La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Confinamientos a tiempo, restricciones y cribados: cómo han actuado las comunidades que han frenado sus curvas

La segunda ola de la pandemia de coronavirus, como la primera, está castigando a España con más dureza que a la mayoría de países de su entorno, pero no todas las comunidades autónomas la están sufriendo por igual. Al margen de Madrid, donde los contagios están desbocados, hay otras regiones que vieron dispararse los casos en verano y han logrado domar la curva, al menos por ahora. Es el caso de Catalunya, Aragón o Islas Baleares. En la primera se pudieron revertir los incrementos espectaculares en zonas como el Segrià mientras que Aragón y Baleares han conseguido incluso reducir los casos.

Entre las medidas decisivas que señalan los epidemiólogos para contener el virus, destaca el refuerzo de los equipos de Salud Pública y Atención Primaria para detectar cuanto antes los positivos. Pero una vez puesta en jaque su capacidad, consideran básica la rapidez a la hora de llevar a cabo restricciones. “Es fundamental empezar con incidencias mucho más bajas, no dejar que suba y tomar medidas cuando estás en 1.000 casos”, razona Ildefonso Hernández, catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández (UMH), en referencia a la incidencia acumulada por cada 100.000 habitantes de los barrios más afectados de la Comunidad de Madrid.

El día que la Generalitat pidió a los vecinos de tres barrios de L’Hospitalet de Llobregat que no salieran a la calle salvo para lo imprescindible, el 14 de julio, la incidencia en el municipio era de 142 casos por cada 100.000 habitantes. Cuando más recientemente en Islas Baleares se decidió confinar a 23.000 personas dentro de Palma, la incidencia era de 500. En Madrid hay ciudades enteras que superaban los 800 casos por cada 100.000 habitantes antes de que se anunciaran los confinamientos selectivos.

“Si actúas con incidencias bajas puede parecer que estás matando a moscas a cañonazos, pero luego evitas movilizar a una comunidad de millones de habitantes”, valora Hernández.

Antes que Madrid, muchas comunidades han decretado confinamientos perimetrales, con distintos grados de severidad, de sus localidades o barrios más afectados. La primera fue el Segrià, la comarca de Lleida, seguida de A Mariña, en Galicia. Desde entonces, se han sucedido los cierres. Uno de los mayores ha sido el de los 32.000 habitantes en Aranda de Duero (Castilla y León); otros más reducidos han afectado a poblaciones como un barrio de Torrelavega (Cantabria), el pueblo de Andorra (Aragón) o Pesquera de Duero, Íscar y Pedrajas (Castilla y León). 

Catalunya: liderazgo técnico tras meses sin dirección

La primera comunidad que tuvo que actuar con firmeza para domar los contagios fue Catalunya, que vio cómo los rebrotes primero en Lleida y luego en L’Hospitalet saturaron su capacidad de detectar correctamente los positivos. Temerosa la Generalitat de que el virus se propagase por el área metropolitana, se pidió a la población de Barcelona y 12 municipios de la zona que no saliesen de sus casas el 17 de julio. La incidencia entonces no superaba los 50 casos por cada 100.000 habitantes en la capital.

A partir de entonces, Catalunya desplegó una batería de medidas cuya efectividad individual es difícil de calibrar. Lo que sí es evidente es que la comunidad frenó la curva y la incidencia nunca ha llegado a superar los 200 y se mantiene estable. En julio se contrató a 400 rastreadores, se mantuvieron las reducciones de aforos en bares y restaurantes, se reforzó el liderazgo técnico con un secretario general de Salud Pública –el puesto estaba vacante desde abril– y se empezó con una campaña de cribados con miles de pruebas PCR en vecindarios muy concretos. 

Esta estrategia, sin embargo, no ha logrado todavía el consenso de la comunidad científica. Para Joan Caylà, el cribado “sí tiene sentido cuando va acompañado de la capacidad de hacer un estudio de contactos” y siempre que sea una acción “complementaria” al rastreo. Hernández, por contra, cree que aun teniendo personal de sobras para analizar los resultados, si la prevalencia es baja –y lo suele ser, por debajo del 5%–, no resulta útil.

Aragón, la apuesta por las pruebas

Aragón lleva prácticamente todo el verano luchando contra la transmisión comunitaria del virus. A mediados del mes de junio en una amplia zona que se extiende entre la provincia catalana de Lleida y las dos aragonesas de Huesca y Zaragoza se registraron diversos brotes entre trabajadores del campo. El goteo era incesante y las autoridades fueron aumentando el alcance de las medidas hasta que el 23 de julio se optó por imponer las medidas correspondientes a la fase 2 en cuatro comarcas.

En concreto, se recomendó limitar la movilidad en Bajo Aragón-Caspe, Cinca Medio, La Litera y Bajo Cinca, aunque no se prohibió, al considerar el Gobierno autonómico que no disponía de competencias. Cuando se tomó esta decisión la incidencia en el conjunto de la comunidad era de 22 casos positivos por cada 100.000 personas. En las siguientes semanas los brotes se extenderían como una mancha de aceite, con una prevalencia de hasta 565.

