La incapacidad del gobierno de Trias para gestionar los problemas derivados del turismo fue uno de los motivos que llevó a Ada Colau a la alcaldía de Barcelona. Dos meses después de su victoria, el nuevo ayuntamiento ha paralizado durante un año la concesión de licencias como paso previo a la elaboración de un plan especial que regule los alojamientos turísticos, y ha recibido el aval del pleno para crear Consejo de Turismo que debata sobre el modelo turístico de la ciudad. Pese a estos pasos iniciales, con la llegada del mes de agosto los vecinos de las zonas más turísticas de Barcelona vuelven a fruncir el ceño.
El impacto del turismo Barcelona tiene direcciones múltiples: afecta a la vivienda, al mercado laboral, al medio ambiente y a la cohesión social en los barrios. En conversación con Catalunya Plural, tres expertos reflexionan sobre las relaciones entre turismo y Barcelona y los retos a abordar.
¿Con descongestionar basta?
'Hay que descongestionar el turismo de las zonas más saturadas de Barcelona'. Es una frase que se repite y ha sido asumida por la práctica totalidad de grupos políticos e incluso empresariales. Hace referencia a que determinadas áreas como la Barceloneta o la Sagrada Familia han superado con creces su capacidad de carga turística. El antropólogo Andrés Antebi, co-coordinador del Observatorio de la Vida Cotidiana (OVQ, por sus siglas en catalán), advierte que descongestionar no tiene que ser de por sí beneficioso para las nuevas zonas turísticas. “Si la descongestión no va acompañada de un abordaje integral del modelo turístico de Barcelona se replicarán los problemas que ahora tenemos en unas zonas determinadas en más sitios de la ciudad”, argumenta.
Además, Antebi señala que la zona del Fórum de las Culturas ya fue un intento de descentralizar el turismo que terminó en fracaso. Por su lado, el investigador del Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà de la UB, José Mansilla, considera que al hablar de descongestión o descentralización se asume que ya no hay marcha atrás con el turismo. Reclama, además, un diálogo con las nuevas zonas turísticas: “¿Alguien le ha preguntado a la gente del Turó de la Rovira si querían convertirse en atracción turística?”, señala. Por otro lado, Mansilla advierte de la posibilidad de que el sector privado “no esté por la labor” de seguir la misma política que el Ayuntamiento para incentivar el turismo en las zonas menos saturadas.
El geógrafo investigador del fenómeno Airbnb en la URV-GRATET, Albert Arias, se muestra escéptico sobre la descongestión del turismo. Considera que Barcelona no tiene polos turísticos suficientemente atractivos para competir con el Parc Güell, la Sagrada Familia o las Ramblas. Recuerda, además, que el plan estratégico de turismo 2010-2015 ya preveía repartir la carga turística por distritos, pero que los visitantes se siguen concentrando en Ciutat Vella y el Eixample.
Otro de los motivos por los que Arias ve difícil descentralizar el turismo es el tipo de turista que llega a la ciudad. En este sentido, potenciar los espacios turísticos alternativos sólo atraería a los turistas que ya conocen a fondo la ciudad o pernoctan en Barcelona como mínimo una semana, un tipo de visitante que no encaja con el perfil cada vez más creciente de cruceristas o extranjeros que vienen a pasar el día en Barcelona pero que se alojan en poblaciones de la Costa Daurada o la Costa Brava. “Por mucho que a estos turistas se les diga que el mirador de las baterías antiaéreas es sensacional, no irán”, zanja Arias.
Definir los problemas en vez del modelo
El nuevo modelo turístico de Barcelona fue uno de los protagonistas de la campaña electoral. Hay un consenso entre fuerzas políticas, empresariales y vecinales en que Barcelona debe reformular su modelo turístico. En este sentido, Arias alerta de que la definición de un nuevo modelo monopolice el debate: “Si sólo se habla de modelo turístico, nos pondremos todos de acuerdo en que tiene que ser sostenible, responsable y de calidad. Y adiós muy buenas. Etiquetar el modelo turístico es muy fácil, cuando miramos en detalle las prácticas y actuaciones concretas ya es más complicado”.
Para Arias el problema fundamental está en el uso del suelo que ha echo el turismo y sus consecuencias, que repercuten en el coste de la vivienda y de la vida. Un ejemplo: cualquier apartamento turístico genera para su propietario hasta cuatro veces más rendimiento económico que un alquiler convencional. Lo mismo ocurre con el alquiler de habitaciones, que tanto ha proliferado en Barcelona gracias a fenómenos como la plataforma Airbnb.
