Entrevista Científico experto en abejas

Dave Goulson: “Hitler fue el primer culpable de que no haya abejorros en el Reino Unido”

Sandra Vicente

25 de agosto de 2022 21:57 h

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Dave Goulson (Shropshire, Inglaterra, 1965) pide perdón por si la entrevista ha sido demasiado pesimista, pero lo dice con una enorme sonrisa en la cara. “Hoy hace un sol espléndido, al menos para los estándares británicos”, dice, desde su casa en Sussex. Eso le alegra el ánimo, pero también le preocupa. La subida de temperaturas es una de las principales amenazas de los abejorros, el insecto al que este científico y divulgador ha dedicado su carrera. Su principal objetivo es reintroducir los abejorros en la isla después de que desaparecieran por culpa de Hitler, según asegura Goulson. Cuenta el por qué en Una historia con aguijón (Capitán Swing, 2022), un divertido y entretenido libro para saberlo todo sobre los abejorros y su importancia para la salud del planeta.

¿Qué tiene que ver Hitler con los abejorros?

A raíz de la guerra, el Reino Unido sufrió un aislamiento tremendo y tuvo que industrializar muy rápido su agricultura para poder alimentar a la población. Pasó de importar comida de la Unión Europea a ser autosuficiente porque pagó subsidios a las empresas para que explotaran cada centímetro de tierra. Y esta producción masiva de alimentos no hubiera sido posible sin el uso, también masivo, de pesticidas y fertilizantes.

La segunda guerra mundial fue determinante para estos productos químicos. Los nazis descubrieron sustancias que usaron para controlar la malaria en Asia y como veneno para matar enemigos. Una vez acabó el conflicto, se dieron cuenta de que también servían para matar insectos, así que los empezaron a comercializar. Hitler está estrechamente ligado con el nacimiento de la agricultura industrial, que supone eliminar campos de flores y usar masivamente insecticidas. Ambas cosas son terribles para las abejas. Así que sí, podemos decir que Hitler fue el primer culpable de que no haya abejorros en ciertas zonas del Reino Unido.

Muchos científicos nos alertan de que la desaparición de las abejas y abejorros sería fatal para el planeta. ¿Por qué son tan importantes?

Porque hay muchos seres vivos que dependen de ellas. Son polinizadoras y son responsables de la reproducción de muchas plantas, como los tomates. Pero, a pesar de su importancia climática y económica, estamos eliminando el hábitat en que se sienten cómodas: a raíz del desarrollo de la agricultura industrial no quedan flores y las que hay es muy posible que estén contaminadas con pesticidas. A todo esto, hay que sumar el aumento de las temperaturas: a las abejas les gusta el frío. De hecho, en el sur de España quedan muy pocas; la mayoría se han mudado a las montañas del norte.

No hay hambruna porque falte comida, sino porque hay quien no puede pagarla. Globalmente producimos el triple de lo que necesitamos

La agricultura afronta ahora un reto muy grande debido a la crisis del cereal derivada de la guerra de Ucrania. ¿Qué opciones tienen las abejas?

Hay un lobby muy poderoso que se beneficia con el actual modelo de industria agrícola que se encarga, entre otras cosas, de transmitir un mensaje erróneo sobre la dificultad de alimentar al mundo. Nos han hecho creer que hay escasez de alimentos, pero no es cierto. No hay hambruna porque falte comida, sino porque hay quien no puede pagarla. De hecho, globalmente producimos el triple de lo que necesitamos. Un tercio es desperdiciado y el otro tercio es usado para alimentar al ganado que alimentará a los humanos. De hecho, parte de la crisis del cereal se basa en la necesidad de alimentar a la ganadería. Si fuéramos más eficientes no dependeríamos del cereal ni usaríamos tantos pesticidas y fertilizantes.

Usted está muy a favor de la agricultura orgánica. ¿Sería capaz de alimentar a todo el mundo?

