En pocos días comenzará la segunda campaña más importante del año de venta para los manteros de Barcelona: la Navidad. Después de un verano intenso, el principal momento en la venta callejera por la afluencia de turistas en la ciudad, el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes se prepara para una nueva campaña. El recuerdo de un verano movido –se han producido diferentes redadas y detenciones– todavía pesa. El ambiente en la ciudad sigue enrarecido: los manteros denunciaban hace unas semanas el incremento de la presión policial en el núcleo principal de venta cuando llega el frío, las Ramblas y la plaza de Catalunya.
En Barcelona el problema con la manta, a pesar del descenso de puntos de venta –tras la desocupación del paseo Joan de Borbó y del Puerto– en otoño y en invierno, parece volverse crónico. La comunidad de manteros se ha reducido respecto al verano, cuando el Ayuntamiento de Barcelona contaba cerca de 800 manteros, pero unos 150 vendedores ambulantes de la ciudad siguen con la actividad. En la actualidad, el Ayuntamiento de Barcelona sigue desplegando los planes de ocupación y el sindicato mantero prepara su propia cooperativa.
Algunos expertos señalan pero que la crisis con la venta ambulante ya no es estacional; la afluencia turística en la ciudad tampoco lo es, como apunta el experto en paisaje urbano, Francesc Muñoz. Sea como sea, Barcelona no es la primera ciudad que enfrenta la venta ambulante como un problema de primer orden social –y político– estructural. Hay casos más longevos que el barcelonés.
El más cercano sería el de Roma, en Italia. La venta ambulante sin licencia en la capital italiana constituye un delito penalizado con sanciones económicas e incluso con la expulsión del país si la actividad se lleva a cabo estando en situación irregular, según recoge el último Informe sobre la venta irregular en la calle del Consejo Económico y Social de Barcelona (CESB). La presión de la Asociación de Comerciantes de Roma sobre los vendedores ambulantes de la capital italiana hace años que dura.
Por su parte, la policía romana efectuó casi 20.000 aprehensiones de mercancía vendida ilegalmente en la ciudad sólo en 2014. “Mi tío, que vive en Italia, me insiste que debemos luchar, ya que en Roma la situación es aún peor que en Barcelona”, destacaba el miembro del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, Moustapha Ndao, a Catalunya Plural después de que lo recibiera el Papa Francisco en un encuentro internacional de movimientos sociales en Roma.
Según el CESB, las ciudades estratificadas y con más afluencia migratoria presentan más problemas con la venta ambulante no autorizada. Es el caso de Bogotá (Colombia) o Nueva York (EUA). En la capital de Colombia se cuentan cerca de 40.000 vendedores informales y, aunque el alcalde Enrique Peñalosa (Movimiento Equipo por Bogotá-Cambio Radical) asegura haber ofrecido alternativas laborales a los vendedores, estos manifiestan sentirse perseguidos.
En la ciudad de los rascacielos se ha optado por las licencias como método para regularizar el conflicto de la venta ambulante: 20.000 vendedores ambulantes se reparten cerca de 5.000 licencias, que no se renuevan desde 1983. Este hecho, afirma el CESB, ha hecho que el mercado negro de licencias gane peso. La India sufre un problema similar; en 2004 se puso en práctica una política estatal para “sustituir la prohibición de la actividad por la regulación de esta”. Se calcula que el país tiene 10 millones de vendedores ambulantes y cada municipalidad tiene su propia normativa, por lo que otorga la cantidad de licencias que considera necesarias.
Como muestra el ejemplo de la India, los problemas municipales con la venta ambulante no se limitan sólo a las ciudades occidentales. En Dakar, por ejemplo, capital de Senegal y lugar de origen del grueso de manteros de Barcelona, la venta ambulante también es una actividad extendida. Según el CESB hay entre 50.000 y 100.000 vendedores en las calles de dicha ciudad, que cuenta con poco más de 1 millón de habitantes. “Este no es un problema sólo de los países más desarrollados económicamente sino que es un hecho global”, afirma el informe.
En el caso de Dakar, la conflictividad entre los vendedores callejeros y los cuerpos de seguridad también fue acompañada, como en Barcelona, de sucesivas manifestaciones y detenciones. Para solventar el problema, una parte del presupuesto municipal se destinó a construir un mercado permanente (mercado Kermel) con más de 300 paradas repartidas en tres pisos en un espacio de 700 m2 y capacidad para 3.000 vendedores.
Barcelona y el espejo de Vancouver
Después de haber estudiado las soluciones aplicadas en ciudades como París, Berlín o Quito (aparte de las mencionadas con anterioridad), el Ayuntamiento de Barcelona ha pronunciado en varias ocasiones que el de Vancouver es un modelo a tener en cuenta. Lo afirmaba hace unos meses el primer teniente de alcalde Gerardo Pisarello en una entrevista con este medio y fuentes municipales confirman la buena sintonía con las soluciones a la venta ambulante de la ciudad canadiense. Pero, ¿qué propone Vancouver? ¿Y cuáles de estas propuestas han sido adaptadas por parte del Ayuntamiento de Barcelona?
Según el CESB, durante muchos años la ciudad y la policía de Vancouver recurrieron a la solución de aplicar y ejecutar ordenanzas consistentes en la imposición masiva de multas y detenciones: los vendedores se concentraban en East Hastings Street, como ocurre en la ciudad de Barcelona con el centro histórico. Con el objetivo de cambiar esta realidad, el gobierno municipal de Vancouver intentó crear oportunidades económicas para los residentes de Downtown Eastside. ¿Cómo? Conectando a vecinos, empresas sociales y organizaciones de la comunidad. Además, desde la Oficina de Desarrollo Económico se estableció contacto con otras organizaciones para la mejora empresarial del colectivo.
Si bien la Oficina de Desarrollo Económico de la ciudad canadiense consideró –como lo ha hecho el Ayuntamiento de Barcelona– contribuir a la organización del colectivo mantero y, sobre todo, intentar regularizar parte de esta actividad, las políticas de los dos consistorios chocan en un punto: encontrar espacios para la venta ambulante (regulada).
A diferencia de Barcelona, el Ayuntamiento de Vancouver optó por abrir recientemente el mercado de la calle Downtown East Side; con espacio para 200 vendedores con licencia cada semana, Downtown East Side permite la venta de diversos artículos (objetos artísticos o artesanías locales) en el interior del recinto. El lugar elegido (501 Powell Street) contiene un espacio cerrado para el nuevo mercado, además de una oficina de Desarrollo Económico Comunitario (CED). ¿El objetivo? El nuevo espacio cerrado ayudará –según el consistorio de Vancouver– a controlar la venta de productos falsificados o robados.