En el “corazón de la España vaciada” se encuentra Molina de Aragón, un pueblo con una tradición única en España: la de celebrar dos veces la Nochebuena. La primera, en la noche del 7 al 8 de diciembre.
Para el pueblo es una celebración navideña, un momento en el que todas las familias se reúnen en una réplica de la celebración cristiana, cena y misa a medianoche incluidas. “Aunque no la del Gallo”, especifica el párroco Raúl Pérez Sanz que comenta a elDiarioclm.es que, en un lugar demográficamente deprimido, este momento es el de gran reunión de las familias y que el pueblo puede acoger a unas 10.000 personas esa noche, cuando su población supera en poco los 3.000 habitantes.
El rito de la Nochebuena, la “pequeña” Navidad, comienza con la subida al cerro de Santa Lucía para asistir a la hoguera de la Inmaculada Concepción, con las imponentes vistas del castillo de fondo. El fuego de las hogueras da inicio al ciclo festivo que acabará el Día de Reyes Magos. Aunque es una tradición popular, el párroco señala que su origen está en la creencia de que la Virgen María es 'inmaculada', “antes, durante y después” del nacimiento de Jesucristo.
Todo comenzó con una dispensa papal concedida en 1518 por León X a dos ciudades de España: Molina de Aragón y Mula, en Murcia. Solo Molina mantiene la tradición. La bula explica literalmente que “guiados por una piadosa devoción” se concede a las iglesias la posibilidad de celebrar “solemnemente, libre y devotamente” una misa en el día de la víspera del 8 de diciembre, cuando se celebra la 'inmaculada concepción'. “Y que perdure muchos años y que todos nosotros lo veamos”, dice el cura.
Y desde entonces, hasta ahora, aunque no sin interrupciones. El párroco Raúl Pérez cuenta que todo comenzó con un himno popular, cuya autoría se desconoce, llamado 'Las purezas'. “No sabemos quién lo escribió ni la música, pero todavía se canta popularmente”, asegura. “Ha ido pasando de generación en generación”, resalta, aunque la tradición de la “pequeña” Navidad ha ido sufriendo sus modificaciones a lo largo de su historia, manteniendo las vertientes de “unión y encuentro”.
Mientras que hoy solo hay un párroco en la localidad, una muestra más de la grave sangría demográfica que sufre la zona, en 1518 había once, que por cierto, “no se hablaban entre ellos” y que tenían cada uno sus feligreses, sus misas y sus horarios.
“Lo que se hizo fue pedir al Papa que enviara algo que ayudara a unificar las iglesias en una. Y se creó el Cabildo de Molina”. Quien promovió esta unión fue el párroco Juan Sardón. Pidió la bula papal que otorgó el “privilegio”. Ha llegado hasta nuestros días. Todo el pueblo se reúne en torno a una sola hoguera, precisamente junto a un monumento con el que el pueblo celebra aquella bula.
La historiadora Teresa Díaz recoge en un artículo titulado 'La Navidad en Molina de Aragón', publicado en la revista 'La Natividad: arte, religiosidad y tradiciones populares' que en 1883 se pidió al papa León XIII que se renovase la bula papal para continuar la celebración de la misa nocturna, ante el miedo de perder la tradición. Y ese mismo año se renovó la concesión a la ciudad.
En 1954, y con motivo de la proclamación del llamado 'Dogma de la Inmaculada', se erigió en Molina de Aragón un monumento en el cerro de Santa Lucía, junto a la ermita. Se recordaba así la fecha del 18 de junio de 1544, explica la historiadora, en la que los molineses se reunieron para defender la celebración de su particular festividad. Es justamente junto a este monumento que se celebra la gran hoguera del 7 de diciembre, en honor a su patrona, desde un punto estratégico que permite admirar toda la localidad.
La costumbre es subir al cerro en la tarde del 7 de diciembre, cargados de sidra, champán, turrones y guitarras para cantar villancicos. “Lo mismo que se hace en la Nochebuena a partir de las 12 de la noche, pero aquí se hace mucho antes”, explica Raúl Pérez. El pueblo, ya está adornado como si fuera Navidad: balcones engalanados, belenes instalados y vestimenta festiva.
Molina de Aragón ha ido perdiendo población en los últimos años, un 13% entre 2012 y 2022, lo que la ha convertido en una de las zonas con menos densidad demográfica de Europa. Y esto también se nota en las fiestas. “La Nochebuena es casi inexistente en este pueblo, porque mucha gente se ha casado con gente de fuera y la celebran fuera”. Pero la pequeña Navidad atrae a toda la población, debido a su carácter único y entrañable. “Se aprovecha este momento para venir y ver a los suyos. Esto es el encuentro”, asegura el párroco.
Las parroquias festejan con disco-móvil, paella y 'tardeo'
En la Nochebuena nadie se queda solo en el pueblo, porque es una localidad “generosa”, asegura, que siempre tiene para dar. También hay un menú tradicional: cardo con salsa de almendras y asado o cochinillo frito. “Entre las personas censadas seremos unas 3.200 o 3.700, pero en Nochebuena te aseguro que llegamos a las 9.000 o incluso las 10.000 personas”, afirma.
Incluso la misa se llena esa noche. “Porque es nuestro día de fiesta, de tradición, de la patrona de la ciudad”, remata el sacerdote, que asegura que desde el pueblo se ha incentivado la celebración de la fiesta con una parte “más moderna”, y las parroquias acogen también disco-móvil con paella y 'tardeo'. “Desde las doce de la mañana, hasta las nueve de la noche” y luego, toda la noche en blanco, porque “todo el mundo se va a la cama a las ocho de la mañana”.
“Es una fiesta muy sorprendente”, asegura, para quienes, como él, llegan a Molina sin conocerlo. El 7 de diciembre, un día sagrado para la tradición molinesa, en el que se cierra un nuevo ciclo según se apaga el fuego y vuelve a amanecer.