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“¿Protestan contra los turistas? ¿Contra mí?”

En la Barceloneta de las protestas contra los pisos turísticos también sigue la vida de barrio, acostumbrada a convivir con los visitantes. Mientras este lunes tres guardias urbanos y tres inspectores municipales han recorrido el barrio en parejas para inspeccionar un centenar de pisos, en la calle de los Pescadores, un grupo de señoras recortan cartones de leche para hacer el decorado de la fiesta mayor. Algunas comentan que no tienen constancia de las inspecciones, pero otros sí los han visto. “Han ido a casa de una chica de por aquí y le han preguntado si tenía contrato y todo en regla, pero ella es local”, explica una.

Tienen claro que el problema con los pisos turísticos que ahora está sobre la mesa no viene de ahora, y son de las que llevan años movilizándose –“y estos días he visto mucha gente que no había venido nunca a una manifestación”, remarca una. “Lo que pasa es que cuando tienes una tos y no te la curas se acaba convirtiendo en bronquitis”, dice Pepa Picas, de la Asociación de Vecinos de La Ostia.

La comisión de fiestas de la calle de los Pescadores, la única que todavía se engalana para la fiesta mayor, es de los elementos que conservan la vida de barrio, pero explican que esto también se acaba. “Este es el último año que lo hacemos, antes había más calles, pero ahora ya sólo lo hacemos nosotras y nos hemos hecho todas mayores”, explican. “Es una lástima, después de 25 años”, añade Picas, pero no ha habido relevo generacional. “Ahora en los pisos ya no quieren gente de aquí, quieren hacer negocio”, añade otra vecina.

Mientras hablan de la Barceloneta, irrumpen en la calle dos chicos estadounidenses con patinetes eléctricos y piden hacerse una foto con ellas. A pesar de su contundencia al defender que el barrio no es una atracción turística, ponen por delante la simpatía y bromean con los visitantes. Están alojados en el Hotel Vela –contra el que tanto se han manifestado al barrio– y no se enteraron de la protesta vecinal del sábado.“¿Protestan contra los turistas? ¿Contra mí?”, les pregunta uno de los jóvenes. Cuando se le explica que protestan contra los apartamentos turísticos, que hacen subir los precios y expulsan los vecinos del barrio, asegura que él también protestaría.

“Me ha sabido mal por las francesas, pero no puede ser”

Ayer, sin embargo, fueron los vecinos que echaron a los turistas. No iban contra ellos, pero no dudaron en plantar cara a las irregularidades. “Esta mañana han llegado unas chicas francesas y nos han preguntado cuál era el piso que se alquilaba, y se lo he dicho, pero también les he dicho que quizá no podrían disfrutar de las vacaciones porque eso era ilegal y avisaríamos a la policía”, explica May, vecina de la calle Mediterránea.

Mientras las turistas esperaban a la persona que les alquilaba el piso –que no es la propietaria sino una inquilina que lo realquila–, May esperaba la Guardia Urbana. Cuando ha llegado, la persona que las debía recibir aseguró que no les alquilaba el piso sino que eran amigas suyas. “Entonces tienes amigas en todo el mundo, porque aquí no deja de pasar gente”, ha rebatido May. Finalmente los policías han podido llegar a una conclusión rápida, ya que no sabía el nombre de sus supuestas amigas.

Ante la falta de alojamiento, las francesas, que habían pagado 200 euros por cuatro noches a través de una plataforma web, decidieron volver a su país y poner una denuncia por estafa. “Me ha sabido realmente mal por ellas, porque parecían buena gente, pero es que esto no puede ser”, lamenta la May.

A su alrededor critican que hasta ahora el Ayuntamiento no haya tomado medidas como las de este lunes, cuando han venido a actuar de oficio ante los pisos turísticos. “Lo que nos ha dicho la concejala es que hará cumplir la ley, pero eso lo debería haber hecho hace mucho”, dice uno. “El alcalde Trias deberá vigilar que no le pase como con Can Vies, porque nosotros no queremos, pero si no ponen solución tampoco pararemos”, apunta otro.

“Por el carácter que tenemos, estamos siendo muy tranquilos”

Después de explicar los acontecimientos de la mañana, se dirigen hacia el club de fútbol, a aprovechar las últimas horas de la tarde en la terraza del bar. Por el camino van señalando pisos turísticos que tienen localizados en varios edificios. El bar del club de fútbol fue el lugar que encontraron para hacer la primera reunión que puso en marcha las protestas de los últimos días –la próxima será el miércoles. Allí trabaja Sonia, también vecina del barrio.

En su edificio también hay un piso turístico, que según explica Sonia, gestiona una agencia. “Ahora está más tranquilito, pero hemos tenido muchos líos, porque además es un piso doble”, lo que en la Barceloneta quiere decir que tiene unos 80 metros cuadrados. Ha llamado a la policía en varias ocasiones y asegura que actúan cuando hay fiestas o están haciendo mucho ruido, pero que el piso ha seguido acogiendo turistas.

Sonia se indigna por todo el tiempo sin respuesta a este problema y está convencida de que es porque hay quien se beneficia. “Yo curro todo el mes para cobrar 600 euros y en cambio estos de las agencias se embolsan 1.500 euros al día”, exclama.

“Por el carácter que tenemos aquí en la Barceloneta, estamos siendo muy tranquilos y pacíficos”, explica, pero remarca que el problema no es sólo del barrio. “Estuvimos hablando con gente de otros barrios en la manifestación del sábado y ya les hemos dicho que tienen que venir y aprovechar nuestra lucha”, cuenta.