Sí, siempre que afrontemos el debate de para qué queremos producir alimentos. Si priorizamos las frutas y verduras a los cereales, la permacultura, la agricultura orgánica, biodinámica o agroforestal son opciones sensacionales [modalidades que descartan el uso de pesticidas y fertilizantes]. Se suele decir que no se puede alimentar al mundo con estas técnicas, pero lo cierto es que podrían producir entre el 80% y el 90% de lo que genera la agricultura industrial. Si dejáramos de tirar comida, sería más que suficiente. Y, todo esto, recibiendo solo el 2% de las inversiones que recibe la agricultura tradicional. Imagínate lo que conseguiríamos si invirtiéramos en ella.

La agricultura orgánica es más barata que la industrial. ¿Cree que tiene un nicho de oportunidad con la actual inflación?

La verdad es que sí. La guerra de Ucrania ha provocado, como la segunda guerra mundial, una llamada a la producción masiva para compensar la pérdida de grano. Pero, por otro lado, vemos que los precios crecientes del gas y el petróleo afectan mucho a la industria agrícola, que está intentando desesperadamente reducir gastos. Y eso podría llevar a que algunas empresas prescindieran de fertilizantes y pesticidas. Es muy posible que esta guerra de Putin pueda llegar a ayudar, de alguna manera, al medio ambiente, aunque, de momento, esté llevando la agricultura en la mala dirección.

Nos hemos alejado mucho de los abejorros...

Realmente no nos hemos alejado tanto, todo está bastante conectado.

¿De dónde le viene el interés por estos insectos?

De cuando era joven. A algunos niños les encantan los trenes o los dinosaurios. A mí me gustaban los bichos. Inicialmente, quería trabajar con las mariposas, pero cambié de idea cuando vi a los abejorros volando alrededor de un parterre de flores. Noté que evitaban algunas y me entró la curiosidad. Acabé pasándome cinco años estudiándolas para resolver ese pequeño misterio y ya no hubo marcha atrás. Me di cuenta de que los abejorros son más interesantes, inteligentes y complejos que las mariposas, que son muy bonitas, pero muy estúpidas.

En el libro no trata a los abejorros como sujetos de estudio, sino casi como personajes de una novela. ¿Por qué ese cambio de enfoque respecto los estudios científicos?

Porque los humanos tendemos a pensar que somos especiales y nos ponemos en un pedestal. Mucha gente ve la vida en la tierra como algo a nuestro servicio y solo valoramos a las abejas porque nos dan miel. Pero cualquier criatura es maravillosa y merece vivir aunque no haga nada útil. Todas tienen sus mundos pequeñitos en los que se emocionan, sienten dolor, se relacionan, aprenden y evolucionan.

Cuando hablamos de derechos de los animales, pensamos en perros, gatos, delfines, lobos... Pero no en los insectos. ¿Somos “racistas” con los animales?

¡Sí que lo somos! Hay clases de animales. La mayoría de gente no tiene inconveniente en matar animales salvajes o insectos. Y eso es muy triste y es parte de la razón por la cual estamos en esta crisis climática. No podemos pensar que los seres humanos somos los únicos que tenemos derecho a vivir en este planeta, porque la mayoría de especies llevan aquí más que nosotros. Igual es un ejemplo un poco tonto, pero es lo mismo que en la película 'Independence Day'.

Mucha gente ve la vida en la tierra como algo a nuestro servicio y sólo valoramos a las abejas porque nos dan miel

¿Los humanos somos los álienes?

Sí. Pero en la película nadie tiene la necesidad de explicarte que los álienes son malos. Vienen en sus naves y lo destruyen todo, se lo quedan todo. Eso nos parece una locura, pero hay determinadas regiones del mundo en que la gente ve llegar bulldozers para destruir sus casas, su entorno. La humanidad es exactamente igual que esos álienes, pero no reconocemos lo que hacemos como algo nocivo. Tenemos que mostrar más respeto y cuidar a todas las especies que conviven con nosotros. Solo porque seamos más poderosos, no tenemos el derecho de destruirlos.

