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ENTREVISTA Pregonera de las Fiestas de La Mercè de Barcelona

Custodia Moreno: “La televisión fue el mejor anticonceptivo para las mujeres”

Son las doce del mediodía y un grupo de jóvenes turistas, pelos de color rosa y azul, tatuajes, baja bailando y entre risas por las cuestas del Carmel, barrio trabajador en lo alto de Barcelona. Custodia Moreno, veterana activista que esta semana será pregonera de las Fiestas de la Mercè, como reconocimiento a toda una vida de lucha, posa firme para la foto de la entrevista. Brilla con fuerza su camisa roja y una de las turistas se frena ante Custodia: “Oh you are beautiful, fierce! [¡Eres guapa, fiera!]”, le dice con un gesto de arañazo.

“Yo sí que te voy a arañar”, le responde con media sonrisa Custodia, que lamenta el ruido y el deterioro crecientes en los bunkers del Carmel, convertidos en un masificado mirador de la ciudad. “Hacen fiestas toda la noche y se está deteriorando el museo, donde están las antiguas barracas”, desarrolla.

Activa a sus 78 años en las luchas vecinales, Custodia creció en una de esas barracas que se encaramaban por el monte del Carmel. “Estaban hechas de materiales de las montañas: de adobe, de barro, de piedra…”, dice. Fue ella la que lideró la lucha por realojar en pisos decentes de los mismos barrios a las 3.000 personas que allí vivían. Cuando el proceso de reubicación acabó, se convirtió en un símbolo del barrio. “Es la mejor, es su vida”, resume Maria Dolors, una vecina de siempre, en la plaza Raimon Casellas. “Ella lideró el movimiento, no hay que darle más vueltas”, sentencia su hijo. Y alguien que se pasa por allí añade que la lucha le costó el matrimonio, cosa que Custodia no niega y matiza con humor. “Me separé hace tiempo porque a mí no hay quien me aguante… ¡el ritmo!”.

Esta mujer recaló en las barracas del Carmel con sus padres y su hermano mayor en el año 47, con cuatro años de edad, después de que a su familia la estafaran alquilándole un piso donde había tres familias más. Venían de Granada. “Ahora en sótanos que han dejado los vecinos del barrio viven hasta cuatro familias compartiendo piso. Parece que todo vuelve, que nunca aprendemos”, relata, recordando que el problema de la vivienda siempre ha existido en Barcelona de una manera u otra. “Me sorprende que no hayan vuelto las barracas a la montaña tal y como está el precio de la vivienda”, lamenta.

Orgullosa de sus orígenes

Custodia dejó las barracas cuando se casó, en 1972, pero no dejó el activismo. Presidió la asociación de vecinos del Carmel entre ese año y el 91. Antes se convirtió en una de las pocas universitarias de esas chabolas. Estudiaba enfermería. Por las noches tenía que prender una vela para estudiar porque no tenían luz y por la mañana hundía los pies en los charcos que dejaban las goteras. 

En la universidad, Custodia nunca sintió que la miraran mal o la criticaran por ser de barrio o de barracas, “más allá de algún gilitonto, que siempre los hay”, cuenta con su particular idioma que parece ir adaptando a cada situación. Ella nunca escondió sus orígenes. “Al contrario, era un orgullo”, remarca. Sus amigas de clase más bien estaban fascinadas por las fiestas que hacían en el Carmel, asegura. Su visión alegre y filosófica de la vida, –“Tenemos que ir cogiditos de la mano para cuatro días de vida que tenemos”, afirma– la llevó también a su trabajo de enfermera, mayoritariamente dedicada a la salud pública y a la rehabilitación, “siempre con el bolso abierto, que es mi oficina, de arriba para abajo y sin parar”. 

Su sentido del humor sazona toda la entrevista, también cuando elige anécdotas para rememorar su época en la sanidad: “Todavía hoy me paran por la calle algunos hombre para decirme: ‘¡Custodia, que tú me has visto la pilila!’, porque claro, les hacíamos la revisión médica desnudos…”. 

Todas las estrecheces y calamidades del barraquismo se terminaron por fin para todos los vecinos del Carmel en el año 90, con Pasqual Maragall de alcalde –querido y admirado por un barrio que frecuentó y por la propia Custodia– y poco antes de los Juegos Olímpicos del 92. La activista llegó a ir en la lista electoral de Maragall como independiente en el 95. Su lucha siguió después y sigue hoy. “¿Que hace falta cortar el tráfico para recordar que tiene que llegar el metro? Pues se corta el tráfico”, dice.

