Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.
Gorée, la isla de los esclavos
Gorée, una pequeña isla a la que se llega en una corta travesía en chalupa desde Dakar, sigue siento uno de los escenarios más accesibles para empaparse de una de las memorias más trágicas de la humanidad, la de la esclavitud. Y pese a que la visita a una de las puntas más occidentales de África debiera parecer triste por su pasado de abusos, el estallido de vida de la bienvenida y la apacibilidad la convierten en una experiencia de plenitud. Al menos eso se piensa mientras los niños se divierten en algarabía al llegar al embarcadero de la isla de Gorée, chapoteando despreocupados.
Gorée es una experiencia única en Senegal. La ausencia de coches y, por lo tanto, de buena parte de los ruidos de Dakar, parece alejarla de África súbitamente. Las mujeres caminan elegantes vestidas con su gran “bubú”, el vestido tradicional, y el turbante, como si cada día fuera digno de la mejor presencia. Las buganvillas se desparraman por los muros de las mansiones coloniales. Los tejados rojizos y los balcones de hierro de las casas recuerdan un pasado más espléndido. El presente es más coqueto que decadente. Y los artistas que desde hace décadas han convertido Gorée en un refugio bohemio exhiben sus telas de vivos colores, una expresión de la negritud. Y se respira silencio, algo impagable en África.
Apenas a tres kilómetros de Dakar, Gorée se ubica a la entrada de la rada de la capital senegalesa. Su situación era privilegiada y ya los portugueses, los primeros en aventurarse por estas tierras en 1444, lo convirtieron en un bastión en África. Una colina en un extremo rompe su perfil llano y la hace más visible conforme el ferry de pasajeros se acerca.
De punta a punta hay apenas mil metros y la isla puede cruzarse en veinte minutos, pero lo interesante de Gorée es entretenerse por las callejuelas, dejar pasar el tiempo sin importar a que hora sale el siguiente ferry.
Todos los caminos de Gorée llevan a una casa de doble escalera curvada, la Maison des Esclaves, la casa de los Esclavos, uno de los grandes centros de confinamiento de la costa occidental africana. La principal atracción turística de la isla, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1977, tiene una doble planta. Las escaleras conducen a la planta superior, la señorial, la de los esclavistas, que dormían sobre las celdas donde hacinaban a los esclavos, obligados a arrastrarse con grilletes y bolas de hierro de lastre. Al final de un corredor hay un hueco. Parece un marco que deja ver el océano pero era la llamada puerta sin retorno. Los esclavos la franqueaban para subir al barco y ya nunca volver.
La puerta sin retorno estremece y provoca alguna lágrima. Hoy en día hay guías que explican los latigazos y el pesaje, el engorde los ilotas hasta que alcanzaban el peso adecuado para ser vendidos. Los esclavos pasaban entre tres y cuatro meses en Gorée antes del pasaje intermedio, el viaje en barco a América y una quinta parte sucumbía antes de llegar a puerto por las condiciones insalubres del transporte.
No hay registro de cuántos esclavos partieron del islote de Gorée hacia el Nuevo Mundo, aunque se calcula que fueron unos 60.000. La fortificación de Gorée fue construida en 1776 por los holandeses y pasó a manos francesas en 1817 hasta la independencia de Senegal en 1960.
Puesto que los expertos calculan que hasta un total de 28 millones de personas fueron traficadas desde África, el volumen de tráfico de esclavos de Gorée fue inferior al de otros centros similares de Ghana, Costa de Marfil, Benín o Guinea, pero su reconversión en museo y la conservación del espacio tal y como era en aquella etapa abyecta lo han convertido en un recordatorio palmario de la brutalidad de la esclavitud. Y en uno de los alicientes de cualquier visita a Senegal.
Vueling ofrece vuelos semanales desde Barcelona a Dakar a partir del mes de abril.
Gorée, una pequeña isla a la que se llega en una corta travesía en chalupa desde Dakar, sigue siento uno de los escenarios más accesibles para empaparse de una de las memorias más trágicas de la humanidad, la de la esclavitud. Y pese a que la visita a una de las puntas más occidentales de África debiera parecer triste por su pasado de abusos, el estallido de vida de la bienvenida y la apacibilidad la convierten en una experiencia de plenitud. Al menos eso se piensa mientras los niños se divierten en algarabía al llegar al embarcadero de la isla de Gorée, chapoteando despreocupados.
Gorée es una experiencia única en Senegal. La ausencia de coches y, por lo tanto, de buena parte de los ruidos de Dakar, parece alejarla de África súbitamente. Las mujeres caminan elegantes vestidas con su gran “bubú”, el vestido tradicional, y el turbante, como si cada día fuera digno de la mejor presencia. Las buganvillas se desparraman por los muros de las mansiones coloniales. Los tejados rojizos y los balcones de hierro de las casas recuerdan un pasado más espléndido. El presente es más coqueto que decadente. Y los artistas que desde hace décadas han convertido Gorée en un refugio bohemio exhiben sus telas de vivos colores, una expresión de la negritud. Y se respira silencio, algo impagable en África.