Primer día sin la obligatoriedad de llevar mascarilla en las aulas en Catalunya y Victoria, de 12 años, resumía este martes el sentir de muchos de sus compañeros del instituto escuela Antaviana, de Barcelona. La mayoría ya tenía ganas de deshacerse de las mascarillas y verse de nuevo las caras en clase, pero cuando ha llegado el momento, ni se ha vivido como un gran acontecimiento, ni tampoco ha sido fácil para todos. “Al llegar la llevaba puesta, porque me daba vergüenza. Piensa que llevamos dos años… Luego al cabo de un rato, al ver a los demás, me la he bajado. Y la sensación era de libertad”, explicaba esta alumna de Sexto de Primaria. Al volver del recreo, ya la tenía guardada en el bolsillo.
La Generalitat se adelantó al resto de comunidades autónomas y retiró este martes la obligatoriedad de llevar mascarilla en las aulas, 24 horas antes de que el Gobierno haga lo propio para toda España no solo en el sistema educativo, sino en la mayoría de interiores. No sin controversia, y con quejas de algunos partidos de la oposición como el PSC, el Govern ha aprobado este mismo martes, a pocas horas de retomar las clases tras Semana Santa, los detalles de la resolución. Finalmente, y para sorpresa de los equipos directivos, se permitía retirar este martes las mascarillas solo en Primaria y Secundaria y, de cara al miércoles, en las etapas postobligatorias y entre el profesorado. El sindicato docente mayoritario, USTEC, ha calificado los tiempos de “vergonzosos”.
En el instituto escuela Antaviana, en el distrito de Nou Barris de Barcelona, el ambiente era de cierta indiferencia entre sus más de 600 alumnos. Tanto tiempo después, para muchos la mascarilla había pasado a ser como un complemento más, como una gorra o una chaqueta. En la clase de Sexto, por ejemplo, la continuaban usando cuatro de sus 23 alumnos. “Yo ya hacía tiempo que quería quitármela, porque a veces te ahogas”, comentaba Derek. A él, como a la mayoría de sus compañeros de clase, sus padres le dieron libertad para hacer lo que quisiese. Lo mismo hicieron los profesores al iniciar la jornada.
Ángela, por ejemplo, explicaba que en casa le dijeron que podía ir sin mascarillas. “Pero también me pidieron que me lo pusiese si alguien se acercaba mucho”, añadía. Naiara, por su parte, era de las pocas que lo conservaba este martes en su clase de Sexto. Durante las fiestas de Semana Santa, explicaba, su familia estuvo con mucha gente y pensaron que sería recomendable mantenerla durante unos días más.
Al escolarizar a alumnos desde Infantil hasta la ESO, el Antaviana era este martes un centro educativo idóneo donde tomar el pulso de la retirada de las mascarillas. Y lo más evidente a la vista de los profesores, que ya se lo temían, es que donde más costará aceptar el fin de esta medida será en la ESO, entre los adolescentes. Especialmente entre aquellos que eran niños y niñas cuando estalló la pandemia y que entraron en esta etapa de la vida viéndose a sí mismos y a sus compañeros con mascarilla.
“Nosotros hacíamos Sexto cuando nos confinamos por primera vez”, recordaba durante el recreo Paula, junto a un grupo de media docena de amigas de Segundo de la ESO que bromeaban sobre sus reservas a la hora de dejar atrás la mascarilla en clase. Dos de ellas la tenían puesta, aunque jugando a bajársela y recolocársela para hablar o interpelarse. “¡Solo se la quitan en clase los guapos!”, se reían mientras apuraban el desayuno. En su clase, más de la mitad la tenía puesta. Pero no por razones sanitarias, o no principalmente. “Es que piensa que ya nos habíamos acostumbrado. La gente no se veía las caras y ya nos estaba bien”, añadía Inés.
Para Francesc Freixanet, director del centro, no ha sido una sorpresa comprobar cómo buena parte de los adolescentes aparecían con la ya innecesaria mascarilla. “Están en una edad difícil en la que se mira más que nunca la estética y pueden tener mucha vergüenza de mostrarse. Dos años de vida para ellos es mucho tiempo”, añadía. Su pronóstico es que, si todo sigue igual en términos pandémicos, las mascarillas irán desapareciendo a medida que vaya concluyendo el curso y que llegue el verano. Y matiza: “Esto es al menos lo que ha ocurrido en un barrio como este”, en referencia a que es uno de los más desfavorecidos de Barcelona. “No sé si habrá sido lo mismo en Pedralbes o en Sarrià”.
Más que los alumnos, los profesores sí aguardaban con afán el día en que podrían quitarse la mascarilla. Y no solo por una cuestión de comodidad, sino por razones pedagógicas. “Los maestros nos guiamos a menudo por la expresión de la cara de nuestros alumnos, así captamos si todo va bien, si nos han entendido, si tiene una buena actitud… Y lo mismo de ellos hacia nosotros. La expresión nos dice muchas cosas”, aseguraba Freixanet.
De hecho, los pediatras y epidemiólogos llevaban semanas defendiendo que los beneficios de quitarse las mascarillas en clase ya eran superiores a los riesgos. La Asociación Española de Pediatría aconsejó su retirada gradual ya a finales de febrero. Una de las razones de hacerlo entonces era poder hacer una suerte de desescalada progresiva, empezando por Infantil y acabando en la ESO. Así, explica Quique Bassat, pediatra y epidemiólogo, hubiesen podido analizar con mucha más precisión cuál es la transmisión en las distintas etapas y de forma separada al resto de interiores. “Hemos perdido una buena oportunidad para monitorizar los efectos de su retirada”, se lamentaba este martes.
En este sentido, Bassat advierte que es probable que se observe en las próximas semanas un repunte de los contagios en España, por la relajación generalizada de esta medida, de las pocas que todavía se mantenían para el control de la pandemia. Esto hace también que el adiós de esta semana a las mascarillas, al menos en las aulas, pueda no ser definitivo. “De entrada, es un adiós a la obligatoriedad, porque hay que respetar a aquellos que quieran seguir usándola porque se sienten seguros, pero también puede que se recupere en determinados contextos, por brotes en algunas aulas o centros, de forma más local”, describía.
Entre los alumnos, en lo que sí había cierto consenso es en que la pandemia ya está cerca del fin. Aunque algunos, bien informados, tenían todavía sus reservas. “Hay algunos países, como China, donde vuelve a haber muchos casos, así que ya veremos”, concluía Victòria.