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Estocolmo y la isla de la diversión

He estado dos veces en mi vida en Estocolmo. En la primera ocasión no puse un pie en la isla de Djurgården, en la segunda por poco no salgo de allí. La diferencia entre uno y otro viaje no son los veinte años que los separan, sino la compañía. Es la distancia que va de viajar con la pareja a viajar con la pareja más dos mozalbetes.

Todas las visitas a Estocolmo empiezan por Gamla Stan, el casco antiguo y corazón de la ciudad –incluso tiene su forma–, posiblemente la porción urbana más bella de todas las capitales escandinavas, formada por edificios medievales y renacentistas y anárquicamente surcada de calles estrechas e inesperados callejones.

Es lógico, pues, comenzar a conocer Estocolmo por Gamla Stan, ya que, además de tiendas y restaurantes, aloja también el Palacio Real y el Museo Nobel. La principal arteria de este barrio es Västerlånggatan, una especie de Rambla de Barcelona por la que quiera o no el turista termina paseando. La buena noticia es que es el único lugar de toda la ciudad, ya no digamos de todo el país, donde el visitante constata su pertenencia al rebaño guiri mientras siente el aliento en la nuca de otros de su condición.

Saliendo de la isla y cruzando un puente, la prolongación natural de Västerlånggatan es Drottningattan, la calle más comercial de la ciudad; siguiéndola se llega a la plaza Sergels Torg, eje central de la red de comunicaciones de Estocolmo. En esta plaza, se encuentra la oficina de turismo y un centro cultural que, salvando las distancias, recuerda al Pompidou de París.

Una vez superada esta obligada incursión iniciática por Estocolmo, dependiendo de los gustos y el tiempo de que se disponga, las opciones son múltiples. Pero si el viaje se hace en familia, el siguiente destino debe ser por fuerza Djurgården, otra de las 14 islas sobre las que se asienta la ciudad (nota al margen: Estocolmo es un prodigio de la ingeniería, rama caminos, canales y puertos; parece increíble que en un terreno tan accidentado puedan convivir armónicamente peatones, bicis, coches, autobuses, metros, trenes, barcos, etc.).

A Djurgården se puede ir en ferry, transporte público, bicicleta o vehículo particular, si bien en caso de elegir la última opción, es mejor buscar un aparcamiento antes de cruzar el puente que lleva a la isla. Las tarifas de zona azul son muy razonables, todo lo contrario que los parkings privados.

Djurgården es una sorprendente isla del entretenimiento, o de la diversión, pensada más para los autóctonos que para los forasteros, cosa que el forastero agradece. Un espacio donde se concentra una oferta lúdica y cultural difícilmente equiparable a cualquier otra ciudad del mundo, al menos que un servidor haya pisado.

En un área que es aproximadamente la mitad del distrito barcelonés de Ciutat Vella, el visitante encuentra un parque de atracciones, un acuario, un enorme museo sobre historia y cultura nórdicas, el museo dedicado a la escritora Astrid Lindgren (leyenda nacional sueca, creadora de Pippi Långstrump, entre otros personajes infantiles), un exuberante parque urbano..., pero lo más destacado, o al menos lo más visitado, son los museos Vasa, Skansen y, el último en instalarse en estos parajes, el museo Abba. Los tres son de visita muy recomendable, aunque se viaje sin la coartada de los niños. Prácticamente no hay viviendas particulares.

El Vasa sería a Suecia lo que el Titanic al Reino Unido, si bien separados por tres siglos y la pequeña diferencia de que uno se ha recuperado y el otro no –ni hay muchas esperanzas de hacerlo–. El museo es básicamente ese enorme galeón de la armada sueca que se hundió en el puerto de Estocolmo el día de su botadura y que permaneció 300 años bajo las aguas hasta que fue localizado y reflotado a principios de los sesenta. El barro y la baja salinidad del agua (Estocolmo se encuentra a caballo entre el mar Báltico y un lago de agua dulce, el Mälaren) explican su extraordinario estado de conservación, y gracias a ello se ha podido reconstruir no sólo la historia de este naufragio sino también la de algunos de los ocupantes que en él perecieron.

Por su parte, Skansen es un museo al aire libre –afirman que el primero que hubo en el mundo– donde se recrea la Suecia tradicional a partir de construcciones traídas de todo el país y con tipos folklóricamente trajeados que te esperan en cada casa para explicarte cómo vivía y se organizaba aquella gente en tiempos no tan pretéritos, o para mostrarte cómo trabajaban el vidrio o cocían el pan. Un zoológico con la fauna propia de Escandinavia (renos, alces, lobos, osos, focas, etc.) completa el parque.

El museo Abba es otra pequeña joya o no tan pequeña, si se forma parte de los millones de feligreses del cuarteto sueco. Su trayectoria musical fue corta, de poco más de diez años, de los cuales los dos primeros como perfectos desconocidos hasta que la victoria en el festival de Eurovisión de 1974 los lanzó al estrellato, hasta convertirse en uno de los grupos con más ventas en toda la historia de la música pop.