Además, al igual que con los apartamentos turísticos, la oferta de Airbnb se concentra básicamente en Ciutat Vella y el Eixample, los espacios de la ciudad en donde ya había más hoteles. En estos dos distritos, que suponen el 11% de la superficie municipal, figura el 60% del total de la oferta de Airbnb, según los datos con los que trabaja Arias.
Arias apuesta por hacer ver a los propietarios y a los empresarios que sus beneficios tienen unas consecuencias. “La rentabilidad que obtienen es impresionante y los costes son enormes para todo el mundo. No sólo dejan de vivir vecinos en los pisos, se encarece el mercado inmobiliario de todo el barrio. Buscar piso en el centro hoy es misión imposible”, explica.
Hay alternativas? Arias apuesta por gravar el uso turístico más que con la actual tasa turística. “No puede ser que los usos intensivos del turismo paguen los mismos impuestos que una actividad cualquiera. Hay que gravar las plusvalías que genera el turismo”, afirma. El investigador añade que hoy en día cualquier alojamiento turístico no paga directamente el beneficio que le suponen las políticas públicas de mejora del espacio urbano de su alrededor, y que hacen aumentar su valor.
Antebi propone directamente apostar por un modelo que no sea “depredador”, cuya consecuencia última es demográfica: sólo Ciutat Vella ha perdido 13.000 habitantes en los últimos ocho años. El nuevo modelo turístico debería incluir, para Antebi, otros beneficios que no sean el meramente económico, como el intercambio de culturas o el diálogo entre personas de países diferentes. Esto pasa por atajar los beneficios económicos que constituyen el motor del modelo turístico actual. Y por actuar sobre la base de un punto de partida claro: el modelo turístico imperante sigue la misma dinámica que la burbuja inmobiliaria, lo que ha provocado que Barcelona haya sobrepasado con creces su capacidad de acoger turistas. No sólo por las cifras oficiales de 7 millones de turistas al año, sino porque en realidad las visitas de turistas que duermen en los cruceros o en otras poblaciones catalanas elevan esta cifra a más de 25 millones. Esta masificación, recuerda Antebi, repercute en toda la ciudad, ya sea mediante la polución que generan los cruceros y los motores de los autobuses o la ocupación las calles y los espacios públicos por parte de los turistas.
“Nos estamos consolidando como una ciudad donde la riqueza va vinculada exclusivamente al valor del suelo. Los demás sectores están quedando relegados”, apunta Arias. “Hay que apostar por una Barcelona que no sea exclusivamente turística, sino también industrial”, remata Mansilla.
Debatir sobre turismo en un contexto nuevo
Sea cual sea la solución que plantee el Ayuntamiento, el escenario no es el mismo de hace unos meses. Mansilla lo expresa de esta forma: “Si CiU era business friendly, Colau en teoría es neighbour friendly. Esto le pone en una situación más compleja y añade complicación al debate”.
Es posible que vecinos y empresarios turísticos salgan contentos? “Parece difícil llegar a una solución satisfactoria para todas las partes”, asevera Mansilla. Antebi también lo duda, y señala que cualquier medida que esté orientada a limitar los efectos del turismo afectará negativamente a los intereses de las grandes empresas que dominan el mercado. En esta línea, Mansilla recuerda que una vez que Colau aprobó la suspensión de licencias, el fondo de inversión que tiene previsto montar un hotel en la Torre Agbar anunció que apagaba las luces nocturnas del exterior del edificio como medida de presión.
Hay otro factor a tener en cuenta, y es un cambio de mentalidad respecto el turismo de varios vecinos de la ciudad, cocido a fuego lento mientras los turistas colonizaban los barrios y que estalló el verano pasado en la Barceloneta y la Sagrada Familia. Antebi destaca que este cambio de percepción respecto el turismo ahora no sólo está en círculos académicos o activistas, sino que es compartido por muchos ciudadanos, lo que en parte ha facilitado el cambio en la alcaldía. “El desarrollo del turismo se ha sostenido sobre la idea que los habitantes de Barcelona tenían que estar orgullosos del turismo porque crea riqueza y puestos de trabajo. Pero mucha gente se ha empezado a preguntar si trabajar de camarero por 500 euros al mes es de verdad un beneficio”, explica el investigador.
Parece claro que debatir sobre turismo requerirá tiempo. A algunos barrios, sin embargo, se les está agotando.