Los atentados ocurridos la semana pasada en Barcelona y Cambrils han puesto el foco sobre el uso de bolardos o pilones como elementos urbanísticos que pueden dificultar la realización de un atentado con un vehículo como arma. El debate, que se viene dando en diferentes partes del mundo durante más de una década, ha tomado en Catalunya magnitud de disputa política por las acusaciones recibidas por el Ayuntamiento y la Generalitat de haber obviado una recomendación del Ministerio del Interior realizada para las pasadas navidades.
La comisaría general de la Policía Nacional envió a sus jefaturas territoriales una circular sobre el tema el 20 de diciembre pasado, un día después del atentado con camión de Berlín en el que murieron 11 personas. En aquella comunicación se recomendaba que las juntas de seguridad locales instalaran bolardos o grandes maceteros en lugares concurridos. La recomendación se hacía de forma específica para las fiestas de Navidad. La mayoría de ciudades no lo hizo, sin que se produjeran contratiempos.
“La Junta de Barcelona ha tomado diferentes medidas en cada momento, siempre desde el consenso y la coordinación de los agentes implicados, pero nunca se ha planteado la instalación de barreras físicas permanentes en la Rambla”, aseguran fuentes municipales. La razón, que según el Ayuntamiento era compartida por todos los cuerpos presentes en la Junta, esto es, Guardia Urbana, Mossos, Policía Nacional, Guardia Civil y servicios de emergencias, es que no había una amenaza concreta que recomendase esa medida.
Pero, tras los atentados de la Rambla, el debate ha resurgido con fuerza. Este lunes el partido de ultraderecha Vox ha presentado ante la Fiscalía una denuncia contra el conseller de Interior, Joaquim Forn, y el anterior y actual director de los Mossos d'Esquadra, por no haber seguido la recomendación de la policía.
La policía insiste que se instalen
También el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, volvió a advertir a los ayuntamientos que valorasen, conjuntamente con las juntas locales de seguridad, la colocación de bolardos. Algunas ciudades españolas lo hicieron. Barcelona volverá a planteárselo en la Junta de Seguridad Local que se celebrará el próximo miércoles.
Fuentes municipales no descartan que se pueda tomar la decisión de instalar bolardos de forma permanente, pero aseguran que, de hacerse, se llevará a cabo como un conjunto de medidas más amplio y tras evaluar en qué se ha fallado.
“Las opciones son barreras físicas, móviles, recursos operativos, vehículos. Muchas de estas cosas ya se venían haciendo y están en permanente evaluación”, indican desde el consistorio, que recuerdan que ya han empleado las móviles o han restringido la circulación de vehículos de gran tonelaje en diferentes ocasiones como partidos de fútbol, eventos festivos o la cabalgata de Reyes.
El sindicato Sapol de la Guardia Urbana se muestra partidario del uso de bolardos permanentes en la Rambla. “Agentes de la Guardia Urbana ya habíamos propuesto la instalación de estas barreras hace un par de años”, asegura Jordi Rodríguez, portavoz del sindicato. En su opinión, el atentado en la Rambla demuestra que debían haberse colocado: “No hay duda de que refuerza la seguridad. Podrían (los terroristas) haber ido a otro sitio, claro, pero probablemente no hubieran tenido la capacidad de hacer tanto daño”.
La de Rodríguez es una valoración que la Jefatura Superior de Policía Nacional de Cataluña comparte. Según fuentes de ese Cuerpo, en general son partidarios del uso de estas barreras, como dejaron constancia en el oficio del 20 de diciembre. Pese a eso, en ninguna reunión de la Junta de Seguridad Local los bolardos han sido propuestos concretamente para la Rambla, según diversas fuentes.
No hay una barrera infalible
No son pocas las voces que han expresado dudas sobre la utilización de estos elementos. “Ni los pilones, ni los bloques de hormigón, ni absolutamente ninguna barrera servirá para frenar a un grupo de fanáticos”, escribía el pasado sábado Mònica Bernabé, hoy jefa de internacional en el diario Ara y durante varios años corresponsal en Afganistán. La periodista explica la experiencia de la capital afgana en el uso de grandes bloques de cemento y restricción de la circulación como medida para evitar atentados. Medidas que fracasaron. “Cuando hay una fuga de agua, la solución no es detenerla poniendo obstáculos, sino ir a la raíz del problema”, asegura.
España no es el único lugar que ha tenido este debate en los últimos meses. Las barreras físicas contra el terrorismo han estado muy presentes en los medios australianos, país que sufrido varios ataques en los últimos meses. A raíz del atentado con coche que mató a seis personas en Melbourne en enero de este año, diversas ciudades como Melbourne, Sydney, Adelaida o Brisbane se decantaron en julio por instalar grandes bloques de cemento en sus zonas más transitadas.
La medida, sin embargo, no ha estado exenta de polémica. En declaraciones a la cadena ABC News los expertos en antiterrorismo Mark Briskey y Nick O'Brien advirtieron de que las barreras físicas son útiles para parar atentados con coche en los lugares en los que se instalan, pero es posible que hagan que los terroristas cambien de objetivos o de métodos. “Grandes centros comerciales, eventos deportivos, los mercados de fin de semana… todos estos, por desgracia, pueden convertirse en objetivos alternativos”, señala Briskey.
Nuevas defensas, diferentes ataques
Los expertos en seguridad diferencian entre “objetivos protegidos” (hard targets) y “objetivos vulnerables” (soft targets), considerándose un lugar protegido por barreras físicas como objetivo protegido para el ataque con vehículo. Pero eso es algo que a los terroristas no se les pasa por alto. Los atentados de Niza o Berlín, en los que se utilizaron vehículos como arma y que encendieron el debate sobre los pilones, fueron contra una zona de paseo y un mercado navideño. Lugares que siempre serán objetivos vulnerables, ya que son elementos móviles o difíciles de cerrar. Y no todos se pueden proteger. La policía alemana recordó que en la capital se celebran decenas de mercados navideños cada año y cerca de 1.500 en todo el país.
Los bolardos son por tanto un método disuasivo concreto y útil en casos puntuales, pero están lejos de ser una solución integral. Un ataque como el perpetrado en la Rambla quizás podría haberse evitado con la instalación de barreras permanentes en todo el perímetro de la vía. Sin embargo estas estructuras no la hubieran protegido del ataque que la célula yihadista preparaba, con explosivos.
Pese a eso, este tipo de barreras físicas se han convertido en parte del paisaje urbano de lugares como Londres, Nueva York, Washington o París. Ya en la década de los 2000, este tipo de impedimentos urbanísticos vivieron cierto auge y cosecharon éxitos inapelables, como el ocurrido en 2007 en el aeropuerto de Glasgow, cuando un vehículo cargado de propano fue lanzado contra una de las entradas de la terminal, siendo detenido por bolardos. Solo el terrorista conductor del jeep murió en aquel atentado.