970 hasta 1974, cuando el entonces alcalde, Ramón Bello Bañón, inauguró la actual Puerta de Hierros, que sustituyó a la anterior y que se construyó en un tiempo récord con ladrillo de cemento blanco.

La Feria proyectada

¿Qué tipo de Feria pretendía crear Amigos de Albacete Sociedad Anónima? El anteproyecto, dado a conocer en aquellos años setenta a través de medios impresos como el semanario Crónica y La Voz de Albacete y cuyos planos se custodian en el Archivo Municipal de Albacete, proponía zonas de servicios, atracciones, instalaciones feriales, así como áreas deportivas y culturales. De esta manera, junto con la modernización del antiguo Recinto Ferial, se proyectaba la construcción de un auditorio que formaría parte del módulo de exposiciones y congresos. Este auditorio estaba pensado para ofrecer cine, teatro, conferencias, congresos y todo tipo de actos.

Otra novedad en ese imaginario Recinto Ferial del futuro -denominado en su momento como “la Feria del año 2000”- era un anfiteatro para festivales y espectáculos al aire libre, que también formaría parte del módulo de exposiciones y congresos. Con capacidad para 3.000 personas, el anfiteatro constaría de un graderío en forma de media luna, y su escenario se proyectaría sobre una lámina de agua en forma de isla, otorgándole un carácter de gran espectacularidad. Un espacio pensado para espectáculos de gran formato.

El tercer elemento novedoso del proyecto presentado al Ayuntamiento era un complejo típico manchego, compuesto por varias construcciones interconectadas, formando un núcleo central que simbolizaría un molino manchego. Este módulo se iba a destinar para albergar restaurantes, alojamientos hoteleros, patios típicos para reuniones y tentaderos, espacios para encuentros familiares y aparcamientos.

Sin embargo, las obras iban mucho más allá, ya que se planteaba una redistribución del Recinto Ferial consolidado y la incorporación de nuevos espacios. Así, el proyecto reservaba un área para la Feria Nacional de Cuchillería, de manera que se pudiera mostrar adecuadamente la producción de esta industria y fomentar las relaciones comerciales. También se preveían locales para la exposición de productos agrícolas e industriales, así como para muestras artísticas o artesanales, con un diseño funcional que facilitara la realización de ventas y transacciones.

Para el arquitecto Carrilero de la Torre -que tuvo la colaboración de otros cuatro arquitectos, Fernando Rodríguez, Andrés García, Agustín y Antonio Peiró-, la Feria de Mayo merecía una mención especial, pues se trataba de un evento fundamentalmente ganadero -que con el tiempo se convertiría en Expovicaman, la Feria Agrícola y Ganadera de Castilla-La Mancha, la cual en 2024 regresó al Recinto Ferial, superando ya sus 40 ediciones-. Para ello, se pensó en recintos de exhibición, tanto para animales como para productos relacionados con las actividades pecuarias.

Los clubes, círculos culturales, casinos y peñas también tendrían sus propios espacios, al igual que las atracciones, carruseles, bares y chocolaterías. Todo ello estaría respaldado por locales destinados a servicios comunes, como atención sanitaria, bancos, seguridad, comunicación y espacios religiosos.

Una amplia zona

Este complejo que no vio la luz abarcaba una amplia zona comprendida entre el parque de la Fiesta del Árbol y la terminación del Paseo de la Feria, incluyendo todos los terrenos circundantes al Recinto Ferial, entre las carreteras de Jaén, Barrax y la Circunvalación. En este planeta feria se integrarían los Jardinillos de la Feria, la Plaza de Toros y las áreas adyacentes, todo ello unificado gracias a un tratamiento ajardinado para generar espacios de sombra y descanso.

Carrilero -hijo de Julio Carrilero, autor de la anterior remodelación del Recinto Ferial, en 1944, junto con Miguel Ortiz-, como si fuera un visionario, separaba las redes de circulación rodada y peatonal, y sugería la construcción de un paso subterráneo en la carretera de Jaén para evitar desvíos molestos durante las épocas de mayor afluencia de público y descongestionar de esta forma el tráfico en la zona. Además, diseñó la instalación de un sistema de transporte interior que cubriría todo el Recinto y sus alrededores mediante trenes articulados eléctricos.

En la presentación pública del proyecto, realizada en abril de 1970, Salvador López Llobet dio detallada cuenta de los trabajos previstos, incluida la restauración de todo lo deteriorado, y de otras ideas más discutibles, como la demolición del histórico templete del Círculo Interior, que data de 1912 y que es uno de los elementos más icónicos del Recinto Ferial, para colocar en su lugar una fuente luminosa.

La sociedad promotora de esta iniciativa puso sus condiciones al Consistorio, como el plazo de explotación del ‘negocio’, que debía ser fijado “teniendo en cuenta la inversión y la rentabilidad, siendo el máximo de 50 años”, en torno a 125 millones de pesetas de aquella época. Pero esa concesión administrativa debía incluir la explotación de todas las instalaciones y servicios feriales, con la correspondiente exención de todos los impuestos municipales vigentes y los que se crearan en el futuro.

