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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Migrantes abocados al mercado informal de citas en Extranjería para poder acceder a los papeles

“Aquí sólo ayudamos. No hay dinero de por medio, sólo ayudamos”, responde el dependiente de un locutorio anexo a la rambla del Raval, mientras cinco de las personas que esperan para las utilizar las cabinas observan. “El cartel es sólo para información”, añade la persona detrás del tablero. Este amplio local con cabinas para conferencias es uno de los muchos que en el Raval anuncian en su puerta “Cita previa NIE”.

La del Raval no es una situación aislada. También locales cercanos a la comisaría de Guipúzcoa presentan carteles similares. Algunos migrantes apuntan a una compra-venta de citas. La mayoría, eso sí, señala que los locales sólo “gestionan” las citas, un recurso que se hace necesario ante la imposibilidad de conseguir una cita por los canales oficiales. Muchas personas se quedan sin documentación por esta barrera administrativa.

“Es prácticamente imposible que haya una venta de la cita: son nominales y van acompañados del número de pasaporte o NIE. Pero por insistencia o con herramientas informáticas que no conocemos, los locutorios acceden a citas”, destaca Antonio Segura, miembro de la comisión de Extranjería del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona (ICAB).

Dicha comisión señala que, durante los meses de verano –cuando la sequía de citas ha sido más acusada– los locutorios conseguían más citas que ellos. Los precios por estas gestiones oscilaban entre los 20 y 50 euros, según los usuarios consultados, aunque la Asociación de Profesionales de Abogados de Extranjería denunció hace unos meses que los precios podrían elevarse hasta los 150 euros.

Los locales son recelosos a la hora de hablar de transacciones económicas por el intercambio de citas, temen que se les criminalice cuando “a muchos no les queda otro remedio que acudir a este mercado para obtener fecha”, dice un vecino de origen pakistaní que lleva instalado en el Raval cerca de diez años. “Es eso o quedarse indocumentado”.

El colapso sufrido de julio a octubre por la Oficina de Extranjería de Barcelona ha puesto en jaque a muchos migrantes: por más que tuviesen los papeles a punto para ser presentados, el sistema telemático de la administración repetía una y otra vez “Citas previas no disponibles”. El Espacio del Inmigrante de Barcelona ha denunciado en repetidas ocasiones el colapso de las citas en la Oficina de Extranjería de la capital catalana, como también lo ha hecho el ICAB –vía Defensor del Pueblo– desde el pasado mes de mayo. Desde el ICAB se quejan de lo “restrictivo” que resulta que sólo se de hora a migrantes los miércoles a partir de las 9:30h. “No es suficiente”.

Pese a que la administración ha hecho algunos movimientos, el último el pasado miércoles facilitando que los familiares de residentes comunitarios puedan pedir cita aunque tengan vencidos sus plazos, las denuncias por falta de citas han ido en aumento. La Oficina de Extranjería de Barcelona zanja que el sistema funciona “con normalidad”.

Hay algunos casos –como explica el también miembro del ICAB, Luciano Banchio– donde la problemática se ha extremado, ya sea en forma de orden de expulsión o de detención y multas; Carla Mena, estudiante chilena, pasó una noche en el calabozo por no conseguir cita previa, pese a tener todo a punto para la entrega de papeles. Carla se ha visto forzada a marcharse del país y ahora se ve envuelta en un litigio para evitar una multa de 1.000 euros.

“Todo son gastos para el migrante”

Para una activista peruana residente en Barcelona hace diez años consultada por este medio, hay otro tipo de trámites todavía más caros que los que se practican en dichos locutorios de forma informal. Muchos de los migrantes asediados por la urgencia de obtener una cita “se ven obligados” a acudir a profesionales que les faciliten información, les hagan gestiones o –una vez ven cumplidos sus plazos de entrega y al borde de la situación irregular– les tramiten recursos administrativos.

“Ponte en la situación... Hay gente que no tiene acceso a ordenador y demás. Yo misma vengo de ayudar a unos compañeros a hacer los trámites”, comenta dicha activista que, pese a llevar tanto tiempo en Barcelona, también espera una cita para renovar su pasaporte, que caduca en noviembre. La situación le ha hecho renunciar a viajes de trabajo.

“El sistema es malo. No puede ser que la tecnología te ponga más dificultades. Además hay mucha desinformación. El mensaje más repetido de mis clientes es: 'Me han dicho que no puedo hacer consultas en Extranjería'. Por lo que acaban en manos de abogados”, destaca Segura, que lamenta que muchas de estas informaciones no sean facilitadas por funcionarios y supongan un gasto extra.

“Puede que haya lucro con la cita previa... Pero hay muchos otros gastos peores, y más comunes: ¡Todo son gastos para el migrante! Las tasas, los trámites infinitos... Todo es dinero para nosotros, una sangría”, dice la joven de origen peruano. “Yo soy una privilegiada, vine como estudiante, soy mestiza. Hablo castellano. No quiero imaginar otros casos”, concluye.