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Dos bailarines fusionan la danza urbana y la jota castellana: “El folclore sigue estando vivo, no se ha muerto”

Alba Camazón

23 de julio de 2023 06:00 h

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A priori no tienen nada que ver. Mario Mediero, de una familia muy unida al folclore castellano, lleva desde los cuatro años bailando jotas. En casa de Diana Villalobos, lo que se escuchaba era música negra. R&B, funk, hip-hop... Su padre fue uno de los primeros en empezar a bailar este género en Valladolid, un estilo con el que Diana —bailarina de danza urbana— siempre ha tenido mucha vinculación. Ambos son el alma Jotas de Club, un espectáculo de fusión que reivindica que el folclore y el baile evolucionan y son del pueblo. “El folclore sigue estando vivo, no se ha muerto”, explica Villalobos, cuya próxima actuación será el 15 de agosto en Cevico de la Torre (Palencia).

Desde un bar del barrio obrero de Rondilla, en Valladolid, los dos bailarines se pisan en sus explicaciones, que se solapan constantemente. La conexión entre ambos —fraguada en una amistad desde el instituto— es clave para comunicarse verbal y corporalmente. A través de la música (tradicional, fusión —de la Meseta y Castora Herz— y estadounidense) y de la ropa, ambos bailarines van aproximándose a la disciplina del otro. Ambos reconocen haber tenido que aprender del otro para dominar los movimientos hasta meter una jota en un tema house.

Mediero asegura que él ha tenido que ensayar más que Villalobos, que lo tenía “más fácil”, aunque aún así ha sido menos “complicado” de lo que pensaban.

—Lo más complicado era por... incluso por la música, porque no era lo mismo un 4x4 de hip hop o de house que un fandango, ¿no?

—Sí, normalmente las jotas son un 6x8.

Los dos van “transicionando” desde su propio baile en el sentido más “puro”. “Empieza a haber un juego; primero cada uno desde su sitio y acabamos pues dejándonos llevar un poco por cada uno”, expresa Villalobos. “Fue menos complicado de lo que pensábamos, yo creo que al final si bailas, como tienes ya un conocimiento del cuerpo y del sentido del ritmo, ha sido más fácil de lo que pensábamos del juego”, coinciden.

La improvisación es la base de las danzas urbanas, y precisamente en esta se han basado para 'jugar' en un tema totalmente ajeno, cambiando el sampler por el almirez. El objetivo es introducir elementos tradicionales (el baile de la botella o las panaderas) para que la gente joven los conozca y otros más modernos que también despierten el interés entre los más mayores. Los dos bailarines consideran que hay un punto en el que ambos estilos coinciden: son del pueblo.

“Todo viene del pueblo o de los barrios, de minorías sociales y de gente con pocos recursos, pero que crean estos estilos de danza, con movimientos culturales chulísimos y eso lo tienen en común”, explica Villalobos, que recuerda cómo las personas que han entrevistado para el proyecto destacaban la importancia de la música en el baile y de que se convirtiera en un espacio seguro.

“Ambos estilos de baile los han hecho la gente, al final, que se ha juntado, que ha empezado a hacer esto. A lo mejor la motivación era pasárselo bien o en otros casos, tener un espacio para expresarse, pero veíamos muchas similitudes en ese sentido”, reflexiona la bailarina.

Mediero y Villalobos destacan cómo hay artistas emergentes que se atreven a mezclar la música tradicional con la electrónica o con otros géneros.

—De aquí a unos años atrás, está empezando a surgir un movimiento de querer mezclar o acercar el folclore a la juventud, o que está siendo más consciente de que existe, y haciendo esa fusión.

—Me da la sensación también que se conoce más, por ejemplo, se conocen más.

—Sí.

—También los géneros de danza urbana, otros géneros de música, o sea, que en general eran cosas que a lo mejor gente muy específica lo hacía y se juntaba.

—Lo mismo con las jotas.

—Y ahora ha habido como una apertura un poco general, que ojalá no se pierda.

Aunque sea de un modo amateur, quien más y quien menos ha bailado una jota alguna vez en su vida. “Todo el mundo tiene pertenencia al pueblo, o sea, o tienes pueblo, o tu familia tiene un pueblo, o has ido al pueblo de un amigo y a lo mejor no has bailado la jota, pero has visto que bailaban, o has estado en una verbena… Pero por lo menos antes era como 'sí, eso que bailan en el pueblo'”, explica Mediero.

Por este motivo nace Jota de Club, para conectar generaciones a través del baile en una tierra cuyo folclore nunca ha sido muy reconocido. “En Galicia, en el País Vasco... bueno, claro, y en Andalucía, el flamenco y todo eso, al final es una señal de identidad para ellos y para nosotros, las jotas es como eso que bailan cuatro gatos o cuatro señores mayores”, protesta. Villalobos continúa y profundiza: “Igual no le hemos dado tanta importancia, lo hemos dejado ahí un poco apartado”. Ese desarraigo —tan típico de Castilla y León— no puede omitirse en esta conversación.

—Yo creo que eso es un sentimiento general, sobre todo en Castilla y León, yo creo. No tenemos mucho sentimiento de pertenencia, y creo que ahora sí que se está empezando a conseguir, pero cuesta.

Una vez introducidos en esa fusión, Villalobos compara el waacking —“estilo de la comunidad gay en Estados Unidos que utiliza mucho los brazos para reclamar el espacio”— con las jotas, que mantienen los brazos arriba más quietos. “Hemos utilizado a lo mejor un paso de jota utilizando más los brazos. Hemos ido probando diferentes ideas”, ejemplifica.

Villalobos y Mediero apuestan por no elegir un solo género. “Que un público conozca una cosa y que el otro público conozca la otra, llegar tanto a la gente joven como a la gente mayor en ese cruce de cosas... Por un lado está lo nuestro, lo local, y por otro lado, la fascinación que llega desde culturas diferentes... ¿Por qué no lo podemos hacer nosotros también?”, se proponen.

Diana Villalobos cita al folclorista segoviano Agapito Marazuela: “Él decía que la pureza no existe, que cada generación va aportando lo suyo, va echando la marmita... Yo creo que es un poco la clave, mantener el respeto y conocer lo que hay de cualquier estilo de danza”, apuesta. Con esta idea, los nuevos talentos de Castilla y León van componiendo, creando y diseñando su arte. Para que los próximos, y los siguientes, también interpreten el folclore a su manera. Porque el baile, como la música, es de todos.