Empezaron haciendo pequeños instrumentos, pasando de un instrumento a un otro, haciendo reversiones, evoluciones... Hasta que, un día, se encontraron acarreando lavadoras. Y hasta ahora, que tienen toda una orquesta mecánica. Es cierto que con un sampler lo tendrían resuelto. Pero con los instrumentos que hacen tienen una manera de tocar especial, con imperfecciones, con sonoridad y textura propias y diferentes de cualquier otro instrumento. A pesar de ser maquinas son más “humanas”. Procuran que los proyectos que hacen duren mucho, ya que dedican mucho tiempo y horas de trabajo para realizarlos, aproximadamente un año y medio. “Tampoco tendría sentido ir cambiando constantemente de proyecto, ya que gastaríamos muchas energías para no hacer nada nuevo”, aseguran. Desde que empezaron, Laia Torrents y Roger Aixut, cabosanroque, no saben si hacen artes escénicas, música, o nada, o todo a la vez. Ubicarlos no es nada sencillo.
Tampoco ha sido fácil situar la prolífica obra de Joan Brossa. Uno de los puntales de su poética fue la de la experimentación en todas las vertientes del lenguaje y, más específicamente, de la escritura literaria. Para él, la poesía era un medio de conocimiento y una herramienta de transformación de la realidad. Por ello, la forma elegida debía ser la adecuada al mensaje que quería dar en cada momento y no un compartimento cerrado y convencional. No en vano había dicho: “Los géneros son las caras de una pirámide que se juntan a su punto más alto. Son diferentes maneras de expresar una realidad única”. Así pues partió de la forma conocida para trascenderla, para llevarla más allá dentro de una voluntad constante de experimentación. En sus casi sesenta años de escritura experimentó con el lenguaje de diferentes maneras y desde diversas perspectivas.
El comienzo de la escritura de Joan Brossa está en las imágenes hipnagógicas. Estas, inscritas en la psicología y en conexión con el surrealismo comportan, de entrada, o bien una rotura de la coherencia semántica o de la sintaxis. Se trata de imágenes sensoriales, producidas por asociaciones visuales, auditivas, táctiles, etc. El punto de partida de No em va fer Joan Brossa es la palabra que el poeta desarrolla durante los años 40 y 50. Por un lado el paisaje en la prosa, centrado en estas imágenes hipnagógicas, y por otro, fragmentos de poesía escénica donde el sonido de la palabra se convierte casi más importante que el significado, poemas escénicos rellenos de aliteraciones. La instalación interactiva y sensorial No em va fer Joan Brossa, durante treinta minutos, ofrece al espectador un recorrido por una superficie rectangular con gran densidad de objetos y mecanismos que producen sonido y música de acuerdo con la lógica de la poesía de Brossa.
La instalación pretende abrir la obra de Joan Brossa a diferentes niveles de comprensión, no redundar en su significado, sino facilitar, a partir de la elección de elementos muy precisos, la experiencia; que el público sea capaz de combinar estos elementos de una manera subjetiva y muy particular. Los objetos -copas, máquinas de escribir, ollas, sartenes y bidones-, el texto, la música y los sonidos son demasiado diversos y contradictorios para ser reducidos a un solo significado o mensaje. Entraremos dentro de una interpretación libre, que cabosanroque ha construido como destilación de la obra de Brossa; combinando desviaciones de géneros brossianos, como la poesía objetual con el Postteatro, y siempre desde el punto de vista del sonido. No em va fer Joan Brossa se vio por primera vez el pasado mes de noviembre en la antigua biblioteca de Girona, dentro del marco de Temporada Alta. Ahora se puede ver hasta el 11 de junio en un formato adaptado a un espacio no escénico dentro del TNC. Con propuestas como No em va fer Joan Brossa, la Fundació Joan Brossa, con Vicenç Altaió al frente, ha iniciado una nueva etapa sumándose al epicentro Brossa, un programa de actividades culturales dedicado a Joan Brossa organizado de forma conjunta por más de una decena de instituciones culturales de Barcelona.
Empezaron haciendo pequeños instrumentos, pasando de un instrumento a un otro, haciendo reversiones, evoluciones... Hasta que, un día, se encontraron acarreando lavadoras. Y hasta ahora, que tienen toda una orquesta mecánica. Es cierto que con un sampler lo tendrían resuelto. Pero con los instrumentos que hacen tienen una manera de tocar especial, con imperfecciones, con sonoridad y textura propias y diferentes de cualquier otro instrumento. A pesar de ser maquinas son más “humanas”. Procuran que los proyectos que hacen duren mucho, ya que dedican mucho tiempo y horas de trabajo para realizarlos, aproximadamente un año y medio. “Tampoco tendría sentido ir cambiando constantemente de proyecto, ya que gastaríamos muchas energías para no hacer nada nuevo”, aseguran. Desde que empezaron, Laia Torrents y Roger Aixut, cabosanroque, no saben si hacen artes escénicas, música, o nada, o todo a la vez. Ubicarlos no es nada sencillo.