Desde el jueves los vecinos de Yeste y sus pedanías, especialmente aquellas que han tenido que ser desalojadas, viven angustiados por el incendio que asola su entorno y que avanza sin control. Cuatro días después del inicio del fuego en las calles del municipio de la Sierra del Segura no se habla de otra cosa. Las conversaciones se acompañan del sonido de hidroaviones y helicópteros que sobrevuelan sin descanso el municipio que, casi al unísono, visten el miedo de sus habitantes. Miedo a que esa lengua de fuego que se niega a claudicar pese al esfuerzo de retenes, bomberos forestales, agentes de la UME, y que amenaza con devolverlos a la pesadilla del incendio del año 1994 que arrasó 12.000 hectáreas de monte de pino y quemó el Parque Natural de los Calares del Río Mundo, dejando sin recursos naturales y económicos a toda una comarca.
Casi 23 años después los yesteños contemplan con miedo como el fuego vuelve a llevarse su tierra. “El fuego del 94 fue un desastre y parece que se está repitiendo la historia” cuenta el gerente del hotel de la localidad, Antonio Sánchez que asegura que la situación es dramática, más si cabe para los mayores y, especialmente para los desalojados, casi todos de avanzada edad. “Yo veo a gente preocupada, llorando porque lo que se les quema son sus casas y sus tierras”, insiste. Son ellos los más afectados, salieron hace 3 o 4 días, dependiendo de la pedanía, de sus hogares, con lo puesto y dejando también a sus animales.
Es el caso de María y José, un matrimonio de la pedanía de La Parrilla. Llevan desde el viernes fuera de su casa, reubicados en la residencia de estudiantes de Yeste y lo único que desean es poder volver al que ha sido su hogar desde hace más de 40 años, en el caso de María, y 65 para José. Están dispuestos a todo, si hace falta hasta luchar ellos mismos contra las llamas. “Si nos dejan allí ni nos quemamos nosotros ni se queman las casas”, dice José.
Su mujer, entre lágrimas, se acuerda de sus perros y sus gallinas. No quiere que mueran. Para ellos lo peor es estar fuera de su casa, aunque entienden que es por cuestiones de seguridad, no creen que fuera necesario hacerlo de la manera tan abrupta. Insisten: “Nos echaron antes de que hubiera peligro y casi sin darnos tiempo a coger nuestras cosas”, explica José. Ellos vivieron también aquel famoso y terrible incendio, el del 94, y cuando tratan de explicar qué sienten sólo les sale la palabra rabia.
También preocupadas por sus casas están Modesta y María, vecinas de Majada Carrasca y La Torre del Llano, respectivamente. La última confiesa que cuando fueron a buscarla para sacarla de su casa “no podía parar de llorar”. Estos cuatro vecinos conviven con otros 88 en la residencia de Yeste que desde hace días los acoge, temporalmente, y donde los atienden. Para evitar que su preocupación vaya en aumento y que puedan coger enseres estos días, siempre acompañados de la Guardia Civil y con todas la precauciones, están volviendo por unos minutos a sus hogares, cuando las circunstancias lo permiten. “Se intenta que puedan echarles de comer a sus animales y que vean ellos mismos que sus casas están bien”, explica la alcaldesa de Yeste, Cortes Buendía. Con ello se consigue que su estado de ánimo mejore y no se pongan nerviosos.
Solidaridad y ayuda desinteresada
Dicen que los malos momentos son los que sacan lo mejor de las personas. Los vecinos de Yeste son un ejemplo de ello. Desde que se declarara el incendio y tuvieran que albergar a los desalojados han sido muchas las personas que de manera desinteresada han dado un paso al frente para ayudar “en lo que haga falta”. Gestos solidarios no faltan: desde el de Antonio Sánchez, el gerente del Hotel de Yeste, que canceló todas las resevas de turismo que había para estos días con el fin de poder albergar a los trabajadores que luchan estos días por apagar el incendio. Todo su hotel está ahora destinado al descanso de bomberos, personal de la UME, agentes ambientales.... y la cocina también trabaja 24 horas para dar de comer a las personas que llegan desde otros puntos de la geografía española para luchar contra las llamas. “Todo el hotel está volcado”, pero el pueblo también, “ incluso han venido vecinos a ofrecerse voluntarios por si hay que ayudar”.
No son los únicos, los lugareños sacan fuerzas para mantener el pueblo activo y sobre todo dar cobijo a los desalojados. Ellos son la prioridad. “Todo el mundo está implicado en atender a estos mayores y aportar lo necesario para que estén en las mejores condiciones e intentado que todos los vecinos de Yeste se queden aquí para que estén como en familia”, añade la alcaldesa.
Pero si estos días hay una labor encomiable es la que hacen los voluntarios de Cruz Roja de la provincia de Albacete. Más de 200 personas, en varios turnos, atienden a diario, las 24 horas del día a los 92 desalojados. Lo hacen a través de un dispositivo que se “dispara” en situación de emergencia “donde ponemos nuestras camas y kits de higiene, mantas o lo que se necesite.” Isabel Muñoz es la jefa de Servicio de este dispositivo en una situación “complicada” porque los afectados son mayores y en muchos casos salieron de sus casas hasta sin la medicación que toman a diario. Para poder tenerlo atendidos en todos los aspectos que les son necesarios tienen un sistema de afiliación que contempla toda la información de los evacuados para poder, en el caso de las medicinas, proporcionarles las que necesitan a través de las farmacias o del centro de salud. Sus voluntarios llevan días en esta residencia y también en Molinicos, donde acudieron en el primer momento del incendio.
La lucha contra las llamas
La lucha contra el fuego sigue sobre el terreno con 400 personas trabajando por tierra y aire para hacerse con unas llamas que hoy, todavía, avanzan sin control. La llegada de medios de comunidades limítrofes continúa. Este mismo lunes llegaban tres retenes de Alhama de Almería, 21 personas en total, para extinguir el incendio. El objetivo es que las 3.200 hectáreas quemadas hasta el momento, 700 de ellas dentro del Parque Natural de Los Calares del Río Mundo, no lleguen a ser más, aunque esta cifra podría variar durante la noche según se comporten las previsiones meteorológicas, pudiéndose llegar hasta las 7.000 si finalmente el incendio se propaga por un barranco, tal y como explican desde el Gobierno de Castilla-La Mancha.
Lo que hoy se quema es lo que en su día se tuvo que reforestar. Diez años se tardó en limpiar y regenerar la zona afectada. Desde el jueves el fuego consume el entorno y también se lleva por delante su mayor fuente de ingresos, el turismo. Y precisamente ahora, que “estábamos recuperándonos del desastre del año 94” dicen los vecinos, este incendio arrasa “la posibilidad de sacar adelante el pueblo”.