En los últimos 50 años, la población de insectos ha disminuido en un 70%. Usted intenta reintroducir los abejorros en el Reino Unido. ¿Cómo le va?

Mal [se ríe]. Hemos fallado estrepitosamente. Conseguimos que se quedaran unos pocos abejorros, pero al final del libro, y lo siento por el 'spoiler', describo cómo se van volando hacia el horizonte. Lo hemos intentado diversas veces y, cada vez, fallamos. El proyecto es un completo fracaso, sin importar cuántas flores preciosas plantemos para el beneficio de las abejas. Ahora bien, esas flores las están disfrutando otras especies.

¿Puede ser que al haber cambiado el clima, la especie que era autóctona del Reino Unido ya no se sienta cómoda allí?

Puede ser, aunque esta especie en particular debería encajar en el sur del Reino Unido. Pero la pregunta que haces me lleva a otra cuestión interesante: ¿Deberíamos ayudar a las criaturas a moverse con el clima? Las abejas españolas que ahora están en la montaña no tienen dónde vivir. ¿Deberíamos llevarlas activamente al norte? Esta es una pregunta muy controvertida porque algunos conservadores odian la idea de intervenir en la naturaleza. Pero yo creo que no tiene sentido no hacerlo. Pensemos en los árboles, que se desplazan mucho más lentamente y les cuesta décadas crecer y reproducirse. Si podemos mover árboles que no van a sobrevivir, ¿por qué no deberíamos hacerlo? El calentamiento va a ser de 2 grados y muchas especies no lo soportarán, así que quizás deberíamos estar llenando el Reino Unido con árboles españoles.

Usted sí ha pasado del discurso a la acción, con la creación de Fondo de Conservación del Abejorro. ¿Cree que la academia debería ir más allá de la teoría y tomar partido?

Sí. El mundo ha cambiado mucho y antes muy pocos académicos se involucraban con el activismo. Se consideraba algo negativo porque la mayoría consideraba que su trabajo era investigar y publicar informes aburridos que solo se leen otros científicos. Yo creo que eso es frustrante porque no ayuda al mundo. Por eso, cuando vi que las abejas estaban desapareciendo, quise pararlo. Alguien tenía que hacerlo. Si eres un científico que trabaja en el campo de la conservación, tu deber es intentar tener un impacto en el mundo real. Decimos que los políticos tienen que escuchar a los científicos, pero no lo harán si no salimos del despacho y gritamos.

¿Se considera activista?

Creo que sí. Durante muchos años no me gustó que me describieran así, pero ahora me enorgullece, porque significa que intento cambiar el mundo. Aunque es difícil saber dónde está el límite para un científico. Hay grupos ecologistas como Extinction Rebellion que me han pedido que forme parte de sus protestas y que participe de actos, digamos, disruptivos. Pero creo que eso es ir demasiado lejos, al menos, para mí. Entiendo que la gente se vuelva más extrema si ve la inacción de las administraciones, pero no creo que ese sea el lugar de los científicos.

Aparte de manifestarse, ¿qué puede hacer una persona corriente para ayudar a los abejorros?

Si tienes balcón, planta hierbas y flores y las abejas las encontrarán. Incluso en el medio de Madrid, en un décimo piso. Eso es muy bonito, pero es verdad que no va a marcar mucho la diferencia. Lo mejor es pensar en lo que compramos. Debemos dejar de comprar lo que no necesitamos y no permitir que la comida se estropee. Apoya la agricultura ecológica siempre que puedas para que no haya pesticidas. Come de temporada y vota a los políticos que tengan en cuenta el peligro del cambio climático, porque vivimos en democracia y nuestros votos deberían ser capaces de cambiar las cosas.