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Carmena reivindica el diálogo entre Madrid y Barcelona en el pregón de las fiestas de la Mercè: “Hay que hablar y escuchar”

Una exalcaldesa de Madrid ha dado este viernes el pistoletazo de salida a las fiestas de Barcelona. Manuela Carmena, que vivió un tiempo en la capital catalana a finales de los 60, ha pronunciado el pregón de las Fiestas de la Mercè tras recibir este verano el encargo de Ada Colau, en una elección con la que la alcaldesa ha querido reivindicar la insólita buena relación mantenida por los gobiernos de ambas ciudades durante los últimos cuatro años.

“Soy la pregonera de la fiesta de la Mercè, pero no soy de aquí, me tengo que presentar”, ha empezado la exjueza, ahora retirada de la política institucional tras su derrota en las elecciones municipales de mayo. Carmena se ha definido como “madrileña por los cuatro costados” pero “enamorada irremisiblemente de Catalunya y de Barcelona”. Y “empeñada” en unir, “como sea y para siempre”, su ciudad y la que hoy la invitaba a pregonar su fiesta desde el Saló de Cent del Ayuntamiento.

Carmena ha dividido su discurso en dos partes: la primera, dedicada a recordar sus vivencias en la Barcelona tardofranquista que la acogió entre 1966 y 1969, y la segunda, a reivindicar el diálogo de la capital catalana con Madrid. En este capítulo, ha querido destacar el movimiento 'Parlem/Hablemos', que aunque no tuvo continuidad consiguió movilizar en una ocasión a miles de personas que reclamaban un entendimiento entre Gobierno y Generalitat en pleno clímax del procés.

La pancarta con este lema apareció en ambas ciudades “a modo de armisticio en la guerra de banderas”, según Carmena. “¡Hablemos! Cuántos de esos gritos hubiéramos necesitado, cuántos seguimos necesitando”, ha abundado la exalcaldesa de Madrid. “Hablar, escuchar, son verbos que describen la esencia de la democracia”, ha proclamado, para luego insistir, en sus últimas palabras, que esto forma parte de la esencia de la capital catalana: “Hay que hablar y escuchar, pues esta y no otra es la identidad de esta ciudad, siempre deseada y deseable”.

De sus recuerdos como joven abogada en Barcelona, ciudad a la que acudió tras ser represaliada y expulsada de la universidad en Madrid, Carmena ha evocado una ciudad “modernista y modernísima” a pesar del franquismo, pero también la pobreza y la exclusión a la que estaba sometida la población, en su mayoría inmigrante, que habitaba los distintos barrios de chabolas de la ciudad. De entre ellos, ha querido recordar a Pura, analfabeta, madre de familia y “reina” de la chabola de la Bomba, a quien representó como abogada tras ser la mujer detenida un 1 de mayo. “Me enseñó más de la vida que mis verdaderos maestros”, ha loado.

De su etapa en Barcelona, también destaca su participación en la creación de la asociación Dones Democràtiques, donde coincidió con la escritora Montserrat Roig y la activista Mercè Olivares, ambas vinculadas al partido PSUC.

Carmena ha cerrado su discurso animando a los barceloneses a acudir a una fiesta que permita a cada uno “verse con los ojos de los demás”. “¡Barcelona, ciudad sin exclusiones. Barcelona, ciudad mágica querida por todos y por tantos!”, ha finalizado entre aplausos.

Pregón de las Fiestas de la Mercè de 2019

Veïns i veïnes, visitants, turistes i transeünts. Escolteu tots!!

Us vinc a pregonar amb alegria la gran noticia que comença la festa major d’aquesta ciutat, la meravellosa ciutat de Barcelona.

Una festa que trenca la rutina quotidiana. I amb la festa arriben somriures, petons, records i moltes coses més.

Pero, antes que nada, os digo a todos: vecinos, vecinas, visitantes, transeúntes, turistas o incluso cronistas: no me conocéis. Soy la pregonera de estas fiestas de la Mercè pero no soy de aquí no soy barcelonesa. Me tengo que presentar.

Soy Manuela Carmena, ex alcaldesa de Madrid. Madrileña por los cuatro costados pero enamorada irremisiblemente de Cataluña y de Barcelona. Y empeñada, eso sí, en unir como sea, y para siempre, estas dos grandes ciudades del sur de Europa.  Madre madrileña, hija de abuelos pasteleros nada menos que de la muy castiza calle Toledo, en el corazón de Madrid, que, como dijo el poeta, es el rompeolas de todas las Españas. Españas diversas, distintas, con esencias nacionales propias, que han de respetarse y valorarse desde sus diferentes identidades.  

Por eso, vecinos y vecinas, transeúntes, visitantes todos, tengo que daros las gracias a todos por estar aquí y, en primer lugar, a este Ayuntamiento de Barcelona, que me ha permitido, nada menos, que ser pregonera de la Mercè del 2019. 