De las zonas agrarias el problema pronto llegó a la capital zaragozana, una ciudad que en las últimas semanas de julio vio cómo su incidencia se multiplicaba en los barrios populares. El Gobierno aragonés optó por seguir extendiendo las medidas de la fase 2 a diferentes zonas, incluyendo Zaragoza ciudad en la última semana de julio.

La estrategia de Aragón, además de las recomendaciones para limitar la movilidad, fue apostar por hacer multiplicar las pruebas. La comunidad se convirtió en la que más PCR realizaba, llegando a más de 20.000 semanales. Además de los test, el Gobierno autonómico prohibió desde principios de agosto el ocio nocturno, restringió los horarios para la hostelería y limitó los grupos a un máximo de 10 personas.

Con estas medidas, Aragón logró reducir en las últimas dos semanas de agosto los contagios a casi la mitad. Con todo, durante las últimas dos semanas la tendencia ha vuelto a repuntar en la comunidad y vuelve a situarse por encima de los 350, una zona considerada de alto riesgo.

Baleares reduce la tasa a la mitad

Baleares es otro ejemplo de reducción de la tasa de contagios a casi la mitad, aunque en su caso la incidencia siempre fue mucho más acotada hasta hace prácticamente un mes. Su peor momento llegó el 27 de agosto, cuando se registraron 251 contagios por cada 100.000 personas, mientras que a a mediados de septiembre se había reducido a 131. A partir de ese momento ha habido un ligero repunte aunque por el momento en el margen de la estabilización.

La comunidad balear ha llevado a cabo una estrategia contundente de reducción de la movilidad, que ha incluido el confinamiento de algunos barrios enteros de la capital. Unas zonas que se descontrolaron a mediados de agosto y en su momento llegaron a tener 502 positivos por cada 100.000.

Finalmente el pasado 11 de septiembre el Govern balear decidió imponer un confinamiento perimetral a un área sanitaria que comprende los barrios de Son Gotleu, Can Capes, Soledad Norte y parte de Son Canals. En total 23.000 personas, cerca de un 5% del total de la población de la capital isleña, a los que solo se les permiten desplazamientos justificados fuera de sus zonas. Se establece además la recomendación general de permanecer en casa y la policía podrá comprobar que los contagiados cumplan su aislamiento.

Además de esto, para el conjunto del territorio la comunidad ha ido reduciendo los grupos que podían reunir. El 31 julio impuso un máximo de 15 personas, el 26 agosto lo redujo a 10 y a principios de septiembre se restringió a 5. Baleares también ha apostado por los cribados masivos desde el 6 de agosto, aunque en su caso en vez de elegir zonas geográficas ha priorizado llevar los test a residencias, centros sociosanitarios y profesionales médicos.

Otros casos: de Euskadi a Asturias

Euskadi es otra de las comunidades que en las últimas semana ha conseguido frenar el crecimiento de sus contagios, aunque por el momento no ha llegado más allá de estabilizar la evolución. En el caso vasco el Gobierno ha evitado los confinamientos y aislamientos perimetrales desde el fin del estado de alarma, pero fue la primera comunidad en declarar la alerta sanitaria para todo su territorio, el pasado 15 de agosto, cuando la incidencia llegó a los 200 positivos por cada 100.000 habitantes.

Además de las restricciones de aforo y limitaciones de horario en la hostelería o prohibir las reuniones de más de 10 personas, Euskadi comenzó muy temprano a hacer cribados masivos en zonas donde se habían detectado focos de contagio. El 7 de julio las primeras PCR discrecionales comenzaron en Ordizia (Gipuzkoa), después de un foco que comenzó con casi 80 positivos en una zona de restauración. A partir de entonces se han llevado a cabo cribados en diferentes lugares, como Getaria (14 de julio), Erandio (3 de agosto) o Gernika (24 de agosto), entre otros.

Pese a la falta de sistemas de evaluación de cada una de las medidas adoptadas, los expertos consultados sí destacan que hay comunidades de las que se puede aprender. Y no son exactamente las que han logrado sobreponerse al auge de contagios, sino las que directamente han conseguido que la incidencia nunca se llegase a disparar. El paradigmático es el de Asturias, que ha vivido un verano como líder de ocupaciones hoteleras sin que esto le haya perjudicado epidemiológicamente.

“En Asturias se ha coordinado a la perfección la Atención Primaria con los servicios de Salud Pública y de Vigilancia Epidemiológica”, valora Caylà, que también destaca la capacidad propia de la región para hacer sus propias pruebas PCR. A la robustez del sistema de estudio de contactos se le añade además a Asturias el hecho de tener menos densidad y movilidad. “En las grandes zonas urbanas vivimos más apilados, tenemos más interacción y el virus es más difícil de contener”, razona Joan Ramon Villalbí, expresidente y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS).

De ahí que los epidemiólogos consultados destaquen también la situación de la Comunitat Valenciana, que ha evitado una segunda ola del virus en comparación con las demás comunidades pese a concentrar grandes núcleos de población. “La Generalitat valenciana ha tomado medidas con tasas muy bajas y se está continuamente planteando qué otras medidas adoptar, está muy vigilante”, valora Hernández. A fecha de 16 de septiembre, València, que ha contratado en verano a más de 1.000 rastreadores, registraba 123 casos por cada 100.000 habitantes en las últimas dos semanas. Solo están mejor Galicia, con 119, y Asturias, con 76.