“No sé qué tiene esta mujer, con lo pequeña que es, que me la quiero llevar a mi casa...”. Andreu Buenafuente, un tipo que puede hacer lo que quiera (profesionalmente hablando…), se dio cuenta, encima, de que esta chica tan chica, La Shica (Elsa Rovayo), se había enamorado de él (“profesionalmente hablando”, aclaran ambos): “Siempre pensé que era majo, lo veía en la tele y me decía que me apetecía tomarme unas cañas con él”, comenta ella. Tras dos años tomando cañas, estrenan en primicia mundial en Barcelona Espain. Dolor del bueno, un espectáculo en el que ella, en el escenario con su cuadrilla de músicos, canta, cuenta y actúa. Andreu, en la sombra, dirige.
La propuesta es un viaje por el pasado musical y artístico del flamenco y del cante. La Shica se arranca por coplas, flamenco, rumba y hasta algún bolero, “canciones todas conocidas, aunque nos creamos que no”. Ella las coge, las manosea, les cambia el envoltorio, las hace suyas y nos las canta. Es una palabra, las descontextualiza: “Buceo en nuestro pasado folclórico, lo dignifico, lo actualizo y, a partir, de ahí, celebro de dónde venimos para descubrir –ojalá- hacia dónde vamos”.
Son temas de toda la vida que cuentan historias, vivencias: “De cada canción se podría hacer una película”, dice Elsa. “Son las canciones que hablan de cómo vivían, cómo se enamoraban, cómo gozaban y cómo sufrían nuestros abuelos. ¡No hace tanto tiempo!”. Claro que no, todo esto es cantar y contar lo que nos pasa también ahora, no nos engañemos. “Quizás hayamos enterrado, por vergüenza o por necesidad, prácticamente todo lo que ocurrió en España antes de los 80. Y eso no puede ser”.
La Shica y Buenafuente aliñan el espectáculo (tal vez más teatral que concertístico) con monólogos cocinados por ambos. “Andreu me ha hecho ver que puedo”, explica Elsa, que se estrena en el registro de los monólogos. En ellos cuenta sus propias vivencias, cómo apareció en Madrid con 15 años dispuesta a todo, como tantas otras voces del sur, enlazando las temáticas de esas canciones de nuestros abuelos, con las actuales, las que le ha tocado vivir a Elsa y la que les está tocando vivir, sufrir i disfrutar a tanta gente…
Todo da pie a sacar a relucir “a las diferentes Shicas que lleva dentro: la inquieta, la arriesgada, la cercana, la divertida, la emotiva y la costumbrista”. Y, por supuesto, también “la que pone a los hombres a parir, que es lo mío”, dice, divertida.
En resumen, España, con todo el cariño del mundo, no sólo le dolía a Unamuno. “En Espain vemos a Lorca, a Buñuel, a Berlanga…”, comenta Andreu. Hay humor, dolor, sentimiento… El título, Espain, combina el español y el inglés (el spanglish, de toda la vida, vamos…) pero con todo su significado: “Es, en español, pain, en inglés. O sea: es dolor”.
La Shica nos quiere hacer disfrutar de ese sentimiento con montaje estudiado hasta el último detalle. “Han sido dos años jugando (es decir, trabajando) como para dejar cosas a la improvisación”, dice ella. Hay música, texto, danza contemporánea, algo de cabaret e incluso videoarte.
“No sé qué tiene esta mujer, con lo pequeña que es, que me la quiero llevar a mi casa...”. Andreu Buenafuente, un tipo que puede hacer lo que quiera (profesionalmente hablando…), se dio cuenta, encima, de que esta chica tan chica, La Shica (Elsa Rovayo), se había enamorado de él (“profesionalmente hablando”, aclaran ambos): “Siempre pensé que era majo, lo veía en la tele y me decía que me apetecía tomarme unas cañas con él”, comenta ella. Tras dos años tomando cañas, estrenan en primicia mundial en Barcelona Espain. Dolor del bueno, un espectáculo en el que ella, en el escenario con su cuadrilla de músicos, canta, cuenta y actúa. Andreu, en la sombra, dirige.
La propuesta es un viaje por el pasado musical y artístico del flamenco y del cante. La Shica se arranca por coplas, flamenco, rumba y hasta algún bolero, “canciones todas conocidas, aunque nos creamos que no”. Ella las coge, las manosea, les cambia el envoltorio, las hace suyas y nos las canta. Es una palabra, las descontextualiza: “Buceo en nuestro pasado folclórico, lo dignifico, lo actualizo y, a partir, de ahí, celebro de dónde venimos para descubrir –ojalá- hacia dónde vamos”.