Por eso hoy os convoco a todos a la fiesta, a la fiesta mayor de la ciudad de Barcelona, a la fiesta del encuentro, de los recuerdos, de las risas, de las sonrisas, de los estrenos, de las sorpresas. Bendita fiesta que rompe la rutina de todos los días. 

Con deleite, profundizo en esta fiesta vuestra y de dónde viene.  Ha quedado ligada a la advocación de la virgen de la Mercè. A lo largo la historia las advocaciones siempre han respondido a valores. Qué importante resulta ahora esa advocación. Qué importante, me parece a mí, el valor del concepto de la merced, que es el de la acogida, el de la compasión, el de la ayuda a quien más lo necesita. Estoy segura que también lo compartís. 

 Estem de festa!!  La fiesta siempre trae alegría, pero es nueva para cada uno y cada año llega distinta. En este 2019, a veces parece que el mundo olvida la grandísima conquista de la humanidad: los Derechos Humanos. Por eso, esta bendita fiesta mayor de Barcelona llega como campeona de la compasión, ese valor positivo del desarrollo de la humanidad, que si siempre se necesita, se necesita ahora mucho más para redimir del cautiverio absurdo del egoísmo y la crueldad en la que se encuentran tantos países y tantas sociedades. Y, lo que es peor, en la que han caído tantas conciencias, que cierran los ojos ante esa oleada de hombres, mujeres y niños que mueren al borde de las asesinas fronteras del mar y los muros.  Solamente la empatía, el respeto y la consideración de unos con otros, nos permite crecer como seres humanos.

Vecinas, vecinos, visitantes, transeúntes, turistas todos y todas los que abrís vuestros oídos y mentes para escuchar este anuncio. Vuestra fiesta es una fiesta de otoño, de ese otoño que tiñe las hojas del color dorado. Pues bien, deseo que vuestra fiesta se vincule con la fiesta mayor de Madrid, el 15 de mayo. Es otra fiesta de temporada, fiesta de la primavera, cuando brota de nuevo la vegetación. Aquí la Mercè, allí el Isidro. Un patrón de Madrid que es un campesino de alpargatas y manos enrojecidas, que nada tiene que ver ni con las altas burocracias ni con el poder. Un Madrid sin mar que en su fiesta mayor canta a un rio chiquito, que ahora vuelve a discurrir entre la vegetación y a donde han vuelto las aves. Un Madrid que quisiera ser capital de la ecología y los huertos urbanos…en sintonía con vosotros, que habéis liderado tantas innovaciones.

Tuve la inmensa suerte de vivir dos años aquí. Era otra Barcelona, la Barcelona de los años 60 del siglo pasado. Como antes os decía, me enamoré de vuestra ciudad. Era ya muy bella entonces, aunque la hayáis mejorado tanto después.  

Llegué a Barcelona en el año 1966 y vuestra ciudad era, como ahora,  una ciudad emprendedora, progresista, ilustrada y abierta a Europa. Eran los años oscuros de la dictadura de Franco. Mi marido y yo éramos estudiantes represaliados expulsados de la universidad de Madrid. Se me impidió acabar mi carrera de derecho en Madrid y la terminé en Valencia, donde solo fui a hacer los exámenes finales. Mi marido tuvo que cursar los dos últimos de su carrera de arquitectura aquí, en Barcelona (en una Barcelona modernista y modernísima que me acogió con los brazos abiertos a pesar del oscuro momento histórico que había). Todavía estudiante, tuvo ya la oportunidad de trabajar en alguno de los grandes estudios de arquitectura. Su expulsión fue lógicamente un trauma familiar. Sin embargo, siempre ha valorado su paso por Barcelona para su carrera.

Él aun de estudiante y yo, recién licenciada, no vinimos vivir a Barcelona. Disfrutamos. Os conocimos y conocimos a vuestras gentes y vuestras tradiciones. Nos deleitamos con vuestras Ramblas, con vuestro parque Güell, con el gran Montjuic, con la inacabada Sagrada Familia,  pero a su vez conocimos, y me atrevo a decir que también participamos, en esa lucha constante a la que se enfrentan las ciudades para ser más justas, más solidarias, para superarse siempre a sí mismas, construyendo una ciudad mejor para todos.

Recuerdo bien lo que quizá muchos de vosotros, barceloneses y barcelonesas jóvenes, no recordáis ni llegasteis a conocer: en Barcelona había chabolas. En concreto, me refiero a la gran barriada de chabolas que era el suburbio de la “Bomba”. Ese mar de chabolas, ese suburbio también era Barcelona. 

