Pasada la crisis del mercado inmobiliario, los precios de los alquileres en Barcelona se han vuelto a disparar. El Ayuntamiento de Barcelona ha presentado un informe en el que muestran que el alquiler medio en la ciudad, que entre 2008 y 2013 había bajado de los 813 euros a los 682, repuntó hasta los 727 en 2015. En relación a 2014 el alquiler medio ha subido un 6,6% y el precio por metro cuadrado un 7,4%. El descenso de precio de los alquileres entre 2008 y 2013 coincidió con un aumento intenso del número de contratos de alquileres.
“Durante los años más intensos de la crisis el alquiler se convirtió en la única alternativa económica viable para las economías familiares que, en términos agregados, habían visto deteriorarse su renta y frenarse sus expectativas de acceso al crédito”, explica el informe en relación al aumento de los contratos de alquiler. Apunta también a “la proliferación de unidades de convivencia muy diversas que no tienen necesariamente vocación de permanencia ni ningún vínculo más que el de compartir espacios comunes para reducir gastos” y optan por el alquiler. Mientras, las entidades financieras mantienen fuera del mercado 2.685 pisos que han declarado a la Generalitat que tienen vacíos en Barcelona.
En este contexto, la alcaldesa Ada Colau remarca un dato que considera especialmente preocupante: entre las diez ciudades más grandes de España, Barcelona es la que ha sufrido más aumento de los precios de alquiler. Partía del alquiler por metro cuadrado más elevado y, según los datos de 2015, las diferencias se han ampliado. Además, entre las diez ciudades Barcelona es la que tiene un mayor porcentaje de viviendas en régimen de alquiler. Un 30% del total, seis puntos por encima de Palma y diez por encima de Madrid. “Dada esta estructura de la propiedad, las oscilaciones de precios de alquiler tienen más impacto en Barcelona que en el resto de grandes ciudades”, concluye el informe.
Ante esta situación, Colau ha reclamado este miércoles a la Generalitat y al futuro gobierno del Estado que actúen para regular los precios del mercado de alquiler. La alcaldesa destaca que este aumento de precios no va acompañado de un aumento del nivel de renta de los barceloneses, sino que se trata “de una nueva burbuja inmobiliaria” que resulta de la “pasividad” de las administraciones públicas. “Tenemos que aprender de los errores del pasado, es una obligación de todas las administraciones públicas no sólo recuperar los restos del naufragio, sino hacer todo lo posible para evitar una nueva burbuja”, asegura.
Referentes europeos
La alcaldesa propone adoptar medidas como las que se llevan a cabo en Alemania: “en lugares donde hay una fuerte demanda que supera la oferta, el Estado tiene la posibilidad de regular los precios del alquiler, como ocurre en Berlín”. La medida, explica Javier Burón, gerente de Vivienda del Ayuntamiento, “pasa por que el propietario tenga un beneficio para poder seguir haciendo negocio, sino no pondría la vivienda en alquiler, pero también un precio que con el sueldo medio de este lugar se pueda pagar”. Más allá de eso, estas medidas se complementan con muchas ayudas al alquiler. “Alemania dedica a ello 26 mil millones de euros y España 900 millones, cuando si tenemos la mitad del PIB deberíamos dedicar la mitad que ellos”, considera Burón.
Si bien Barcelona es la gran ciudad española con más pisos de alquiler, queda muy por detrás de las ciudades europeas. Ante el 30% de Barcelona, se encuentran el 85,9% de Berlín, el 72% de Ámsterdam, el 61,5% de París o el 42% de Londres. La diferencia es más notable cuando se habla de alquiler social. El 2% de Barcelona, dentro de la media española, queda superado de lejos por Ámsterdam, que tiene un parque de alquiler social del 48% de las viviendas, Berlín, que tiene un 30,2%, Londres, un 23%, y París, un 17,2%. El informe del ayuntamiento remarca que, en el caso de Ámsterdam, el más destacado, “es posible construir vivienda porque el 80% del suelo es propiedad municipal”.
