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Volvemos a hablar de la violencia doméstica
Fruto de la modificación de la Ley de protección del menor aparecida este julio de 2015, ha entrado, por fin, en vigor el Protocolo básico de intervención contra el maltrato infantil en el ámbito familiar. Y es que la violencia doméstica no sólo conlleva graves consecuencias a las mujeres que la padecen sino que repercute de manera muy severa en sus hijxs por el hecho de que estxs conviven en el ambiente nocivo de violencia contra su madre. Por tanto, en el caso (bastante improbable) que estas criaturas no sufran malos tratos directamente, incluso en el caso que no los presencien, sufren el impacto y las repercusiones en sus madres de los malos tratos que éstas reciben. Es por ello que a estos niños y niñas se les considera, sea cual sea la situación, víctimas directas de la violencia doméstica.
Por si el cuadro descrito no fuera todavía bastante lamentable, sólo necesitamos pensar en el sufrimiento doble de estas mujeres: sufren por el maltrato que deben soportar sobre las propias espaldas y, al mismo tiempo, por el maltrato que reciben sus hijos. Pocas son las mujeres que no se dan cuenta que la violencia que viven sus criaturas condiciona su bienestar y desarrollo. Muchas de estas criaturas sufren serios problemas psicológicos y de salud. Y por si ésto fuera poco, estos hombres que maltratan, a menudo las instrumentalizan para poder ejercer más dominio y violencia sobre las madres. Y ya en un plano estructural, la violencia doméstica es una perversa manera de transmitir, de generación en generación, las conductas violentas sobre la mujer. Los niños llegarán a adultos habiendo aprendido que ejercer poder y abusar de las mujeres es lo más normativo. Y éstas habrán aprendido a tolerar los malos tratos, las vejaciones y la discriminación y, encima, a sentirse culpables.
Cuando estas mujeres consiguen abandonar las respectivas parejas torturadoras, los recuerdos que en ellas perviven son a veces tan vívidos que, literalmente, vuelven a sentir el dolor físico y psíquico. Sufren el síndrome de estrés postraumático (ansiedad, miedos irracionales, insomnio, pesadillas terribles ... falta profunda de autoestima). Las embargan sentimientos de vergüenza y culpabilidad. Y la culpa no merecida es terriblemente destructiva, en especial cuando tiene la forma de generalizaciones absurdas como “esto ha sucedido porque soy estúpida; no sirvo para nada ”. A menudo se sienten solas, pero son muchas las mujeres que lo sienten: el número de mujeres en el mundo que se encuentran atrapadas en la misma lucha es increíble, tan increíble como vergonzante. Para complicarlo aún más, la OMS insiste en que hay sobradas investigaciones que demuestran que el estrés postraumático conlleva consecuencias mucho más graves de lo que se creía; tanto es así que muchas personas en el mundo padecen depresión profunda relacionada con el estrés y la ansiedad.
¿Cómo podemos ayudar a estas mujeres y sus hijos para que psicológicamente afronten las devastadoras experiencias del maltrato machista que han sufrido? No hay duda de que hay personas (adultos y niños) que son mas resistentes a los traumas que otros, personas que demuestran tener una gran capacidad resiliente para remontarse de las situaciones límite. Pero en la gran mayoría de las mujeres y niños maltratados, la resiliencia no es precisamente lo que sucede; no, al menos, como un fenómeno que surge de manera natural. Al contrario: las investigaciones nos demuestran que estas mujeres y criaturas maltratadas sufren estrés postraumático severo. Se sienten destrozadas, vacías, estupefactas ... el mundo se vuelve confuso, pierde su claridad; y sus creencias sobre éste y sobre las personas, se derrumban y las tendrán que rehacer. ¿Cómo podemos ayudarles para que tomen las riendas de sus vidas y alcancen una buena salud emocional? Son seres humanos que han tenido la mala suerte de toparse de frente con la cultura del patriarcado más hostil.
