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La Barcelona que no irá a la Diada: “Parece que si no eres independentista ya no la puedes celebrar”

Si la intensidad del choque entre Catalunya y España se midiera por los balcones, nadie podría negar que la polarización va de bajada en Barcelona y el Área Metropolitana. Mirar hacia arriba para comprobar qué banderas hay en las fachadas se ha convertido en un gesto que aporta poca información, ya sea en el elitista barrio de Sant Gervasi-Galvany (Barcelona) o en los bloques de Bellvitge (L’Hospitalet de Llobregat). La época en que esteladas y rojigualdas dominaban el paisaje forma parte del pasado y pocas enseñas resisten en algunos edificios, ya muy descoloridas, recordando una época en la que todo fue más intenso.

Hay algunas zonas de Barcelona que viven completamente ajenas a la enésima Diada independentista. Áreas donde sus residentes se extrañan cuando les preguntan por su asistencia a la manifestación de este miércoles y donde, para algunos, el “tema de la independencia” ya no está de actualidad. 

Es el caso del acomodado barrio de Sant Gervasi-Galvany (82.000 euros de renta media por familia) y bastión de Manuel Valls y Ciudadanos en las últimas elecciones municipales y generales. En algunos distritos censales de este barrio, el exprimer ministro francés llegó a cosechar el 43,9% de los votos, seguido por el PP (14,9 %) y el PSOE (12,8%). En las generales del pasado 28 de abril, Ciudadanos se impuso en buena parte de estas calles.

“Me parece el día de la marmota”, comenta con cierta displicencia Ariadna Feliu, licenciada en Derecho de 33 años que camina por el Turó Park junto a sus dos gemelos, vestidos exactamente igual. “Sinceramente, ni me acordaba de que había mañana eso”. La misma respuesta ofrecen en el Bar Turó, donde varios vecinos de mediana edad se resguardan de una inclemente tormenta y pasan la mañana charlando, ajenos a la rutina laboral de los demás.

La guerra de banderas también forma parte del pasado en este distrito, donde prácticamente ningún balcón luce enseñas de España como hace un par de años. “Yo creo que tanto unos como los los otros están un poco hartos del asunto”, reflexiona el dueño de un kiosco situado cerca de la Avenida Pau Casals, que prefiere no ser citado. “Son ya muchos años y la gente intenta pasar página… Al final, los políticos se han reído de todos como de costumbre”, ironiza.

La diversidad de L'Hospitalet

En el mercado municipal de Bellvitge, en L’Hospitalet de Llobregat, uno puede encontrar todo el abanico de opiniones respecto a la independencia y la Diada que hay en Catalunya. A pesar de que el pasado 28A las candidaturas constitucionalistas (incluyendo Unidas Podemos) obtuvieron el 78,84% de los votos en esta ciudad, un recorrido por las paradas de este mercado ofrece todos los sentires del espectro político: desde independentistas hasta constitucionalistas acérrimos, pasando por la indiferencia y la llamada 'equidistancia'.

Jaume Llagostera tiene 57 años y regenta un herbolario. Nacido en el corazón del Raval, explica que no es independentista, pero que en alguna ocasión en estos últimos años ha acudido a la Diada. “En 2013, con el cabreo que llevaba, participé en la vía catalana”, reconoce este tendero de tupido bigote y gafas cuadradas. “Ha habido momentos en los que nos hemos sentido despreciados y muy incomprendidos”.

Llagostera sostiene que tanto en el mercado como en su entorno “se nota menos bullicio” respecto al tema de la independencia y relata cómo, en los años de mayor polarización, a él le llamaban desde unionista de mierda hasta independentista de mierda. Este 11 de septiembre no tiene intención de manifestarse: “Como catalán, acudiría”, apunta, “pero lo han pervertido tanto que parece que si no eres independentista, no la puedes celebrar”.

A pocos metros de Llagostera está la pollería que regenta Sandra, de 39 años. Sandra, que no quiere publicar su apellido “para proteger su negocio”, llegó de Cuenca hace 12 años y ha tenido sus hijos, a los que ha llamado Pau y Joan, en Catalunya. Su discurso, no obstante, es muy crítico con el independentismo. “Lo que aprendí ya hace años es que lo mejor es evitar el tema”, responde mientras corta un pollo con un gran cuchillo. “Me siento rechazada si digo lo que pienso”, prosigue. “Muchos amigos han pasado a mirarme distinto al saber que estoy en contra de los lacitos y el independentismo”.

Caminando con su carrito por el pasillo está María José Lavado, de 77 años. Natural de Alicante y de padres extremeños, llegó a L’Hospitalet de Llobregat hace 40 años. No irá a la manifestación porque le duelen las rodillas, pero asegura que sí que pondrá una estelada en el balcón y que sus tres hijos y nueve nietos irán a la concentración. “No se han perdido ni una y este año tampoco van a fallar” responde con una sonrisa.

En medio del debate que se genera en las paradas se encuentra Jaquelina Moreno, de 56 años y nacida en Cornellà (Barcelona). Desde detrás del mostrador de la huevería en la que trabaja, afirma que nunca ha ido a ninguna manifestación independentista. Preguntada sobre si irá a la de este miércoles, responde con resignación: “Si alguien me acompañase, estaría encantada de ir”.