Muchas obras de teatro se han escrito con la guerra como trasfondo argumental, algunas de Bertolt Brecht y Shakespeare son un buen ejemplo, pero en cambio, ninguna se ha hecho sobre una de las causas principales que provocan los conflictos armados: las armas y su comercio. Esta es la temática que desarrolla el montaje teatral que se está representando estos días en la Sala Beckett de Barcelona, donde se presenta El Peso del plomo.
Un montaje de lo que primero se debe subrayar, desde el ámbito estrictamente teatral, es la espléndida dramaturgia. Excepcional es el trabajo de investigación que han hecho los autores del texto, Aleix Fauró e Isis Martín, al describir la realidad de la industria militar y de cómo funciona su comercio. Cosa nada fácil, porque explicar algo tan complicado como es un comercio tan poco transparente y hacerlo comprensible en lenguaje dramático era una tarea difícil. Pero lo consiguen y salen airosos del riesgo que comportaba, porque nunca se pierde el interés por el hilo narrativo, al contrario, va creciendo a medida que transcurre el espectáculo hasta que estalla en un final impactante.
Un espectáculo teatral que mezcla verismo y pulsión dramática, que a pesar de un cierto didactismo, que era el peligro en que podían caer los autores, poner un exceso explicativo en el comercio de armas, no lo hacen, y la historia transcurre en medio de las peripecias de una periodista que sigue la pista de traficantes de armas por el África subsahariana. Todo gracias a un excelente montaje y una buena interpretación de los actores.
Un montaje que desvela la dramática realidad de un comercio que tiene dos vertientes que hay que despejar. Una primera: la parte que es adquirida por los Estados y que representa la mayor parte de la producción de armamento en el mundo, alrededor de un 95 %. Y una segunda, que es sin duda la más significativa y a la que hace referencia el Peso del plomo, que es la parte que alimenta muchos de los conflictos armados que se desarrollan en muchas partes del planeta, especialmente en los países empobrecidos de África subsahariana o del Sudeste asiático, o de aquellos otros que sufren la delincuencia del crimen organizado, como muchos países de América Latina. Un comercio que sin sobrepasar el 5 % de toda la producción de armas mundial, es el más criminal, porque alimenta a los señores de la guerra y los grupos armados; o las bandas de narcotráfico que actúan en países que aparentemente no están en guerra, pero en cambio producen altas tasas de mortalidad en México, Venezuela, Honduras, Sudáfrica y tantos otros.
Este es un tráfico de armas desregulado, que viaje de Norte a Sur, es decir, de los países industrializados hacia los países empobrecidos; un comercio que necesita de una industria sin escrúpulos; de la complicidad de gobiernos que hacen la vista gorda; políticos y funcionarios corruptos que aceptan sobornos y que facilitan certificaciones de destino que, verdaderas o falsas, permiten se desvíen las armas hacia quienes las van a utilizar.
No hay que ir muy lejos, observamos las exportaciones de los países de la UE del último año del que se disponen datos, el 2012. La UE ha batido todos los records históricos en autorizaciones de ventas de armas, que llegan a la colosal cifra de 40.000 millones €. Las más controvertidas de estas ventas son destinadas a Oriente Próximo por un valor de 9.700 millones; al continente africano por valor de 1.600 millones. En el caso concreto de España en 2012 se vendió a Ghana un avión de transporte de tropas por 27 millones, armas cortas y cartuchos por 2,5 millones; a Egipto, aviones de transporte de tropas por 50 millones, pistolas y escopetas 103.000 €; a Arabia Saudita 21,3 millones en accesorios de aviones militares y 15 millones en munición de artillería; a Bahrein por 21,2 millones en municiones para cañones y morteros; a Libia 825.000 € en varios tipos de armas y municiones; a Irán por 730.840 € en armas y municiones; y por último, a Líbano 627.000 € en escopetas y cartuchos. No hay que analizar caso por caso, pero es bien conocido que todos estos países viven una situación interna que contradice la ley española que regula el comercio de armas, bien por violación de los derechos humanos, por inestabilidad interna, o porque son susceptibles de facilitar desviaciones hacia grupos armados.
Si se quiere conocer el drama que representa el comercio de armas y al mismo tiempo disfrutar de un excelente montaje, hay que ir a la Sala Beckett a ver El peso del plomo.
Muchas obras de teatro se han escrito con la guerra como trasfondo argumental, algunas de Bertolt Brecht y Shakespeare son un buen ejemplo, pero en cambio, ninguna se ha hecho sobre una de las causas principales que provocan los conflictos armados: las armas y su comercio. Esta es la temática que desarrolla el montaje teatral que se está representando estos días en la Sala Beckett de Barcelona, donde se presenta El Peso del plomo.
Un montaje de lo que primero se debe subrayar, desde el ámbito estrictamente teatral, es la espléndida dramaturgia. Excepcional es el trabajo de investigación que han hecho los autores del texto, Aleix Fauró e Isis Martín, al describir la realidad de la industria militar y de cómo funciona su comercio. Cosa nada fácil, porque explicar algo tan complicado como es un comercio tan poco transparente y hacerlo comprensible en lenguaje dramático era una tarea difícil. Pero lo consiguen y salen airosos del riesgo que comportaba, porque nunca se pierde el interés por el hilo narrativo, al contrario, va creciendo a medida que transcurre el espectáculo hasta que estalla en un final impactante.