“Nostalgia, no. Porque la vida es de los jóvenes”

La empatía, esa palabra tan de moda que parece que la hayan inventado antes de ayer, parece haber sido el motor de la vida de Custodia desde su activismo vecinal hasta su trabajo, pero atraviesa también su vida cotidiana y otras luchas. “El feminismo es hoy lo que debería de haber sido siempre, una lucha de todas por la igualdad, pero aún falta camino”, cuenta, a la vez que recuerda que a las pocas que defendían esa causa en su época las tachaban de “feas, que nadie se querría casar con ellas, lesbianas como si fuera algo malo..”. En aquellos tiempos, en los que “una mujer necesitaba autorización del marido para abrirse una cuenta o pagar una lavadora a plazos”, explica, había temas tabú como los anticonceptivos. “Si los usabas, tu marido te podía decir que a saber con quién te ibas si querías tomar la píldora, una barbaridad que parece mentira… pero sucedía”. 

En ese contexto llegó la televisión, que fue según Custodia “el mejor anticonceptivo para las mujeres”. “Los hombres se quedaban viéndola más rato en el bar, que fue donde llegó primero, y luego llegaban más cansados a casa y no tenían tantas ganas del que hasta entonces era su único entretenimiento…”, relata. Hoy, esas las distracciones se han multiplicado con las pantallas de móvil. “Esto es una locura, ya no sé ni cómo definirlo, tendrá que haber centros de desintoxicación”, resume. Sin embargo, Custodia no se considera una mujer nostálgica. “Nostalgia no, porque la vida es de los jóvenes y hemos mejorado en muchos aspectos”, resalta.

Resulta imposible, en cualquier caso, pasear por el barrio y hablar con los vecinos sin echar la vista atrás. A pocos metros del local social, Paco González, que también fue presidente de la asociación de vecinos del Carmel y mano derecha de Custodia, asegura que no es capaz de decir “ni una mala acción” de ella. Lo hace, a sus 78 años, con el mismo espíritu de cuidar el barrio que cuando luchaban por salir de las barracas, la suya con los restos aún visibles en los bunkers del Carmel donde los jóvenes se juntan a beber y pasarlo bien. 

Después de declararse “fan incondicional” de Custodia unas cuantas veces, Paco destaca su calidad humana más allá del activismo, reflejada en los años que lleva esta ilustre vecina con su tía de 102 años, cuidándola también a pleno rendimiento, encerradas en casa durante la pandemia. Con ellas, Paco se junta todavía por las noches para “la charreta” o charlita, “y la tía a sus 102 años todavía habla de política y de Messi!”, se exclama. 

“Nunca pensé que viviría una pandemia, y quienes trabajamos en la sanidad sabemos lo grave que es esto”, reflexiona Custodia, que aparte de la tía sigue cuidando también del barrio. “Esta plaza se hizo porque la Maruja lo movió”, opina Maria Dolors, que siempre ha conocido a Custodia como Maruja, desde aquellos años en los que “salía más o menos gente a la calle según lo fuerte que tocara el pito la Custodia”, recuerda de nuevo Paco. 

Muchas de esas veces, el escenario fue la plaça Sant Jaume, las primeras en los años 60, tiempos del alcalde franquista Porcioles. Y desde allí, desde el edificio del Ayuntamiento, Custodia leerá este jueves el pregón de la fiesta mayor. Está muy orgullosa por ello, aunque un poco estresada por unos días llenos de atención y entrevistas, en el mayor reconocimiento que le ha otorgado la ciudad desde que en 2009 se le entregara la Medalla de Honor de la ciudad. Nada a lo que no esté acostumbrada. “Si te cuento cómo es mi día te duermes de cansancio”, explica.

“Si han elegido a un perfil atípico para dar el pregón, no soy ni escritor, ni académico, es para que haga un pregón diferente, en el que hablaré de la gente normal, la gente del barrio”, reflexiona Custodia, que no tiene muy claro si el mantra que se hizo tan popular durante la pandemia, el de salir mejores de ella, se hará realidad. “Pues eso preguntaré durante el discurso, si iba en serio o si seguiremos haciendo promesas vacías que nunca se cumplen… Pero bueno, no te digo más que no te voy a desvelar todo el pregón”, concluye.