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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La supermanzana de Ada Colau cumple medio año con alabanzas y algunos ajustes pendientes

La supermanzana del barrio del Poblenou de Barcelona ya no es un desierto. Macetas, bancos e incluso una pista de atletismo ocupan ahora el asfalto de las calles Badajoz, Pallars, Llacuna y Tànger. Si bien la imagen de vacío de los primeros días de la implantación de la prueba piloto del reto de pacificación del espacio más importante del Gobierno de Ada Colau se ha desvanecido, las dudas sobre el proyecto siguen entre una parte del vecindario.

No así para el Ayuntamiento de Barcelona, que ha dado por bueno el primer medio de año de pruebas en la zona y ha anunciado las primeras obras estructurales en el espacio para este verano. Todo ello mientras la supermanzana de Colau despierta alabanzas internacionales y pone la mosca tras la oreja a los expertos, que alertan sobre el posible encarecimiento de la zona.

Si bien el consistorio sigue abierto a “algunos ajustes”, la nueva estructura de la supermanzana está decidida: la pacificación del espacio pasará por nivelar la calzada con la acera, además de instalar áreas infantiles y zonas verdes. En la zona central de la supermanzana están previstas 68 viviendas públicas; en total, una inversión de más de un millón de euros. El Ayuntamiento destaca que las nuevas acciones “incorporan las quejas de los vecinos” tras encuentros y reuniones con diversas entidades del barrio.

El Gobierno de Ada Colau ha exhibido fe en un proyecto que, desde buen principio, ha generado controversia. La “falta de información”,  se quejaba uno de los vecinos de la calle Tánger el día de la presentación de la supermanzana; la poca concreción de los usos de los espacios vacíos (calles y chaflanes), que han vivido diferentes revisiones por parte del consistorio; o la confusión viaria fruto de la nueva ordenación del tráfico (bicicletas y vehículos aún compiten por el mismo carril) son algunas de las quejas vertidas por los vecinos de la zona, que se han unido bajo la plataforma Afectats per la Superilla del Poblenou (PASP9).

Dicha plataforma ha lamentado en reiteradas ocasiones la “imposición” del proyecto y los perjuicios que supone éste respecto al aparcamiento, el acceso a los autobuses (se han desplazado al perímetro de la supermanzana) o la garantía del buen funcionamiento de los equipos de emergencia por el impedimento de cruzar la manzana en línea recta.

Los vecinos contrarios a la supermanzana han hecho ruido estos meses: recogida de más de 4.000 firmas y hasta dos manifestaciones contra el proyecto. Según ha podido saber este diario, la semana que viene esos vecinos presentarán un informe con lo que consideran “irregularidades” en la implementación de la supermanzana del Poblenou. Si bien la plataforma ha reservado su postura sobre el anuncio de consolidación de la supermanzana del Poblenou hasta la presentación del estudio, fuentes cercanas a PASP9 recelan del paso dado por el Ayuntamiento.

No todo el mundo en la zona es de la misma opinión. Otros vecinos han creado el Col·lectiu Superilla Poblenou, que avala el espacio “ganado” a los coches con el modelo de Colau y celebra, en palabras de uno de sus miembros, Genís Barrera, el “mayor uso de la calle por parte de la gente”.

El debate sobre la gestión de la supermanzana del Poblenou ha trascendido en el primer medio año de vida a los vecinos. El Síndic de Greuges (el Defensor del Pueblo catalán) denunció la “falta de planificación” de la intervención y ha recibido hasta 84 quejas en los primeros meses del proyecto. Rafael Ribó también pidió “más consenso vecinal” en las nuevas reformas del espacio. Los argumentos del Síndic han servido a la oposición del Ayuntamiento de Barcelona para cargar con dureza contra Colau.

Elogio internacional y peligros locales

La apuesta del Gobierno local por la peatonalización de un tramo del Poblenou –con vistas a que el proyecto se expanda a cuatro zonas más de la ciudad– ha llamado la atención de los medios internacionales. En los últimos meses, Vox y The New York Times han acogido con entusiasmo los planes de Colau para la pacificación de la ciudad y la reducción de los vehículos.

Expertos de ambos medios han considerado las supermanzanas como una solución para “entregar las ciudades a personas y bicicletas”. Pero, ¿por qué los elogios internacionales chocan con la realidad que vive Barcelona en la implementación de las supermanzanas?

El miembro del Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà (OACU) y profesor de la escuela universitaria de turismo Ostelea, Jose Mansilla, apunta a la “ilusión naíf de intentar modelar lo urbano desde un despacho, sólo haciendo uso de la arquitectura y el urbanismo”. En otras palabras, lo que en papel parece muy bonito resulta “mucho más complejo en la realidad”, explica Mansilla.

Mansilla insiste en que “la gente no va a ocupar la calle porque dejen de pasar coches”, por lo que cree que hacen falta “más propuestas”. Los usos de la ciudad, dice, requieren más trabajo vecinal –“algo que se le podría reprochar al Ayuntamiento”, puntualiza– y un estudio “completo” de cada zona de implementación.

Algo que tampoco recogen los medios internacionales son los peligros de encarecimiento de las zonas y de desplazamiento de la población que suponen los procesos de pacificación. Si bien, gracias al Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Urbanísticos (PEUAT) de Colau, el Poblenou pasará a ser una zona de decrecimiento turístico, Mansilla alerta de la inflación en el interior de la supermanzana y de sus alrededores más allá de la presión turística. “No es sólo la supermanzana, es también la pacificación de las calles Pere IV o Bilbao. Habrá que estar alerta”, zanja Mansilla.