“Se ve a simple vista que los medios de propaganda republicana fueron superiores a los nuestros y su asistencia intelectual, mucho más extensa, valiosa y organizada”. Quien dejó escrita la frase fue Dionisio Ridruejo, escritor y jefe de la propaganda fascista durante la Guerra Civil, tras entrar a Barcelona y ocupar la sede del Comisariado de Propaganda de la Generalitat de Catalunya. Ridruejo quedó fascinado al encontrar un almacén lleno de publicaciones y carteles diseñados por un organismo al que el Govern catalán dedicó una notable cantidad de recursos y que en su día destacó por su modernidad tanto estética como estratégica.
El despacho que ocupó Ridruejo al llegar a Barcelona fue el de Jaume Miravitlles (Figueres, 1906 - Barcelona, 1988), político, periodista, publicista y abanderado de su tiempo en el diseño de estrategias comunicativas a través del Comisionado de Propaganda de la Generalitat. El escritor francés André Malraux le llegó a apodar “la sonrisa de Catalunya” por las espléndidas habilidades sociales de un tipo cuya intensa vida y actividad política le obligó a escapar al exilio en dos ocasiones.
Nada más empezar la Guerra Civil, en julio de 1936, Miravitlles se dio cuenta de la necesidad de que la Generalitat dispusiera de su propio aparato de propaganda para evitar que la voz del Govern quedase sepultada entre los mensajes del Gobierno de la República y la propaganda fascista. El comisariado fue un organismo moderno, creativo, sin precedentes en Catalunya que usó todo tipo de estrategias para librar la batalla ideológica al franquismo y destacar el papel de Catalunya a la hora de combatirlo. El órgano se creó incluso un mes antes de que el Ejecutivo republicano pusiera en marcha su Ministerio de Propaganda.
Una interesante exposición en el Palau Robert (abierta hasta el 5 de abril, requiere cita previa hasta que se levanten las restricciones) recorre ahora buena parte del material que creó el comisionado desde 1936 hasta el final de la contienda. La muestra permite observar cómo evolucionó el mensaje del organismo de propaganda más grande creado en Catalunya -llegó a emplear a 300 personas- a medida que avanzaba la Guerra Civil.
“Miravitlles fue el ideólogo del comisariado y quien se lo propuso a Tarradellas y Companys”, apunta en conversación telefónica Ester Boquera, comisaria de la exposición. Boquera destaca también la contribución del fotógrafo Pere Català Pic (autor de la famosa imagen debajo de este párrafo) a la hora de diseñar un organismo avanzado a su tiempo. “En los años 30 Catalunya era el epicentro publicitario de todo el país, con nociones teóricas que bebían de EE. UU. y de otros países europeos”.
En una retaguardia catalana muy tensionada por las luchas de poder entre distintas fuerzas políticas y facciones sindicales, se aprecian los esfuerzos del comisariado para intentar aglutinar a todos los grupos alrededor de una lucha común. El enemigo principal, más allá de las filias y fobias de cada sector, debía ser el fascismo y el valor a proteger era una singularidad catalana amenazada por la revuelta franquista.
Para mantener este frágil equilibrio, en el Comisionado participaron inicialmente las principales fuerzas que integraban el poder en Catalunya: Por un lado ERC (a través del propio Miravitlles), por otro UGT y el PSUC (representados por Emili Granier) y también la CNT mediante Eusebi Carbó. Finalmente el POUM también se integró en la estructura de este organismo.
La exposición permite apreciar la segmentación de las campañas propagandísticas y la diferencia en los mensajes en función de si se dirigían a los soldados del frente, a la retaguardia catalana, al resto de la zona republicana o a los corresponsales y parlamentarios extranjeros a los que se quería alertar de la amenaza a la democracia que suponía el fascismo.
Los tentáculos del comisariado lo abarcaban todo: certámenes literarios, exposiciones, actos masivos, festivales solidarios… Cualquier estrategia era válida para librar la lucha de las ideas. En la exposición se pueden ver hasta innovadoras campañas de merchandising como la “mascota de la revolución”, cuya campaña incluía un libro, postales y hasta una canción adaptada comercializada en un disco. La estrategia del Govern incluía la recuperación de las tradicionales aucas -pequeños dibujos acompañados de una leyenda-, libros de “recetas en tiempo de guerra” y hasta la organización de carreras ciclistas que iban desde el frente de Aragón hasta Barcelona. El premio: un “pedal antifascista”.
Se percibe en la muestra que uno de los principales esfuerzos del Comisariado fue ganarse la simpatía del resto de la República y combatir la idea de que los catalanes no se preocupaban por el resto del país. Lo ejemplifica un gran póster con la imagen de Lluís Companys y la frase “Madrileños, Catalunya os ama”, que se difundió después de la celebración de la semana de Ayuda a Madrid cuando la capital española resistía los embates de los golpistas. La semana de apoyo a los madrileños contó con todo tipo de actos masivos y hasta con un certamen literario.
Otro de los principales flancos fue el relato internacional. El objetivo era construir una buena imagen de la República pero también denunciar las atrocidades cometidas por el fascismo. Miravitlles abrió delegaciones del Comisariado en París, Londres, Bruselas y Estocolmo a través de los que vehiculó la actividad del comisariado en el exterior. Los comunicados de prensa que se mandaban a corresponsales, diplomáticos y parlamentarios se editaban en siete idiomas: castellano, francés, inglés, alemán, sueco e incluso en esperanto, el “idioma universal” creado a finales del siglo XIX y que utilizaban sobre todo los colectivos anarquistas y libertarios.
Más allá de los comunicados y difusiones de fotografías a la prensa internacional, el comisariado también organizaba visitas a medida a escritores, periodistas y diputados que querían conocer de cerca la situación en Catalunya. Destaca entre estas visitas la del mito de Hollywood Errol Flyn, al que le proporcionaron un coche, un chófer y un fotógrafo para que se acercara al frente de Madrid. Para darle más notoriedad a su viaje, se dice que el actor incluso simuló haber sido herido durante su visita a las trincheras madrileñas.
La exposición también muestra campañas publicitarias que pedían no tirar los periódicos a la basura para mandarlos al frente así como ediciones de libros en miniatura para que los pudieran llevar encima los soldados. Incluso aparece un folleto diseñado para lanzar en avión en zona enemiga, titulado A un militar del otro lado.
Como curiosidad, también se expone una carta que Salvador Dalí mandó a Miravitlles, amigo suyo de la infancia, en la que se ofrecía a ser el “comisario general de la imaginación política”. Dalí, no se sabe si en serio o intentando tomarle el pelo, le pedía que le reservara el “Gran edificio de Gaudí en el paseo de Gràcia” para instalar ahí su despacho y hacer cosas “sensacionalmente revolucionarias”.
A principios de 1939, ya con el fascismo en Barcelona y avanzando por Catalunya, Miravitlles reorganizó el comisariado en Figueres, su ciudad natal, con unos pocos colaboradores. Llegaron a ser 300 trabajadores y en ese momento eran solo tres. Disponían de una máquina de escribir y poco más. Su última acción: un mural que colgaron en un árbol de Figueres en el que la Generalitat se despedía de los miles de refugiados que huían a Francia.