Obviamente, en el museo se repasa la vida y milagros de los cuatro integrantes del grupo, con todo tipo de grabaciones, audiovisuales, materiales originales cedidos por ellos o la recreación exacta de su estudio, pero más allá del culto a la abbamania, lo más divertido son las secciones interactivas del museo, que permiten al visitante grabar algún tema y llevárselo de recuerdo o incluso convertirse en el quinto componente actuando junto a unos virtuales Agnetha, Björn, Benny y Anni-Frid (ABBA es el acrónimo de sus nombres de pila).

Eso sí, quien quiera entender las claves de la traumática ruptura deberá buscar otras fuentes, ya que en el museo se pasa de puntillas. En el repaso cronológico se salta del último disco (1982) al éxito del musical Mamma Mia y la posterior película de Meryl Streep.

No hemos hablado de arte, pero para ello basta con saltar a la isla de al lado, Skeppsholmen, mucho más pequeña que Djurgården, donde se encuentra el Moderna Museet, uno de los museos de arte moderno de más renombre en el mundo y obra del español Rafael Moneo. Su exposición permanente cuenta con piezas de todos los grandes artistas del siglo XX, desde Matisse a Dalí, de Picasso a Warhol. Su obra más icónica es Monogram, la famosa cabra con neumático del estadounidense Robert Rauschenberg.

¿Queda más tiempo? Pues sería el momento de tomar algún barco que recorra el archipiélago de Estocolmo o el lago Mälaren –la oferta es diversa y elevada... los precios también–, ya que te transportan a localidades con encanto como Sigtuna o Birka, en el lago (muy recomendables), o Vaxholm, en el archipiélago (también, pero no tanto).

Otra opción es seguir explorando la ciudad, por ejemplo el barrio/isla de Södermalm en compañía de Stieg Larsson, otro fenómeno mundial made in Sweden. Ante el despampanante éxito de la trilogía de novelas protagonizadas por el periodista Mikael Blomkvist y la hacker Lisbeth Salander publicadas entre 2005 y 2007, tras la muerte del autor, no podía faltar una ruta Millenium, que transcurre por diferentes puntos de la ciudad y región, pero que se concentra sobre todo en esta zona, antiguamente una barriada popular reconvertida desde hace un tiempo en el distrito bohemio de moda, una especie de SoHo a la sueca.

Ambientarse en el universo Millenium consiste en tomar un café allí donde lo hacía Stieg Larsson o sus personajes o en ir en busca de los inmuebles donde el autor ubicaba las escenas de sus libros. Cosas así. En todo caso, lo que no se puede dejar de hacer es subir al Skinnarviksberget, la única colina natural de Estocolmo, a la que se accede sin ninguna dificultad y desde la que se disfruta de buenas vistas al Gamla Stan y al Ayuntamiento, situado en otra isla y también visitable. La ruta Millenium ha ido languideciendo con los años, pero quizá reavive ahora que se acaba de publicar el cuarto libro de la saga, escrito por el también sueco David Lagercrantz.

Una última recomendación, dirigida a quienes planifiquen una estancia de varios días. Aunque parezca una excentricidad, vale la pena acercarse al cementerio de Skogskyrkogården, al sur de Estocolmo. Debe de ser de los pocos cementerios en el mundo catalogados por la Unesco como patrimonio de la Humanidad (lista en la que se encuentra también el Gamla Stan), pero es que difícilmente puede encontrarse un camposanto tan extraordinario. Son decenas de hectáreas de bosque con lápidas en el suelo, un cementerio totalmente extensivo e integrado en la naturaleza. En una de sus tumbas se encuentran los restos de la gran Greta Garbo. Realmente impresiona.

Abba, Pippi Långstrump, Stieg Larsson, Alfred Nobel, la Garbo o incluso Zlatan Ibrahimović, ídolo nacional y presencia constante en las vallas publicitarias... Sin pretenderlo, a lo largo de mi periplo por Estocolmo me fui reencontrando con todos los suecos que de un modo u otro me han impactado en algún momento. Pero ni rastro de Björn Borg.

Vueling ofrece vuelos diarios desde Barcelona a Estocolmo.

He estado dos veces en mi vida en Estocolmo. En la primera ocasión no puse un pie en la isla de Djurgården, en la segunda por poco no salgo de allí. La diferencia entre uno y otro viaje no son los veinte años que los separan, sino la compañía. Es la distancia que va de viajar con la pareja a viajar con la pareja más dos mozalbetes.

Todas las visitas a Estocolmo empiezan por Gamla Stan, el casco antiguo y corazón de la ciudad –incluso tiene su forma–, posiblemente la porción urbana más bella de todas las capitales escandinavas, formada por edificios medievales y renacentistas y anárquicamente surcada de calles estrechas e inesperados callejones.