En 2014, más de 3400 personas perdieron la vida en el mar huyendo de la pobreza y de los conflictos armados, según fuentes de Amnistía Internacional. Los barcos no sólo naufragan, sino que chocan contra los bastos muros que han levantado los estados de la Unión Europea.
Las medidas políticas por parte de la UE, a pesar de lo dramático de los hechos, tienden más a contribuir y empeorar la problemática que a paliarla. Las intervenciones militares, las exportaciones de armas y los intereses geoestratégicos de los estados integrantes y sus socios, son algunas de las acciones que desestabilizan países y regiones aportando inseguridad, a la vez que introducen armas en situaciones con alto riesgo de conflicto armado.
Libia es uno de estos ejemplos, a día de hoy miles de libios siguen huyendo por la situación de violencia e inestabilidad que aún se sufre en el país. La guerra civil en Libia nos hace mirar para atrás y preguntarnos sobre la intervención militar de la OTAN en 2011, realizada con el consenso de casi todos los países de la UE, que pretendía ser una solución al conflicto emergente, y que sin embargo cerró las vías para cualquier tipo de negociación, introduciendo más armas, más violencia y aumentando el colapso en la región.
Las exportaciones de armas representan una parte muy importante de la problemática ya que a menudo acaban en destinos ya arrasados por la violencia, y su compra puede suponer un mayor endeudamiento para países ya sumamente empobrecidos. La Unión Europea destaca por ser uno de los principales exportadores de armas del mundo, por detrás de EEUU, Rusia y China.
En el primer semestre del 2014, países como Libia, Israel o Arabia Saudí, a día de hoy involucrados en graves conflictos armados, han sido algunos de los destinos principales para las armas producidas en España, que en la última década ha multiplicado por diez la cantidad de sus exportaciones de armas.
Pero las personas no entran con la misma facilidad que salen las armas, los refugiados de la guerra civil en Siria son testigos de la impenetrabilidad de los muros levantados por la UE, que sólo ha acogido a un 0'17% del total entre 2013 y 2014.
Los constantes hundimientos en el Mediterráneo componen una auténtica catástrofe por la crudeza de la violencia estructural ejercida desde nuestros estados, el fallecimiento de estas miles de personas es la onda expansiva de la guerra. El exilio forzado es la respuesta a la violencia del gatillo, el hundimiento en aguas gélidas es la respuesta de la violencia burocratizada.
El problema no se resolverá mientras la UE y sus socios sigan actuando como interventores armados del mundo, exportadores de armas, expoliadores de recursos y desestabilizadores históricos de nuestras regiones vecinas. Se imponen medidas de emergencia, la obligación de compromisos serios y reales con la prevención de los conflictos, un tratamiento diferente de la pobreza que sufren muchos países de África, el fin del negocio de las armas y de las intervenciones militares desmedidas para proteger intereses económicos.
En 2014, más de 3400 personas perdieron la vida en el mar huyendo de la pobreza y de los conflictos armados, según fuentes de Amnistía Internacional. Los barcos no sólo naufragan, sino que chocan contra los bastos muros que han levantado los estados de la Unión Europea.
Las medidas políticas por parte de la UE, a pesar de lo dramático de los hechos, tienden más a contribuir y empeorar la problemática que a paliarla. Las intervenciones militares, las exportaciones de armas y los intereses geoestratégicos de los estados integrantes y sus socios, son algunas de las acciones que desestabilizan países y regiones aportando inseguridad, a la vez que introducen armas en situaciones con alto riesgo de conflicto armado.