Catalunya Opinión y blogs

Sobre este blog

El acoso sexual en el ámbito laboral

En el ámbito laboral, el acoso sexual se considera una estrategia para intensificar la dominación masculina y la subordinación de las mujeres. Con el acoso se fortalecen las relaciones de poder entre los géneros. El acosador sexual socava la confianza y la valoración que, como personas autónomas y queribles, tienen las mujeres de ellas mismas. El acoso sexual consiste en una constelación de conductas de violencia que atentan contra los derechos humanos más básicos, de respeto y libertad sexual. El acoso sexual se puede utilizar, pues, como un modo para mantener los límites entre los géneros “masculino” y “femenino” así como para conseguir los objetivos sexuales y el poder personal del acosador.

Las investigaciones académicas nos indican que el acoso sexual es una más de las estrategias (quizás la más perversa) que algunos hombres utilizan para intimidar y empujar a la mujer fuera de los ámbitos laborales considerados territorio masculino. Efectivamente, varios estudios han encontrado que el acoso sexual es un problema de los más crueles al cual se enfrentan muchas mujeres que se incorporan a empleos tradicionalmente masculinos. Hay evidencia de que los hombres tratan de modo diferente a las compañeras que desempeñan trabajos tradicionalmente femeninos y a las mujeres que optan por empleos masculinos; sobre estas mujeres se especula con todo tipo de burlas sobre la naturaleza y alcance de su vida sexual y sus atributos físicos. Las mujeres que obtienen promociones a puestos ejecutivos anteriormente en manos exclusivamente de los hombres son a menudo objeto de rumores malignos de que “durmieron su camino a la cima”.

El investigador estadounidense Prior y sus colaboradores han mostrado que solo los hombres que asocian los conceptos de poder y sexo acosan sexualmente a las mujeres cuando sienten amenazada su autoestima (basada en sus creencias de la superioridad masculina). Para identificar la predisposición masculina al acoso sexual, Prior concibió la Escala de Probabilidad de Acoso Sexual (LSH). La LSH consta de 10 situaciones en las que se describe a un hombre con una ventaja de poder sobre una mujer atractiva. Por ejemplo, una de estas diez situaciones consiste en un encargado de un restaurante que observa como una camarera guapa se equivoca deliberadamente en la cuenta de unos amigos de ella. A los hombres participantes en la investigación se les pidió que se imaginaran ellos en cada una de las situaciones y puntuaran la probabilidad de utilizar su ventaja de poder (por ejemplo, la amenaza de despido de la camarera) para conseguir los favores sexuales de la camarera. En todas las situaciones, cuanto mayor fue la probabilidad general de que un hombre aprovechara su poder para su placer sexual, mas fuerte fue la asociación cognitiva entre poder y sexo de estos hombres. Los hombres con puntuaciones altas en la LSH querrán aprovecharse sexualmente de una mujer si además perciben o son conscientes de que en el contexto laboral se respalda o no se da importancia a las conducta de acoso sexual. Veámoslo.

Diversos estudios posteriores de Prior y sus colaboradores apoyaron esta predicción. En un experimento, se les pidió a hombres, tanto con puntuación alta y baja en la LSH, que ayudaran a una mujer atractiva (una asistente colaboradora) a realizar una tarea en el procesador de texto de la computadora. Antes de ello, la mitad de los participantes había observado como una figura autoritaria masculina acosaba sexualmente a la mujer mediante contactos y comentarios sugerentes. La otra mitad había observado como el “jefe” la trataba de una manera cordial pero profesional. Después, a los mismos participantes se les pidió que ayudaran a la mujer (a la asistente colaboradora); pues bien, se vio que los de puntuación alta en LSH que habían observado el acoso de la figura autoritaria realizaron más contactos físicos no solicitados e hicieron comentarios de índole sexual. En cambio, después de observar la figura de autoridad profesional ninguno de los hombres, ni los de baja ni alta puntuación en la LSH, la acosaron. Estos resultados y los de experimentos similares muestran que los hombres que hacen una conexión fuerte entre poder y sexo tenderán a aprovecharse de una mujer cuando perciban que las normas de la organización apoyan manifiestamente la conducta sexual.

Estos resultados son realmente alarmantes y al mismo tiempo alentadores puesto que nos permiten elaborar pautas validas para atajar estas crueldades. Inciden en la relevancia del contexto en las conductas de acoso sexual y, por tanto, en la importancia que tienen las normas y valores que los líderes de las organizaciones comunican. En la importancia que conceden los líderes a la diversidad y al sentimiento de autoestima de las personas que pertenecen a grupos distintos por razón de género, color y etnia. En definitiva, en la ideología de género que transmiten y priorizan en los modos empresariales de hacer.

Las conductas hostiles en los ámbitos laborales pueden ser múltiples y variadas; en un estudio bastante reciente, Hirigoyen encontró una diferencia neta en la repartición por sexos: 70% de mujeres y 30% de hombres habían sido receptores de conductas hostiles en los lugares de trabajo. Sin embargo, hay que remitir esos porcentajes al contexto sociocultural. Los Países Escandinavos manifiestan en general una verdadera preocupación por la igualdad de oportunidades entre los dos sexos. En otros países europeos aún impera una atmosfera machista. Son muchos los hombres que, por ejemplo, piensan que una mujer que trabaja es la causa de que haya un hombre parado. En general, no solo hay más mujeres acosadas que hombres acosados en el ámbito laboral sinó que además se las acosa de un modo distinto, con connotaciones sexistas.

Para la consecución de una igualdad real entre hombres y mujeres es de vital significancia modificar las creencias que discriminan a las féminas; es trascendental eliminar estereotipos y equilibrar los roles de género, a partir de los cuales se edifican las identidades de las personas. Para que los hombres no sientan amenazada su autoestima debido al avance social de las mujeres, deberíamos conseguir la pretendida construcción de nuevas identidades de genero respetando las singularidades de los sexos. La educación escolar, la sociedad entera tiene un gran reto por delante. Se ha avanzado mucho, así nos lo indican los datos, pero también falta mucho por hacer.

En el ámbito laboral, el acoso sexual se considera una estrategia para intensificar la dominación masculina y la subordinación de las mujeres. Con el acoso se fortalecen las relaciones de poder entre los géneros. El acosador sexual socava la confianza y la valoración que, como personas autónomas y queribles, tienen las mujeres de ellas mismas. El acoso sexual consiste en una constelación de conductas de violencia que atentan contra los derechos humanos más básicos, de respeto y libertad sexual. El acoso sexual se puede utilizar, pues, como un modo para mantener los límites entre los géneros “masculino” y “femenino” así como para conseguir los objetivos sexuales y el poder personal del acosador.

Las investigaciones académicas nos indican que el acoso sexual es una más de las estrategias (quizás la más perversa) que algunos hombres utilizan para intimidar y empujar a la mujer fuera de los ámbitos laborales considerados territorio masculino. Efectivamente, varios estudios han encontrado que el acoso sexual es un problema de los más crueles al cual se enfrentan muchas mujeres que se incorporan a empleos tradicionalmente masculinos. Hay evidencia de que los hombres tratan de modo diferente a las compañeras que desempeñan trabajos tradicionalmente femeninos y a las mujeres que optan por empleos masculinos; sobre estas mujeres se especula con todo tipo de burlas sobre la naturaleza y alcance de su vida sexual y sus atributos físicos. Las mujeres que obtienen promociones a puestos ejecutivos anteriormente en manos exclusivamente de los hombres son a menudo objeto de rumores malignos de que “durmieron su camino a la cima”.