Pero al hablar de la “Bomba”, de lo que era ese gran suburbio que yo conocí en el año 1967, no puedo dejar de hablar de algunas de las personas que encontré allí. Casi todos ellos habían venido de Jaén. Eran campesinos sin futuro que habían encontrado en Barcelona la patria del pan. Tuve la inmensa suerte de ser amiga de muchos de ellos. Lo fui sobre todo de una mujer sublime. Se llamaba Pura, era una madre coraje. Analfabeta, reina de su chabola, madre de familia administradora de la pobreza, luchaba por los derechos que se le hurtaban.  A mí, joven veinteañera, me enseñó más de la vida que mis verdaderos maestros. Pura fue detenida en una celebración del 1 de mayo en Torre Baró. Estuvo en la cárcel. Tuve la suerte de ser su abogada y de verla descubrir, en su tedioso tiempo vacío de presa aprender a leer sin que nadie le enseñara. Lo hizo copiando las etiquetas de los botes que tenía a mano. También conocí su capacidad de dar vida desde la cárcel a toda una generación de bonitas muñecas de ganchillo, que acababan en una deliciosa y progresista juguetería de la calle Aragó.

Y de la Barcelona de entonces también era aquel antiguo Juzgado de guardia, en donde algunos abogados intentábamos rescatar a tantos de aquellos que estaban encausados por haber escrito o dicho lo que no “debían”, digámoslo hoy entre comillas.  Eran cautivos del odiado Tribunal de Orden Público. Allí conocí a tantos que han sobresalido felizmente en democracia. Ahí conocí, y con tanto cariño recuerdo, a Montserrat Roig, que sería esa gran escritora catalana que fue joven siempre, porque la cruel enfermedad no la dejó envejecer

Las ciudades siempre se han de configurar como núcleos vitales, locomotoras de los territorios a los que se vinculan y sirven.

Las ciudades aparecieron en el mundo como núcleos solidarios para defenderse de los poderes feudales Hoy día, más de cinco siglos después, las ciudades siguen siendo unidades absolutamente determinantes en la vida contemporánea del mundo actual.

Las ciudades han incorporado derechos ciudadanos que ni tan siquiera aparecen recogidos con nitidez en nuestro ordenamiento jurídico como tal, pero que ya forman parte de la doctrina internacional y entre los que se encuentra el mantenimiento de la identidad de las ciudades, su identidad cultural y urbanística, y también diría yo la identidad de su esencia, de su talante.

Fiesta mayor de la ciudad de Barcelona, sustento necesario para que la ciudad sepa que tiene que reencontrarse con su identidad, para anudar los desgarros, superar lo que se enfrenta en su seno porque la verdad siempre es poliédrica y sabemos que cuando tiene que ver con nuestras emociones nos cuesta arrancarla del corazón. 

En el 2017, colgada de las ventanas de una empresa de publicidad de la Gran Vía de Madrid, apareció una gran pancarta blanca. Se desplegaba a modo de armisticio en la guerra de banderas desatada entre nuestras dos grandes ciudades. En la blanca pancarta solo se leía un verbo: “parlem”. Es una actitud y una conducta. Pronto, en sus oficinas ce Barcelona, la misma empresa desplegó el otro cartel paralelo igualmente necesario: Hablemos! Cuántos de esos gritos hubiéramos necesitado. Cuantos seguimos necesitando.

Parlem! Qué belleza de este vuestro idioma, tan rico tan preciso, con una entonación, con una música que a mi me parece un encaje de blonda tejido con los miles de hilos de vuestras cuerdas vocales. Hablar, escuchar son verbos que describen la esencia de la democracia. Esa democracia que nos trajo la libertad y que no podemos dejar de mimar y cuidar. Cuidar la democracia como cuidamos a los nuestros a nuestros amigos a nuestros quereres. Cuidar lo público es cuidar lo de todos y hay que hacerlo con interés inteligencia y respeto a nuestras normas a nuestras reglas que han de ser los protocolos de nuestro comportamiento. Como os decía antes, me hubiera gustado poder pregonar vuestra fiesta en vuestra lengua, pero no siempre es posible tener la suerte o la habilidad de hablar bien varios idiomas. Desgraciadamente no la tengo. Durante mi estancia en Barcelona, me esforcé en entender bien el catalán. Eso lo logré, pero no así hablarlo, que no lo conseguí. Aunque no podamos hablar un determinado idioma siempre podemos quererlo y admirarlo. Siempre quise y admiré al catalán. Siempre dije a los que estaban cerca de mí que deberían quererlo y admirarlo.

Sí, parlem, siempre parlem, si siempre parlem. Si, hablemos, y que la fiesta nos permita vernos a cada uno de nosotros con los ojos de los demás, que la música y la poesía de los otros nos permita escucharla y bailarla como si fuera nuestra. Que la fiesta permita la eclosión de todas nuestras emociones-Que la fiesta permita que todas nuestras emociones se anuden y enlacen en este todo de esta ciudad. Ciudad única avanzada siempre a su tiempo y a su historia. Esta ciudad que se abrió al mar y que ahora se tiene que abrir a un mar diferente; al mar de  las olas desordenas que se levantan en tiempos de tormentas.  

Hay que hablar y escuchar, pues esa y no otra es la identidad de esta ciudad siempre deseada y deseable. Barcelona ciudad sin exclusiones. Barcelona ciudad  mágica ciudad querida por todos y por tantos.

Viva la ciudad de  Barcelona!!   

Bones festes de la Mercè!!, 

Moltes gràcies!!