“¿Un bolo de trabajar, y en el Lliure?”, pregunta el payaso carablanca al teléfono. “Sí, también trabajamos para salas alternativas”, dice. “Pero con Rhum ..., claro”, se le oye decir, ahora. Y se preocupa. Se preocupa porque Rhum no está. Al igual que Monti, payaso “oficial” del Teatro Libre, que hace más de un año que tampoco está. Él, que tantas veces se batió en duelo, pero “a 'muehte', a 'muehte' de morirse, a 'muehte' de que gane el mejor”, no asistió a este duelo, protagonizado por sus colegas Jordi Martínez, Pep Pascual, Joan Arqué, Roger Julià y Guillem Albà. Pero la emotividad, la poesía, el gamberrismo y la profesionalidad de estos payasos lo tuvo muy presente en una función de la que Monti fue coautor, para homenajear, precisamente, al admirado y mítico payaso de hace casi un siglo, Rhum. La dramaturgia de la obra exige que el Rhum aparezca. Y lo tendrán que suplantar. Dando pie a una serie de situaciones que son un sincero homenaje al mundo del circo.
El espectáculo es brillante. Para mayores y pequeños (sí, también para pequeños: algo sencillamente no lo pillarán y no pasará nada). Plagado de repeticiones histriónicas tan circenses, lleno de humor, desbordando ternura, acompañado de música y rodeado de carcajadas. El Espai Lliure se convierte en una pista de circo, delimitada por baúles y maletas, con instrumentos y globos y confeti y una mesa para una cena romántica (todo el romanticismo que hay que esperar de la situación...) y una descabellada y colorida exhibición de natación sincronizada (y elegante, por supuesto) culminada con el rap de los Swimming Brothers y una corrida de toros y un duelo (a 'muehte', de la de morirse) y canciones y alocados comentarios del Equipo A o de Clint Eastwood o de Braveheart y un espejo roto a través del cual intuimos a Groucho y, para terminar, una conversación con la conciencia.
Se crea en la sala una atmósfera de complicidad importante entre los espectadores y los payasos. La comunión entre unos y otros es total. Es la reivindicación de una profesión que va más allá del oficio porque es un modo de vida. El que eligió Joan Montanyès, el de vivir el circo, en el circo y para el circo. Ya lo decía, Monti, que él era un payaso que llevaba una personita dentro. Es importante que hoy en día, cuando algunos han querido desacreditar la palabra, el payaso nos saque todo lo que lleva... fuera, nos muestre tal como es y nos dé lecciones de felicidad. Las necesitamos.
“¿Un bolo de trabajar, y en el Lliure?”, pregunta el payaso carablanca al teléfono. “Sí, también trabajamos para salas alternativas”, dice. “Pero con Rhum ..., claro”, se le oye decir, ahora. Y se preocupa. Se preocupa porque Rhum no está. Al igual que Monti, payaso “oficial” del Teatro Libre, que hace más de un año que tampoco está. Él, que tantas veces se batió en duelo, pero “a 'muehte', a 'muehte' de morirse, a 'muehte' de que gane el mejor”, no asistió a este duelo, protagonizado por sus colegas Jordi Martínez, Pep Pascual, Joan Arqué, Roger Julià y Guillem Albà. Pero la emotividad, la poesía, el gamberrismo y la profesionalidad de estos payasos lo tuvo muy presente en una función de la que Monti fue coautor, para homenajear, precisamente, al admirado y mítico payaso de hace casi un siglo, Rhum. La dramaturgia de la obra exige que el Rhum aparezca. Y lo tendrán que suplantar. Dando pie a una serie de situaciones que son un sincero homenaje al mundo del circo.
El espectáculo es brillante. Para mayores y pequeños (sí, también para pequeños: algo sencillamente no lo pillarán y no pasará nada). Plagado de repeticiones histriónicas tan circenses, lleno de humor, desbordando ternura, acompañado de música y rodeado de carcajadas. El Espai Lliure se convierte en una pista de circo, delimitada por baúles y maletas, con instrumentos y globos y confeti y una mesa para una cena romántica (todo el romanticismo que hay que esperar de la situación...) y una descabellada y colorida exhibición de natación sincronizada (y elegante, por supuesto) culminada con el rap de los Swimming Brothers y una corrida de toros y un duelo (a 'muehte', de la de morirse) y canciones y alocados comentarios del Equipo A o de Clint Eastwood o de Braveheart y un espejo roto a través del cual intuimos a Groucho y, para terminar, una conversación con la conciencia.