“Por favor, llámanos en horas múltiplo de tres, que estamos con biberones”. Es lo que pasa cuando tus trillizas tienen dos meses y llegan “como un obús vital”. Miguel Sánchez e Ismael Mena, lingüista y profesor, y pareja desde hace ocho años, siempre tuvieron claro que querían ser padres y no de un solo hijo. Pero nunca imaginaron que en 15 meses iban a tener hijas recién nacidas, tres hermanas. “Contamos esta experiencia porque nos hubiese gustado leer algo así cuando empezamos con el proceso de adopción y porque en Castilla y León es mayor el número de niños sin adoptar que el de los que se adoptan”, explica Miguel a elDiario.es. La adopción es posible para parejas homosexuales desde el año 2005 pero, casi dos décadas después, hay quien piensa que puede ser más complicado que para parejas heterosexuales. Por eso Miguel e Ismael lo relataron en un hilo de Twitter.
En octubre de 2020 empezaron con el papeleo, en concreto con el ofrecimiento de adopción a la Junta de Castilla y León. Como querían “dos o tres niños”, lo hicieron constar, porque esperaban un proceso largo, tedioso, hasta tener quizás dos hermanitos de entre 0 y 5 años. Pero además abrieron mucho su oferta: querían ser padres y no les importaba que los pequeños tuviesen enfermedades crónicas como diabetes o hepatitis o alguna discapacidad sensorial. “La operación mental que hicimos fue pensar qué haríamos con unos hijos biológicos que tuviesen alguna enfermedad: quererlos igual”.
Pero no es lo frecuente, pocos padres adoptivos están dispuestos a asumir un niño que ya no es un bebé o que está enfermo. Tanto es así que, tras hacer ese papeleo, les llamaron de Servicios Sociales de la Junta para preguntar si no se habían equivocado, por lo amplio del ofrecimiento. Aclararon que no.
Sabían o creían que el proceso podía alargarse “dos o tres años”. Lo primero que les indicaron fue que tenían que acudir a un encuentro informativo, requisito imprescindible, con Arfacyl, la Asociación Regional de Familias Adoptantes de Castilla y León, que colabora con la Gerencia de Servicios Sociales en los procesos de adopción. Fue ahí donde les explicaron que la adopción es una medida de protección a la infancia y no un medio para ser padres.
Miguel reconoce que sí estudiaron la posibilidad de la gestación subrogada, pero el planteamiento fue breve. “Lo pensamos, porque todo el mundo hablaba mal del proceso de adopción. Pero desde el principio llegaron ”los recelos y el reparo de contar con el cuerpo de una mujer mediante una transacción económica“. Lo descartaron por cuestiones éticas –”las implicaciones son muy chungas“– pero también las había económicas. Una gestación subrogada con garantías puede suponer entre ”60.000 y 80.000 euros“.
“La adopción es ética y sostenible, hay muchos niños esperando una familia y no podemos tener una concepción patrimonial de los hijos, como si fuesen una propiedad, no se compran. Esto lo digo a toro pasado, claro, pero es que así lo veía antes de tener a mis hijas”, relata. También estudiaron una adopción internacional en países con los que España tiene acuerdos, pero ahí sí que se toparon con dificultades, porque en países como China o Ucrania la adopción no es fácil para parejas homosexuales.
Y así, con todas esas premisas, comenzaron esa formación con Arfacyl, que define Miguel como “superpositiva”, para desterrar mitos pero también para rebajar expectativas. Casi como anécdota, porque Miguel y su marido están casi acostumbrados al “sesgo heterocentrista”, a documentos que hablan de “padre y madre” o a “ayudas para madres trabajadoras”, se vieron haciendo el curso con parejas heterosexuales que venían en muchos casos de experiencias traumáticas: desde abortos a infertilidad. “Empezaron a hablarnos del duelo y nosotros no entendíamos nada, claro; después sí”. Tras esa formación llegaría la evaluación psicosocial de un equipo independiente de la Junta de Castilla y León.
Un 28 de diciembre y unas trillizas recién nacidas
Servicios Sociales les llamó el 28 de diciembre. “Pensábamos que era para comunicarnos el resultado del informe, y de hecho así fue, nos dijeron que éramos idóneos para adoptar. Pero es que tres minutos después nos dijeron que tenían ya a las niñas, a tres niñas trillizas. A mi marido le dio un ataque de risa, yo tardé en reaccionar, pero dijimos que sí enseguida”. Tres hijas. Ni su familia ni sus amigos se lo creyeron. Un 28 de diciembre y unas trillizas de un mes se prestaban más a la broma que a una realidad.
El 30 de diciembre Miguel e Ismael conocieron a sus hijas. El 12 de enero llegaron a su casa. Tuvieron que movilizarse rápidamente y gracias a familia y amigos, que acabaron viendo que aquello no era una broma, consiguieron cunas, biberones y todo lo que se necesita para un bebé recién nacido pero por triplicado. Por no tener no tenían pensados ni los nombres. “Dábamos por hecho que nos darían niños de dos añitos como poco y que tendrían su nombre ya”, reconoce.
Partieron de cero en todo, pero asegura Miguel que no han sentido agobio, solo felicidad. “Son muy, muy buenas, duermen bien y nos dejan dormir tramos de dos horitas largas, estamos encantados, no ha habido momentos malos, estuvieron un poco inquietas la primera noche y ya”, afirma. Tienen sus trucos para distinguir a las pequeñas, alguna manchita, o la voz. Dos son casi iguales porque compartían placenta y la tercera tiene algunas diferencias. Para pasearlas optan por un cochecito y el porteo. “Es que a ellas les gusta, se acurrucan, les gusta el contacto y se quedan muy tranquilas, y a nosotros nos encanta llevarlas así”.