“Menos decir palabrotas, correr o gritar, aquí podemos hacer de todo: barro, telas, pintar…”. Ahad, Saif y Adam, alumnos de Tercero de Primaria del Instituto Escuela Arts, de Barcelona, comentan la jugada mientras moldean con sus manos lo que describen como una “fábrica de chocolate” hecha de barro. Hoy les toca bajar al Espai C y están encantados. Al otro lado del aula, su compañera Mar opina: “Podemos hacer arte libremente y es muy divertido. A mí lo que más me gusta es hacer peluches”.
En el aula solo hay un adulto, Neus Frigola, que merodea por las mesas repartiendo consejos, ideas y muestras de admiración ante las obras que le enseña la docena de alumnos que se reparte por el lugar. Frigola no es maestra, es artista y escultora, pero lleva ya casi dos años junto a los niños y niñas de la escuela Arts. Es una de las seis beneficiarias del programa Espai C, que ofrece a creadores de la capital catalana la posibilidad de tener su taller dentro de un centro educativo a cambio de asumir algunas clases de arte con los alumnos.
Ideado hace casi una década, el programa Espai C cierra este curso su ciclo 2021-2023 en seis escuelas públicas de Barcelona. La esencia del proyecto es el trueque. El artista gana un espacio físico en el que desarrollar su trabajo, que no es poco. “Aquí tengo calefacción y no pago alquiler”, celebra Frigola. “Antes llegaba a trabajar encima de la cama y ahora tengo un espacio grande”, describe el también artista Jaume Clotet, que tiene su taller en la escuela Aldana.
Pese a estar en centros escolares, los talleres de Frigola o de Clotet están a su disposición las 24 horas del día y los siete días a la semana. “Tengo las llaves de la alarma y puedo venir siempre que quiera, incluso en fin de semana”, resume Frigola. Además, pueden guardar en él todo el material que quieran, y que en el caso de Frigola se traduce en una cajonera llena de bocetos y dibujos y en algunas estructuras de alambre que se acabarán convirtiendo en esculturas.
A cambio, el trueque consiste en que Frigola recibe en su taller a grupos reducidos de alumnos de tercero y quinto de Primaria de la escuela Arts, en total cuatro horas a la semana para la artista. “Para mí es una fuente de energía, de vida y de imágenes. Su creatividad es algo impresionante”, describe. Su función durante esa hora que duran las sesiones es facilitar que los alumnos puedan crear y experimentar con autonomía. “Sobre todo nos ayuda y nos da ideas”, describe Natasha, otra niña del mismo grupo. Y añade, orgullosa: “¡Y a veces la ayudamos nosotras a ella!”
“Es un espacio de arte, pero sobre todo de libre creación, que es algo que a los maestros nos cuesta más ofrecer”, detalla Carla Antonio Bonet, maestra de Primaria de Arts y enlace para el Espai C. “Es una suerte y un regalo tener a Neus aquí. Los alumnos ven que los artistas son reales y que se pueden tocar, que no son solo Picasso o Miró”, afirma, convencida de que introducir en las escuelas referentes y profesionales de otras disciplinas es “enriquecedor”. Desde la escuela Aldana, el integrador social Víctor Molins añade que programas como este ayudan a replantear “lo que siempre hemos entendido como la asignatura de Plástica”. “No es tan importante el resultado como el proceso”.
Los engranajes que mueven el proyecto
Detrás de un intercambio que puede parecer sencillo, no son pocos los engranajes que están en marcha para hacerlo posible. Ideado por técnicos del Consorcio de Educación de Barcelona –ente formado por el Ayuntamiento y la Generalitat, con presencia mayoritaria de esta última– y de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), el proyecto nació en 2015 y de forma algo “artesanal”, resume su coordinadora actual, Carme Hoyas. Sus valedores se inspiraron en el proyecto europeo Room 13, que consiste en incorporar a un artista dentro de un proyecto del centro, con la finalidad de que haga una obra, se pueda incluso vender y financiar parte del trabajo del propio creador.
Hoyas recuerda que de aquello les interesó la fusión que se producía entre el ámbito educativo y el cultural, un objetivo que suele estar en boca de responsables de la administración, pero que es difícil de materializar. En su caso, comenzaron con los talleres a cambio de sesiones, pero con el tiempo han tenido que ir corrigiendo algunos elementos. El principal, lo que llaman “mediación” entre los artistas y el centro. “Nos pasaba que quienes acompañaban a los artistas eran solamente gente del ámbito educativo y les faltaba la mirada artística, con lo que la relación quedaba algo coja”, sostiene la coordinadora del proyecto.
