Pintura, restos de huevo, una bandera gay y, al lado, una estelada. Todo ello descansa sobre el metal oscurecido y baldío de la estatua decapitada de Franco en el Born; estos días, el dictador, incluso ha tenido una muñeca de goma encima. Y le ha aparecido cabeza... Una de cerdo, concretamente. Es jueves 20 de octubre y, en sólo cuatro días de exhibición de la exposición Franco, Victoria, República. Impunidad y espacio urbano las reacciones han sido de todo tipo. La última, la misma noche del jueves, cuando un grupo de personas tumbaron –de madrugada– el símbolo ecuestre franquista. El Ayuntamiento de Barcelona decidió retirar la estatua a altas horas de la noche de ese mismo jueves.
Barcelona ha convivido con la estatua de Franco menos de una semana, aunque hacía meses que la ciudad experimentaba revuelo político por la colocación del monumento efímero; el ruido se hizo notorio finalmente este lunes, después de la inauguración del símbolo franquista en el espacio público. Varios partidos reaccionaron a él: ERC y CiU se mostraron especialmente vehementes. Sobretodo Esquerra, que pidió a Colau que recapacitara y que exigió la retirada de la estatua. A las críticas se sumó también la Fundación Francisco Franco.
Catalunya Plural se ha acercado al monumento a lo largo de esta semana para reflexionar sobre la memoria histórica y la intervención en el espacio público. Este diario ha contado con las voces de: Blanca Gutiérrez, miembro del Colectivo Punto 6; Marc Laporte, portavoz de las Juventudes de Esquerra Republicana de Catalunya (JERC); José Mansilla, miembro del Observatorio de Antropología del Conflicto Urbano; Carlos Vallejo, de la Asociación Catalana de Ex Presos Políticos del Franquismo; y Manel Risques, comisario de la exposición Franco, Victoria, República. Impunidad y espacio urbano.