Carme Trilla, que fue secretaria de Vivienda de la Generalitat con el tripartito, explicaba hace unos meses a este medio las dificultades para regular los precios del mercado libre de vivienda. “Hay que lograr un tipo de oferta que no siga la lógica del mercado, y esto lo pueden hacer países que tienen mucho suelo público”, explica. Trilla asegura que “si eres capaz de poner una masa crítica de vivienda protegida en el mercado, automáticamente te equilibra los precios, porque muchos demandantes pueden decir que no irán a una vivienda del mercado libre sino a esta que es más barata”. Por ello, apunta, era necesario disponer de reservas de suelo para viviendas protegidas, como las que existían en el País Vasco o las que impulsó su gobierno, “pero tardamos tanto que resultó poco efectivo para poner esta masa de oferta fuera de mercado”, asume.
Desde el Ayuntamiento reivindican otras alternativas, como una modificación por parte del gobierno del Estado de la Ley de Arrendamientos Urbanos o la elaboración por parte del Parlament de una ley catalana que supla sus funciones. La última modificación de esta ley no sirvió para dar más seguridad a los inquilinos sino justamente lo contrario, dando a los contratos de alquiler una duración de tres años, dos menos que antes de la modificación, después de los cuales se puede aumentar el precio.
Desigualdades en la ciudad
Los precios de alquiler acusan diferencias importantes en los diferentes distritos de la ciudad. El contrato medio de Sarrià-Sant Gervasi en 2015 fue de 1.045 euros, mientras que en Nou Barris estaba en 513 euros al mes. Si bien los barrios con menos renta tienen precios más bajos, la relación entre precio y renta los dejan en peor situación. Los alquileres más bajos se encuentran en los barrios de Baró de Viver y Can Peguera, por debajo de los 300 euros. El informe apunta que son barrios muy pequeños “con un mercado residencial muy estático, alta presencia de vivienda pública y muy pocos contratos”, como otros barrios que se encuentran por debajo de los 400 euros.
“Los barrios con rentas más altas –y donde también los precios de alquiler son más altos– soportan el menor esfuerzo económico para acceder a una vivienda de alquiler, mientras que en los barrios con rentas más bajas sus residentes deben realizar un mayor esfuerzo económico para pagar el alquiler”, apunta el informe. Barrios humildes como la Trinitat Nova –el de renta más baja de la ciudad–, la Verneda y la Pau, la Guineueta, Sant Martí de Provençals y la Prosperitat son los barrios donde los vecinos dedican una mayor proporción de sus ingresos a la vivienda, más de un 25% de los ingresos totales de la unidad familiar van destinados a pagar el alquiler.
Si bien no es donde más ha subido el precio medio por contrato de alquiler, el distrito de Ciutat Vella es donde más ha subido el precio por metro cuadrado, un 8,8% entre 2013 y 2015. Se trata del distrito más afectado por la presión turística, y donde no son habituales los pisos grandes. Son dos elementos que, según la geógrafa e historiadora urbana Merced Tatjer, no están aislados. “Los de la Barceloneta son pisos muy pequeños, muy fáciles de convertir en apartamentos, los arreglas con cuatro duros y quedan bastante bien, y en cambio es mucho más difícil convertir un caserón grande del Born en pisos turísticos”, explicaba Tatjer a Catalunya Plural con motivo de las protestas de la Barceloneta para explicar dos modelos de turismo en el mismo distrito.
“Un piso turístico es un piso que deja de tener su función social como vivienda para pasar a ser un negocio, y como es tan rentable hay propietarios que no renuevan a los inquilinos para tener a turistas por días”, explica la geógrafa. “En casos de gentrificación [como el del Born] a menudo se mejora el estado de algún edificio, pero en la Barceloneta los propietarios no se preocupan por cómo está o deja de estar la escalera”. Entre otros factores, dice el informe del Ayuntamiento, “el enorme atractivo turístico de la ciudad ha actuado de impulsor de los precios”. Es una de tantas consecuencias que refuerza el reto del gobierno de Colau de replantear el modelo de turismo en Barcelona.