De ahí que en decidieran reforzar esta estructura. En 2021 el Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB), que depende del Consistorio, se incorporó a la gestión del programa y, con su entrada, decidieron implicar también a seis instituciones culturales y museos de la ciudad, uno para cada Espai C. En el Instituto Escuela Arts participa la Fundació Suñol, y en Aldana, el espacio La Capella. Otras entidades que están en el programa son Hangar, la Fundació Antoni Tàpies, Chiquita Room y la galería Àngels Barcelona. “Acompañan la apertura del espacio al alumnado, escuchan a las dos partes y participan en las comisiones. Son la necesaria mayonesa del programa”, resume Hoyas, que añade que a todas ellas hay que sumar el asesoramiento de la asociación Experimentem amb l'Art.
Este final de curso 2022-2023 servirá de balance de esta nueva fase de Espai C. Además de las valoraciones entre alumnos, artistas y docentes, Hoyas defiende: “Es una forma de desplegar el currículum en una situación de aprendizaje más real imposible”. Pero en contra de lo que cabría suponer, descarta una ampliación a corto plazo a más escuelas. Igual que en 2015, hoy siguen siendo solo seis los centros que participan –a través de una convocatoria pública– en el programa. “Requiere una alta intensidad en movilización de docentes, de recursos culturales, de estructuras de pensamiento. Queremos seguir ensayando y evaluando su impacto, en vez de crecer de forma desmedida”, argumenta.
Una obra y una docencia distintas
Clotet solo lleva unos meses en la escuela Aldana, pero dice que ya nota algunas “chispas” de cómo esta experiencia afectará a su obra. Artista polifacético y performer, explica que el dibujo, que “fascina” a los niños y niñas, ha ganado protagonismo en sus trabajos. “Antes me servía como previa para hacer una pieza final, pero ahora estoy viendo que el dibujo ya es en sí un obra y lo estoy disfrutando”, explica. En el taller comparte con los alumnos un cuaderno gigante en el que apuntan sus ideas y cada uno tiene también otro en versión pequeña. Clotet detalla que inicialmente empezó a crear con los niños y niñas partiendo del papel como guía. “Pero ahora es todo más libre. Que hagan lo que quieran, que yo estoy aquí para ayudarles. No me gusta la libertad total, pero sí la dinámica de creación libre”, distingue el artista.
Que Espai C influye en la obra de los artistas es algo que confirma también Neus Frigola, que pronto estrenará una exposición en la Fundació Suñol a raíz de este programa y que también está “marcada” por su paso por el Instituto Escuela Arts. La muestra que ofrecerá se llama De desbordar a sostener. Y un volcán de agua. “Hablo de conceptos como desbordarse, que son muy presentes en la infancia y también en los procesos creativos, y del sostener, de poder ofrecer espacios donde todo esto sea posible”, explica sobre esta “oportunidad profesional”.
Pero no solo la obra de los artistas se ve alterada. Espai C también despierta cambios en los alumnos y docentes. Por un lado, introduciendo unos métodos de aprendizaje de las artes visuales concretos. “Es un trabajo que no se entiende tanto desde el resultado final sino desde el proceso de creación; no es tanto la técnica como el conocimiento”, expone Antonio. “Antes, si en clase tocaba aprender puntillismo, todos tenían que hacer lo mismo”, ejemplifica esta maestra.
Pero una de las cosas que más aprecia esta docente es que en la relación de los alumnos con la artista surgen conversaciones que con ella nunca se darían. Y esto es algo que siempre abordan en las coordinaciones que hacen semanalmente para pasarse información. “Neus ve situaciones, relaciones y expresiones que en el aula no alcanzas a ver o que sencillamente se dan con otras figuras adultas”, dice. “Pongo un ejemplo: tenemos un alumno brillante en el aula, de hacerlo todo fantástico, y que cuando le tocaba ir al Espai C se angustiaba. No sabía qué tenía que hacer, se perdía sin una guía concreta y eso le generaba angustia”, explica. “A raíz de aquello, decidimos que al menos tuviesen unas libretas que fuesen como un dietario”, concluye.
Hoyas remacha que, además de fusionar cultura y educación y de normalizar la presencia de artistas en un aula, el programa también tiene otro propósito a largo plazo. “Queremos pensar que afecta y cambia el carácter del centro, que alterna su ritmo habitual y que les ayuda a repensar los tiempos y los espacios. Pero todo esto es muy lento”, reconoce.