Listo para el 8 de septiembre de 1971

De haberse aprobado por parte del Ayuntamiento, las obras hubieran arrancado el 25 de septiembre de 1970, quedando inauguradas el 8 de septiembre de 1971. Con la concesión, Amigos de Albacete Sociedad Anónima proponía la creación de un Consejo Consultivo-Asesor, presidido por el alcalde, y cuya finalidad sería la de “orientar, dirigir y vigilar todos los aspectos artísticos, culturales y recreativos del certamen, regulándose escrupulosamente su funcionamiento”, y en con presencia además de representantes del Gobierno Civil. Diputación, Organización Sindical, Cámara Oficial de Industria y Comercio, Delegación de Información y Turismo, colegios profesionales de la provincia, representantes de los medios de comunicación y, por supuesto, el obispo.

Pero la idea de privatizar la Feria no fue rechazada de partida, no. El por entonces alcalde de la ciudad, Gonzalo Botija, en declaraciones a los medios de comunicación, indicó que habían visto “con simpatía” esta iniciativa, reconociendo que la concesión administrativa planteaba “problemas muy complejos”, por lo que en caso de otorgarse sería “previos los asesoramientos técnicos oportunos, por el pleno de la corporación, y éste sería el primer punto a resolver”. Y ante la pregunta de un periodista respecto a si estaba dispuesto el Ayuntamiento a estudiar la propuesta, el entonces regidor local dijo: “Podría llegarse a esa concesión una vez estudiadas las condiciones en que podría efectuarse. Pero una de las cuestiones más importantes con la que se habría de tropezar es la garantía necesaria para que el Ayuntamiento vea que hay un respaldo suficientemente amplio, en este aspecto, para que no quede frustrado el proyecto que se ordene en esa concesión”.

El alcalde defendía la necesidad de crear una comisión especial para analizar la propuesta, además de organizar reuniones de trabajo con administraciones y entidades relacionadas con la Feria para unificar posturas, concluyendo que “cualquiera que sea la concesión que se otorgara, el Ayuntamiento no podrá perder nunca la rectoría, no podrá perder su rango y significación de Feria municipal sobre el complejo que se va a estudiar y que se pudiera levantar”, apostillando: “Yo me congratula de que la industria privada haya roto el fuego”.

En aquellos tiempos, había columnistas en la prensa local, como Antonio Molina, que alababan la iniciativa, recordando, por ejemplo, que la Plaza de Toros de la ciudad fue de iniciativa privada y que, con el tiempo, pasó a ser de titularidad municipal. Pero también había quienes lo rechazaban por cuestiones tanto administrativas como económicas, y sin dejar de valorar el atrevimiento de un grupo de albacetenses, se oponían de plano la concesión. En este grupo se enmarcaba el abogado, periodista y escritor Ramón Bello Bañón, quien, curiosamente, relevó en el cargo de primera autoridad local a Gonzalo Botija.

La tramitación

El anteproyecto pasó finalmente por el Pleno Municipal en mayo de aquel 1970, acordándose “por unanimidad” que pasase a informe de la Comisión de Feria la propuesta de López Llobet en representación de la entidad Amigos de Albacete, “volviendo al pleno para su resolución definitiva”. Pero, finalmente, la iniciativa privada fue rechazada -con el tiempo, se publicó que los integrantes de la Corporación veían en el proyecto un afán especulativo-, pero el proyecto fue asumido por el Ayuntamiento, aunque sólo se ejecutó una mínima parte. 

Fue en 1974 cuando el Consistorio, presidido ya por Ramón Bello Bañón, decidió llevar a cabo la remodelación de la Puerta de Hierros y la puesta al día de dos pabellones, además de la mejora del pavimento y de las canalizaciones del Recinto. De estilo mudéjar, las obras, siguiendo el proyecto de Carrilero de la Torre, fueron adjudicadas a Rafael Villalba. De 25 metros de altura por 36 metros de largo, ha terminado convirtiéndose en uno de los emblemas más significativos de Albacete, y supuso una inversión de 21,5 millones de pesetas. 

Los trabajos quedaron adjudicados en mayo de 1974, y debían estar listos para el 7 de septiembre. Los plazos, aunque apurados, fueron cumplidos de forma impecable por el constructor, quien movilizó una plantilla más que significativa de albañiles y otros profesionales, aprovechando en determinados momentos hasta las noches para determinadas labores. Bello Bañón, tras abrir como alcalde esa flamante Puerta de Hierros, pidió en su discurso perdón a los albaceteños y albaceteñas por los defectos de las obras, a la vez que suplicó que se valorara el esfuerzo realizado: “La Feria es una tarea complicada, pero hemos sentido un enorme orgullo de entrar por una puerta nueva, por una nueva pavimentación y ante unos nuevos pabellones”.

Desde ese momento, la ciudad disfruta de este nuevo acceso ferial, que sólo se abre una vez al año, el 7 de septiembre, como viene sucediendo desde hace décadas, una liturgia que sólo la Guerra Civil y la pandemia de la COVID-19 impidieron. La Feria, declarada de Interés Turístico Internacional, no sería lo mismo sin su carta de presentación, la Puerta de Hierros.