El verano daba sus últimos estertores en Valladolid, arrancaba el mes de septiembre y el presidente de Castilla y León paseaba meditabundo. Alfonso Fernández Mañueco ya le daba vueltas a la idea de romper el pacto de gobierno con Ciudadanos. Se creía más o menos una encuesta publicada por el diario decano de la ciudad que le daba una mayoría absoluta. 43 escaños. En un encuentro casual con un miembro de su partido, Alfonso Fernández Mañueco comentó que era hora de “deshacerse” del vicepresidente, Francisco Igea, y de la consejera de Sanidad, Verónica Casado. “Me voy a sentir más cómodo gobernando con Vox”, dijo. Lo que ocurrió después fue exactamente eso. Tal y como adelantó elDiario.es, Mañueco iba a romper su gobierno y a adelantar las elecciones. Pasaron cuatro meses hasta que ocurrió.
En breve se cumplirá la segunda parte de su plan, gobernar con Vox. Porque las encuestas en las que confió fallaron, y no por tres o cuatro escaños, como él esperaba. Mañueco tiene 31 escaños y la mayoría está en 41. Necesita a Vox (13 escaños) y ya ha pactado con el partido de extrema derecha. Mientras, escenifica un “diálogo” con el resto de grupos políticos, porque esa será su coartada, transmitir que nadie se ha abstenido para que pueda gobernar en minoría y concluir que no hay otro remedio que admitir a Vox como socio legitimado por las urnas. Desde Vox y desde el propio Partido Popular de Castilla y León, dan por hecho el acuerdo, a falta de algunos flecos. El lunes, el partido de Santiago Abascal rebajó sus exigencias iniciales: ni la Ley autonómica de Violencia de Género ni el decreto de Memoria Histórica y Democrática serán líneas rojas, todo ello después de que tan sólo una semana antes, el candidato, Juan García-Gallardo, asegurase que en la negociación se trataría de “derogar toda la la legislación de izquierdas” y más en concreto “la Ley de violencia de género autonómica y el decreto de Memoria Histórica”. Y todo ello sin que se haya producido una reunión oficial. Las conversaciones empezaron hace una semana.
“No se ha hablado de puestos”
Aunque la cita oficial para abordar la negociación se producirá el próximo miércoles, en el Partido Popular desconocen quiénes serán los interlocutores que mandará Vox, más allá de García-Gallardo, un recién llegado al partido que carece de capacidad negociadora. Lo que ha acabado de armar el pacto, secreto aún, es la situación del PP.
La voladura del pasado viernes ha acabado con el principal obstáculo: la dirección nacional se oponía a un pacto con la extrema derecha y Mañueco se veía obligado a afirmar que gobernaría “en solitario”, una propuesta inviable porque Vox ya había advertido que no regalará sus votos y que va a entrar en el Gobierno. Y porque con 31 diputados es imposible tener estabilidad parlamentaria, básica para sacar adelante iniciativas. Negociar para lograr apoyos en un Parlamento compuesto por dos grupos parlamentarios más y un grupo mixto de cuatro partidos y que salga bien, es posible pero poco probable y, desde luego, no da estabilidad.
Con Pablo Casado en la picota, las conversaciones con Vox se han desarrollado con agilidad y con “buena sintonía”, según fuentes del PP. “No se ha hablado de puestos”, pero ya queda en el aire si Vox optará a la vicepresidencia, porque el propio Abascal matizó hace unos días la frase “se te está poniendo cara de vicepresidente” que le dijo a García-Gallardo la noche del 13F. “Es una forma de hablar”, corrigió después. Así, se descolgaron con que pedirían la presidencia del Parlamento Autonómico. El PP no está por la labor de convertir en segunda autoridad de Castilla y León a un miembro de Vox y ya tendría a su propia candidata, la consejera de Familia en funciones, Isabel Blanco. Precisamente, Vox reclama esa consejería y Mañueco está dispuesto a cederla.
Mañueco se ha asegurado de que la situación en Génova 13 no malogre sus planes. Incluso si el partido quedase temporalmente en manos de una gestora, el pacto lo negociará el Partido Popular de Castilla y León “por mandato de la junta directiva autonómica”, según subrayan fuentes del partido. Es más, el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, que encabeza a los barones que piden la salida de Casado, ya reclamó en el comité ejecutivo nacional en el que se analizó el resultado electoral del 13F que se diese “libertad” a Mañueco para pactar un gobierno en Castilla y León.
Feijóo está además a favor del pacto con Vox, porque lo urgente para el PP es “mantener gobiernos”. Pero es que, además, se ha llegado a manejar un nombre para presidir una hipotética gestora, el del expresidente de Castilla y León y amigo personal de Feijóo, Juan Vicente Herrera, al que consideran perfecto por su talante conciliador pero firme. Herrera, poco amigo de los enfrentamientos y con escasa relación con Mañueco, que no era ni mucho menos el sucesor que él hubiese designado, elude pronunciarse. De momento.