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ALBACETE

Verónico Martínez, el último testigo vivo de la hazaña del comandante Molas en 1928: el récord de altura en globo

Verónico Martínez, en la puerta de su casa en Yetas

José Fidel López Zornoza

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“El hombre siempre ha tenido el deseo de volar alto, y hoy hemos demostrado que no hay límites”. Esta frase se le atribuye al estadounidense Joe Kittinger, quien, en 1960, logró romper el récord de altura en aerostato, ascendiendo a más de 31.000 metros en su histórico salto desde la estratosfera. Sin embargo, perfectamente la podría haber pronunciado 30 años antes un español, el comandante Benito Molas García, que en 1928 superó con su globo una altitud de 11.000 metros, marca inédita hasta ese momento en España y más allá. Pero en plena aventura falleció por asfixia y no pudo disfrutar de la hazaña.

Sin embargo, al margen de las valiosas hemerotecas, todavía hay quien puede dar testimonio de lo sucedido hace casi un siglo con el comandante Molas: Verónico Martínez García, nacido en Yetas, pedanía de Nerpio (Albacete) el 14 de mayo de 1921. Él fue testigo, con siete años de edad, de la increíble proeza aeronáutica que acabó en una terrible tragedia.

No es difícil localizar a Verónico Martínez. Basta con acercarse a Yetas y preguntar por él. Este hombre, centenario y sabio, recibe a quien le visita en la puerta de su casa, dispuesto a compartir una charla sin mirar el reloj ni un papel en el que apoyar su relato. Y, sin duda, además de todo lo vivido, disfrutado y sufrido desde 1921, guarda en su memoria lo ocurrido con Benito Molas, un reconocido militar y pionero en la aeronáutica española, especialmente en el campo de la aerostación. De hecho, este comandante, nacido en Burgos, participó en su carrera en importantes misiones y competiciones internacionales, y fue notable su presencia en el desembarco de Alhucemas en 1925, donde, desde un globo cautivo, ayudó a coordinar el fuego de artillería y las maniobras de las tropas.

Pero el comandante Molas pasó a la historia de la aeronáutica nacional por su proyecto de batir el récord mundial de altura en globo. Así, con un aerostato llamado Hispania, el mismo con el que superó un recorrido de 1.000 kilómetros en Estados Unidos en la Copa Gordon Bennet de 1927, trató de alcanzar la gloria. Fue el 15 de septiembre de 1928, en su tercera tentativa para conseguir ese hito, tras fracasar los días 10 y 11.

Ese día, el clima era favorable, y fue el propio militar del Cuerpo de Artillería, perteneciente al Real Aero Club Español, quien se encargó de comprobar minuciosamente todos los detalles de la misión, desde el inflado del globo hasta la inspección de todo el equipo necesario para volar con seguridad a tanta altura, despegando desde Guadalajara.

El mayor globo existente en España

El globo tenía una capacidad de 2.200 metros cúbicos y, según se publicó en diciembre de 1930 en el diario Ahora, era el mayor existente en España. Cuando todo estuvo listo, pasadas las ocho de la mañana, el comandante se colocó un mono especial, adecuado para soportar temperaturas bajo cero y, además de guantes y gafas, se puso una máscara conectada con el depósito de oxígeno necesario para respirar cuando la altitud fuera extrema.

Una vez ataviado correctamente, comenzó el ascenso. Al alcanzar los 4.000 metros, experimentó el primer problema serio con la mascarilla de respiración, que pudo resolver. A los 5.000 metros, ya cruzaba Alcalá de Henares. Y a los 8.000 metros, otro contratiempo le obligó a descender durante 20 minutos. Entonces, y según la crónica de Ahora, Molas decidió remontar nuevamente, y así lo hizo, arrojando lastre. Ascendió sin detenerse durante 40 minutos, pero todo apunta a que en ese trayecto vertical comenzó a padecer el mal de altura. Al perder el conocimiento, el globo siguió ascendiendo, el militar murió por asfixia.

Había superado ya los 10.500 metros y la temperatura era de 59 grados bajo cero. El globo continuó elevándose, alcanzando los 11.200 metros antes de comenzar a descender. Eran las dos y media de la tarde, y un vecino de la pedanía de Cañada del Provencio, en Molinicos, José Teatino Fernández, vio el aerostato perdiendo altura.

Ya, a última hora de la tarde, el Hispania, a escasa altura, sobrevoló Nerpio. Iba tan bajo que un carbonero trató de sujetar una de las cuerdas que colgaban de la barquilla para obligar al aerostato a tomar tierra mientras alertaba a Molas. Sin embargo, terminó por renunciar al rescate al entender que el piloto del globo no quería su auxilio, sin saber que ya estaba muerto.