Es cierto que, como digo, algunas personas nacen con una actitud naturalmente positiva y que el optimismo es considerado un factor clave para la resiliencia; pero hoy en día los investigadores saben que las nuevas experiencias y las relaciones de apoyo pueden cambiar la estructura del cerebro. Esto ha llevado a los psicólogos a entender que se puede desarrollar el optimismo y la resiliencia, y que, en efecto, tanto estas mujeres como sus criaturas pueden ser inoculadas contra la depresión ... al menos en alguna medida. Sin embargo, a pesar de estas buenas noticias, aumentar la resiliencia no es un reto personal heroico. Uno no se convierte en la clase de persona que puede soportar la adversidad sólo por adoptar firmemente la resolución individual de salir adelante sin ayuda. De hecho, los investigadores dicen que fuera de la influencia protectora de las relaciones interpersonales positivas, ser resiliente es casi imposible.
El Protocolo de actuación sobre los niños y niñas víctimas de violencia doméstica se basa en la prevalencia del acogimiento familiar frente al acogimiento residencial. Un ambiente familiar donde surjan espontáneamente manifestaciones de afecto y cuidado es, sin duda, un contexto idóneo para el desarrollo humano y si algo necesitan estos niños y niñas es amor, arropamiento, comprensión ... Es bien cierto que en un hogar funcional pueden encontrar todos estos ingredientes consustanciales al crecimiento armónico y placentero. Pero las Administraciones no pueden eludir el bagaje que estas criaturas llevan en su mochila emocional. Necesitan una atención especializada para enfrentarse con éxito al estrés postraumático, la reestructuración cognitiva y emocional. De modo que, si bien es conveniente, no todo se resuelve con el cobijo de una familia. Necesitarán, en la mayoría de los casos, un acompañamiento profesional (o de una familia de antemano profesionalizada) y de este requisito imprescindible el gobierno no puede desentenderse. De otro modo nos estaría diciendo que estos sectores vulnerables no le merecen ninguna consideración.
Ma.Àngels Viladot. Autora del llibre Respuestas a la violencia contra la mujer. Propera aparició, novembre 2015. Barcelona: Editorial Aresta-Intress.
Fruto de la modificación de la Ley de protección del menor aparecida este julio de 2015, ha entrado, por fin, en vigor el Protocolo básico de intervención contra el maltrato infantil en el ámbito familiar. Y es que la violencia doméstica no sólo conlleva graves consecuencias a las mujeres que la padecen sino que repercute de manera muy severa en sus hijxs por el hecho de que estxs conviven en el ambiente nocivo de violencia contra su madre. Por tanto, en el caso (bastante improbable) que estas criaturas no sufran malos tratos directamente, incluso en el caso que no los presencien, sufren el impacto y las repercusiones en sus madres de los malos tratos que éstas reciben. Es por ello que a estos niños y niñas se les considera, sea cual sea la situación, víctimas directas de la violencia doméstica.
Por si el cuadro descrito no fuera todavía bastante lamentable, sólo necesitamos pensar en el sufrimiento doble de estas mujeres: sufren por el maltrato que deben soportar sobre las propias espaldas y, al mismo tiempo, por el maltrato que reciben sus hijos. Pocas son las mujeres que no se dan cuenta que la violencia que viven sus criaturas condiciona su bienestar y desarrollo. Muchas de estas criaturas sufren serios problemas psicológicos y de salud. Y por si ésto fuera poco, estos hombres que maltratan, a menudo las instrumentalizan para poder ejercer más dominio y violencia sobre las madres. Y ya en un plano estructural, la violencia doméstica es una perversa manera de transmitir, de generación en generación, las conductas violentas sobre la mujer. Los niños llegarán a adultos habiendo aprendido que ejercer poder y abusar de las mujeres es lo más normativo. Y éstas habrán aprendido a tolerar los malos tratos, las vejaciones y la discriminación y, encima, a sentirse culpables.