“He venido a la manifestación como musulmán español para decir basta ya de matar a gente inocente”. El que se expresa contundente en la cabecera de la manifestación es Mustafá El Hanri, que desde los ocho años vive en Barcelona. “Que nos dejen vivir y convivir. Sólo queremos eso”, dice, amargo, cuando recuerda los atentados del pasado jueves 17 de agosto.
Mientras Mustafá recorre el Paseo de Gràcia, a rebosar de manifestantes –medio millón, según la Guardia Urbana– a la altura de la Gran Via, una transeúnte le asalta: “Estos días he estado aquí, con vosotros, de corazón”, comparte Sebnem Funda Yilmaz. Pese a que esta turista llegó solo hace un par de días para pasar una semana en la capital catalana, y a penas habla castellano, ha decidido sumarse a la protesta.
“Todos somos hermanos estos días”, contesta Mustafá, justo en el punto en que la manifestación de las entidades se une a la convocada por las autoridades políticas. Los dos se sonríen y siguen su paso. La solidaridad entre la propia comunidad musulmana ha sido una constante a lo largo de los días en Barcelona.
Pero como ha demostrado la manifestación multitudinaria de este sábado, no sólo la comunidad musulmana ha lanzado mensajes contra el terrorismo y contra el odio. Maite Fuertes, que ha bajado a la calle con su hermano para unirse a la marcha, también condena la violencia. Maite porta una rosa roja; se cuentan por miles las flores este sábado –también las hay blancas, en homenaje a Barcelona, que se han repartido durante la tarde. Para ella, el objetivo primordial de la marcha pasa por gritar un 'no' sonoro al terrorismo y al miedo que provoca.
Para esta barcelonesa ha sido un acierto no mezclar la indignación por el atentado y el dolor de las pérdidas del pasado 17 de agosto con la política en la cabecera de la marcha. Por ello aplaude la decisión que quienes estén en primera línea sean los que ya estuvieron en primera línea durante la tragedia. “Los protagonistas son los que ayudaron, no los políticos”, dice.
A unos metros de ella, Ana Maria Llorente, vecina de Cerdanyola, ha venido con amigas a la marcha. Desde que conoció la convocatoria, lo tuvo claro: “No estoy de acuerdo con las guerras, y por tanto tampoco con el rechazo a los migrantes, que no son culpables, sino víctimas”, denuncia. Con casi 70 años, teme un aumento del odio. Algo que “no entendería”, pues –como recuerda– “todos hemos sido migrantes en algún momento”. “Los de aquí siempre se han ido fuera a trabajar y nunca han sido tachados de terroristas, ¿verdad? Pues ellos igual, no los juzguemos a todos por igual”, destaca, también rosa en mano.
“Los muertos son nuestros también”, dice Laila, mientras porta un cartel que reza el mensaje que se ha hecho suya la comunidad musulmana estos días, “No en mi nombre”. Laila ha venido con Ikram, su hija, a la manifestación Hace dos años que Laila vive en Badalona y forma parte de la Plataforma de Afectados por la Crisis (PAC), donde –destaca– los musulmanes son parte muy activa de la entidad; ella vino de Marruecos huyendo de la crisis de trabajo en su país y se encontró otra más en España. No quiere que los atentados sumen más dificultades a su vida.