Los recuerdos de Verónico

Al anochecer, el aerostato aterrizó en Yetas, donde fue hallado por unos campesinos que trasladaron el cadáver al pueblo. Para entonces, Molas todavía llevaba puesta la máscara de oxígeno. Pero esa operación de rescate no fue coser y cantar, ni mucho menos, como recuerda Verónico Martínez. “Tres labradores que estaban preparándose para sembrar algo de centeno o de trigo vieron el globo y trataron de amarrar las cuerdas que colgaban de la cesta, atándolas a un enebro, pero por la fuerza que llevaba casi arrancó el árbol y siguió monte arriba. Entonces, los labradores liaron las cuerdas a unos pinos, quedándose la barquilla a un metro de altura; los hombres se asomaron y vieron al piloto tumbado. Ya estaba muerto”.

En ese momento, recuerda este veterano de la vida, los campesinos avisaron al pedáneo de Yetas, que comprobó que el piloto ya había fallecido. Tras revisar los papeles que llevaba a bordo, dijo que era preciso avisar a los tres pueblos más cercanos, es decir, Nerpio, Yeste y Letur, en busca de un juez. “Enseguida comenzó a acudir gente, ya era de noche, y pusieron a un guarda para que no tocara nadie, presentándose al día siguiente el juez de Instrucción de Letur, hasta donde se llevaron el cuerpo”.

Para entonces, las noticias en torno al resultado de la misión eran confusas. La prensa nacional, por ejemplo, el diario El Debate, publicó el 16 de septiembre que de madrugada se carecía de información alguna, “tanto en el campo de Guadalajara como en los centros oficiales de Madrid y en casa de los familiares del señor Molas”, apuntando, eso sí, que “esto no implica, sin embargo, indicio de que haya ocurrido una desgracia, pues con frecuencia las tomas de tierra de los globos ocurren en lugares apartados con las comunicaciones telegráfica y telefónica a gran distancia”. Comentario que acertaba sólo en lo complicado que, para entonces, era la comunicación exterior desde pequeñas poblaciones como Yetas.

No había ataúdes

No obstante, muy pronto, señala Verónico Martínez, lograron contactar con su familia. “Pusieron el cadáver en una gaveta, ya que en Yetas no había ataúdes, para llevarlo a Nerpio entre varios hombres, acompañados de un séquito de vecinos y vecinas. Y desde Letur, a Caravaca y Madrid, en una camioneta”. En concreto, el destino fue Carabanchel, lugar de residencia del comandante y donde se celebró el pertinente sepelio, que se convirtió en un homenaje para quien trató de superar los récords existentes en este campo hasta ese momento, según recogieron un sinfín de crónicas entonces: los 10.500 metros alcanzados por “el alemán Bergson” y los 6.000 metros “del coronel Herrera”.

En la prensa albaceteña, la noticia apareció publicada el 18 de septiembre en El Diario de Albacete y días después Defensor de Albacete, como en decenas de rotativos de toda España. Los periódicos contaban que el aparato había quedado destrozado, y que fue el gobernador civil de la provincia, Vicente Recuero Clemente, quien informó al Ministerio de la Guerra. Este último organizó una operación de rescate con la ayuda de profesionales de la Base Aérea de Los Alcázares.

“Lo que fue el globo se cargó en un carro con destino también a Letur”, señala quien ha vivido una Guerra Civil –“el pueblo se quedó partido en dos, los de izquierdas y los de derechas”–, pandemias, la emigración, la llegada de la energía eléctrica, del teléfono, de la radio, de la televisión… recordando, además, cómo iba vestido el comandante Molas: “Llevaba una ropa negra y una careta conectada a una botella de oxígeno, y además, se encontró una libreta en la que este hombre apuntaba la altura a la que iba, y se ve que cuando llegó a los 11.000 metros se asfixió”, añade el heredero de una saga de populares herreros en esta pequeña población de la albaceteña Sierra del Segura.

A pesar de su fallecimiento, el comandante Molas dejó un importante legado en la historia de la aviación en su proeza para cumplir con el proyecto de la Jefatura Superior de Aeronáutica-Negociado de Aerostación, siendo reconocido con varias distinciones, como la Cruz del Mérito Militar y la de San Hermenegildo. Y la prensa dio por bueno que había superado el objetivo marcado: los 11.000 metros en función de la información obtenida del barógrafo. 

Con el tiempo, y entre otros homenajes, se construyó un globo en su honor y en 2021 se inauguró un monumento a la entrada de Yetas en recuerdo del Hispania y del comandante Molas. Aunque el mejor reconocimiento está en la memoria de Verónico, que lo narra con precisión a quien decide pasar un buen rato de conversación con él en medio de la sierra albaceteña.

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